27.2.18

Acéptalo.

Tienes que aceptar muchas cosas en la vida.

Pues aceptemos que ciertas personas nos dejen de lado para la toma de decisiones cuando nuestra opinión vale lo mismo que la de las demás. Aceptemos que no cuenten con nosotros para ciertas cosas que también nos afectan.

Aceptemos también, que no somos nadie para la gente que recurre a nosotros cuando nos necesita pero cuando somos nosotros los que necesitamos ayuda no están ni se les espera. Aceptemos que nos fallen una y otra vez, es lo que tiene darle demasiada importancia a gente que no la tiene.

Aceptemos que ante problemas, esa gente por la que diste la cara te deje sola cuando el problema lo tienes tú. Aceptemos que a toro pasado sepan mucho más que tú de lo que te has roto la boca de contar pero no te contaron lo que sabían antes de que te afectara.

Aceptemos que ayudamos a gente que luego no nos ayuda, y aceptemos que hay gente así, y no tenemos por qué cambiarla.

Todo es perfecto.

La aceptación hará que cuando sean ellos los que te necesiten, quieran saber nuestra opinión, que contemos con ellos, o quieren contar con nosotros para algo que les interesa, que les ayudemos, que demos la cara por ellos y que estemos a su lado... nosotros no estemos.

Ni estaremos.

Qué gustazo decir "no" y que ya no te afecte. Y ver la cara que se les queda.

Pues que lo acepten.

Haha.

25.2.18

Sentada en el parque.

Un día, ocurre.

Es un día normal, como tantos otros, no tiene nada de especial. Pero te notas diferente. Y te levantas de la cama como si nada, porque no pasa nada, y te aseas, desayunas y te quitas el pijama, dudando qué ponerte ese día y si hará frío o calor.

Ese día es tan normal que haces todo lo que tienes que hacer sin incidentes y, salvo que se estropee algo en casa, no tiene ninguna anécdota destacable qué contar. 

Pero de repente, te das cuenta. Ese pensamiento que te atormentaba, eso que te oprimía el pecho en cuanto pensabas en ello o en esa persona, ha desaparecido. Y te sorprendes.

Te sorprendes de haber estado dando tanta importancia a algo que te hacía sentir mal. Alimentándolo. Atormentándote. Pero ahora no, ahora se ha esfumado y no sabes cuándo ni cómo. 

Tal vez se lo llevó la última lluvia caída, la que limpia, refresca y riega. O tal vez se lo llevó el viento, con una brisa silenciosa. O tal vez simplemente se desgastó de tanto pensar en ello.

Sea como fuese, ya no está.

Y te sientas en el banco de un parque dejando que el sol te toque y el viento también. Y mientras estás sentada no haces nada más que cerrar los ojos y relajarte. Nada como hacer lo contrario a lo que tanto tiempo estabas sufriendo.

Ahora disfruta.

La realidad está ahí, pero la aceptación también. Y cuando tú cambias, todo cambia. Y has cambiado, hace tiempo que lo hiciste. Vendrán otras preocupaciones, sí, pero ahora disfruta de esa calma que te rodea, de quererte tú misma, de darte todos esos caprichos que siempre te negaste a saber por cuál de los motivos.

Mira a la gente pasar por tu lado, a los ciclistas, a las madres con carrito de bebé, a los jubilados que van a dar una vuelta. Mira cómo se mueven las hojas de los árboles, la amplia gama de verdes que puedes encontrar en ellas y el travieso rayo de sol que se cuela hasta llegar al suelo.

Ese es un día como otro, pero a la vez no lo es. Ese día es un bonito día. El día en el que por fin todo termina y sigue a la vez. En el que ya no duele, ya no piensas y ya no vas a hacer nada para que vuelva ese sentimiento.

Ese día llega. 

Te lo aseguro.

14.2.18

Sólo mías.


No pienso compartir canciones con nadie porque son sólo mías. Y esas canciones pueden tener miles de versiones, tantas como personas puedes conocer. Y cuando desaparecen esas personas de tu vida no se llevan esa canción.


Ni ninguna.









13.2.18

Te quiero

Te quiero libre, ilusionado, feliz al verme.

Te quiero impaciente por encontrarnos, contento por estar conmigo, imaginando cómo sorprenderme o pasar la tarde juntos.

Te quiero tranquilo al estar a mi lado, te quiero verme sorprendida al darme cuenta que me estás mirando con una sonrisa sin que me hubiera dado cuenta. Te quiero apartándome un mechón de pelo de la cara, preocupándote si me ves seria y notando tu respiración tranquila en mi nuca al dormir.

Te quiero viviendo el presente, recordándome que no necesito a nadie para ser feliz, compartiendo un café o una cena mientras me cuentas las cosas que te han pasado ese día.

Te quiero besándome, o discutiendo conmigo. Te quiero solucionando cualquier problema que tengamos. Te quiero con tus defectos, con tus virtudes, con todas las cualidades que hicieron que me fijara en ti. Te quiero serio, sonriente o en silencio. Te quiero acariciándome la cintura mientras me enseñas cualquier cosa.

Te quiero enseñándome lugares o dejando que yo te enseñe otros en los que ni te habías fijado.

Te quiero metiéndote en mi vida al igual que me introduces en la tuya.

Te quiero demostrando lo que te importo, a solas o en público. Te quiero escuchar decirlo.

Te quiero sincero, tanto para bien como para mal.

Te quiero así.

Es una pena que no te conozca, o te haya apreciado, todavía.

Bueno. Ya me buscarás tú.