13.11.16

Frente a una taza de café.

Mientras remuevo mi café me viene a la cabeza una foto que puse en facebook.

Era un café en el que un camarero había hecho un corazón al poner la leche. Y tú sales reflejado en la cuchara. No sé si alguien se habrá dado cuenta, pero tu imagen sale invertida en la parte convexa de la cucharilla. Yo sí me di cuenta, y esa foto no la puse sólo porque yo también me uní a la moda de fotografiar los cafés decorados, sino porque salías tú de una forma velada pero no tan pública como para que se te reconozca.

Mientras tomo café en los lugares en donde solíamos tomarnos uno me siento en los mismos sitios en donde te veía cuando llegaba, y contemplo la perspectiva que tenías cuando ocupabas uno u otro sitio. Veo a los camareros que nos atendían. La rutina forma parte de esa vida en la que tú ya no estás desde hace tiempo. Todos siguen haciendo exactamente lo mismo que antes de que desaparecieras. Todo parece igual, salvo que tú ya no estás.

Ya no vendrás a recogerme con el coche, ni me llevarás a algún sitio. No me ayudarás a bajar muebles de mi casa  ni compartiremos la última cerveza del frigo. Atrás han quedado enfados, risas, broncas, enfrentamientos y bromas que forman parte de nuestros recuerdos.

Aunque ya no me vas a preguntar qué quiero tomar, sigo pidiendo lo mismo siempre.

Me gusta ir a los sitios en donde solíamos coincidir, a los que solías ir, pero sólo porque estabas tú.

Nunca pensé que te iba a echar tanto de menos, pero lo cierto es que, aunque no nos lleváramos especialmente bien, noto muchísimo tu ausencia, hasta el punto de que me duele, y no exagero. Hice lo que pude, no lo apreciaste, pero saliste de mi vida como un caballero y un auténtico señor. Ahí me sorprendí gratamente. No todo el mundo decide irse así.

Voy a sitios en los que estuviste, en los que estuvimos, a los que me llevaste, de los que me hablaste, de los cuales siempre tenías alguna anécdota y en ellos no te veo. Viajo por España y recuerdo muchas veces algo que comentaste de algún sitio cuando paso, cuando llego, cuando estoy, pero no te sitúo en ningún lugar de todos ellos. En cambio, siempre te veo cuando miro mi taza de café en casa, o en una cafetería, da igual el sitio o la ciudad.

Supongo que el tiempo asentará todo, hará que tu ausencia sea más llevadera, pero tengo que reconocer que, desde que no estás, el café ya no me sabe igual.

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