23.3.20

Contigo mismo

En estos días tan poco comunes como peligrosos, debemos confinarnos en casa y tener todo el cuidado del mundo para intentar no infectarnos ni contagiar a nadie. Ahora es cuando podría criticar a los que arrasan supermercados pensando que se acaba el mundo, los que salen por la calle como si a ellos no les afectara el estado de alarma y a los que compran guantes y mascarillas dejando a los que sí las necesitan sin existencias.

Salir a trabajar, con la que está cayendo, no tiene que ser agradable para nadie, y los que trabajan relacionándose con pacientes y con público en general corren más riesgo que los que están sólo compartiendo oficina, por muy pequeña que sea.

Y cuando estás en casa, ya sea porque vienes de trabajar, o porque estás en casa durante todo el día, piensas en qué puedes hacer para entretenerte, si no puedes salir. Y aquí está el problema para mucha gente. Que no sabe qué hacer.

Me da pena la gente que no sabe en qué ocupar su tiempo. ¿No tienen ninguna afición? ¿Sólo esperan recibir estímulos externos? ¿El mundo gira a su alrededor, en torno a ellos? ¿Culpan a la situación de que se aburren? ¿No son capaces de coger un lápiz, un libro o un destornillador y hacer algo útil y/o entretenido con ellos?

Pues hay gente que dice que no.

Y es triste.

Es triste porque vemos que no les gusta hacer nada. Nada es de su agrado, nada les interesa, no tienen curiosidad por nada. Salvo estar por internet y/o visualizando series o películas, poco o nada les atrae. Ni muestran interés en intentar llenar su tiempo, estos días que hemos pasado y los que nos esperan, de forma entretenida. Culpan a la situación de que les hace perder el tiempo, como si a los demás nos encantara no salir de casa salvo para comprar o trabajar. Se quejan a los demás de que no saben qué hacer, como si esperaran que los demás siguieran dándoles ideas o sugerencias, porque nada les parece bien ni lo suficientemente interesante. Y claro, si nadie es capaz de darte la idea adecuada, preocúpate tú de averiguarlo y deja a los demás tranquilos con tu indignación.

Nos esperan días que pueden parecer interminables, pero hay que llenar nuestro tiempo con algo que nos haga más llevadera la espera. Es una época en la que podemos encontrarnos con nosotros mismos, ver de qué estamos hechos. Si estás solo/a, mejor aún. Si no es así, no estés siempre encima de los demás, date y dales espacio. Pero esto puede ser una oportunidad para saber de qué estamos hechos, qué somos cuando no tenemos estímulos externos, cuando nos quitan la rutina de la que nos quejábamos y nos imponen una rutina peor que tenemos que respetar por el bien común.

Llenemos nuestro tiempo de cosas que nos interesen, sea lo que sea. Cuando pase el tiempo recordaremos estos días y tenemos que pensar que los aprovechamos para hacer cosas que nos dejaron buenos recuerdos y satisfacción. Dejemos de depender de los demás o de lo que hay fuera de la puerta de casa para sentirnos bien. Busquemos, en la curiosidad a veces podemos encontrar la respuesta.

Busquemos y encontrémonos. Hablemos con los nuestros, sí, no perdamos el contacto, pero trabajemos con nuestro interior, con lo que nos guste y descubramos otras cosas que nos pueda gustar. Y que, cuando se lo contemos a nuestros nietos, quede como algo curioso, no como una  pesadilla en la que sólo se queje uno de que no podía salir o que se aburría. Lamentos que, por lo que vemos a nuestro alrededor, resultan bastante patéticos.

Así que coged un trozo de tela, un papel o un libro, lo que se os ocurra, y trabajad vuestra curiosidad con lo que os guste. Van a ser muchos días y hay que mantenerse ocupado y entretenido.

Y pobre del que no lo haga.