13.5.20

Que nunca dejen de verlo.

Son innumerables las veces que, con tal de agradar a alguien, nos hemos arreglado, vestido, preparado, ido, vuelto... Hemos hecho mil cosas con el propósito de conseguir que esa persona, esas personas, aprueben nuestro esfuerzo y el tiempo que hemos invertido en ellas.

Y somos gilipollas.

Dadles flores a un cerdo, que se las come, si no las ha pisado antes o hecho caca encima. Pues lo mismo. Que somos mayorines, coño, que a ciertas alturas de vida -cada uno a una altura de su vida, también es verdad- aprendemos que la miel no está hecha para la boca del asno y no todo el mundo al que le dedicamos nuestro tiempo se merece ese esfuerzo y, mucho menos, nuestro valioso tiempo.

Bueno, pues quiero hablar de la gente que sí que se lo merece.

Uf, a mí ya me da fatiguita esa gente que quiere ser el centro de atención, que se le hace poco lo que le das, o que quiere más porque lo que le das es insuficiente para su persona o no le gusta. Por eso, cuando detecto que está sucediendo -cada vez antes y en tiempo récord-, lo que hago es coger mi bolso y pirarme porque prefiero perder mi tiempo en otras cosas.

En cambio, hay gente con la que me siento el centro de atención. Todo se les hace poco, me merezco eso y más. Cuando abro la boca, y si no la abro, pues se las ingenian para tenerme presente a cada momento. Y es una sensación tan bonita el tener amigos así con los que se te hace poco todo lo que les das y notas que es recíproco... Es tan bonito compartir viajes, comidas, conciertos y experiencias... Te hacen partícipes de sus alegrías y de sus vidas en las que te involucran. Aún recuerdo cuando, no hace tanto, me convertí en la dama de honor en dos bodas diferentes, ayudando a las novias a vestirse y todo... Me hicieron sentirme querida gente a la que adoro. Y el tiempo ha pasado, la familia aumentado, y sigo siendo parte de la vida de amigos con los que siempre tendré un vínculo muy especial y que no podría agradecerles nunca el cariño que me han dado y lo querida que me siento. Y eso no lo puedo decir con mucha gente mucho más cercana.

Que estamos en una época difícil en la que, de momento, no nos vamos a ver en persona, ni reunir para cenar, ni irnos de viaje o concierto como antes, pero ahí estamos siempre, tras un mensaje, una llamada, un audio, una foto o un correo, para decirnos que pensamos unos en los otros y que estaremos bien si de nosotros depende. Una visita furtiva para encontrarnos en un supermercado o una parada de treinta segundos para dejarme algo en la puerta de casa y avisan para que baje a recoger lo que me traen. Que ya vendrán mejores días en los que nos podamos reunir de nuevo y darnos besos y abrazos, pasear, comernos un helado frente al mar, o saltar mientras gritamos a pleno pulmón una canción en un concierto, o caminar de noche junto a la orilla del mar tras cenar en la arena. Bañarnos desnudos en el mar. Hacer la estrella en la toalla por la tarde. Esperarlos en la estación. O ser ellos los que me esperen a mí. Y ver esos brazos abiertos que me reciben siempre con una gran sonrisa.

Antes pensaba que no sabía qué veían en mí. Ahora, en cambio, pienso que ven cómo soy realmente. Y que les gusta lo que hay.

Deseo, y espero, que nunca dejen de verlo.

Por los buenos amigos.

Salud.