19.10.16

Paquito

Paquito era amigo de sus amigos, amigo de sus amigas, el centro de la fiesta, alegre, simpático... Paquito pesaba como cien kilos con diecisiete años, pero qué más daba, porque Paco era diversión, risas, bromas... Era todo un figura, se quedaba con la gente por donde iba, hacía amigos por donde aparecía, y nadie, nadie, le podía hacer sombra.

Creo que pocas veces he conocido a alguien tan divertido como él.

Pues pasó lo que a veces pasa: que la gente da el estirón y adelgaza. Y Paquito casi se quedó sólo en la P de su nombre porque adelgazó tanto que se quedó hecho un figurín. Y no es que fuera especialmente guapo, pero desde luego su físico mejoró considerablemente, y entonces ocurrió lo que a veces también pasa cuando alguien adelgaza mucho: que se lo creyó. Y mucho.  No estaba mal, repito, pero es que él estaba seguro de que era una estrella del cine, el hombre de moda, por lo que dejó de ser ese amigo risueño y alegre para creerse caminar cada día sobre una pasarela, y pensar que todas y cada una de las féminas que pisaban la tierra suspiraban por sus huesitos. A mí ya me daba palo hasta saludarle porque alguna vez me hacía algún gesto muy americano y peliculero para saludar que me daba entre grima y sarpullido.

Y como le pasa a la gente que no pilla cacho, cuando lo pillan se creen el centro del universo, dejando de lado amigos, ambientes y círculos, porque también creyó que... bueno, realmente no sé que creyó, pero sí que sé que se lo creyó tanto que dejó de hablarse con todo el mundo y se fue con sus nuevos amigos y amigas, más dignos de su nuevo físico. Ya no era Paquito, ni Paco, ahora era Francesc, mucho más apropiado para su entorno, su imagen y su nueva personalidad.

Pasó el tiempo y cuando nos hemos vuelto a cruzar había absoluta indiferencia por mi parte, sólo con la duda de qué le lleva a la gente ese cambio de comportamiento. Bueno, realmente sé la respuesta: que realmente no era una verdadera amistad.  Él, por supuesto, no me decía nada. Yo dejé de ser digna para él hacía años. Po fale. Creo que en estos años he demostrado que he podido superar tal trauma.

Y resulta que el tiempo sigue pasando y he vuelto a coincidir con él. Fue hace poco en un bar. Oigo que me llaman por mi nombre y me giro para ver a un Paquito de doscientos kilos que me decía casi sin respirar lo estupendísima que me veía, que no había pasado el tiempo por mí y que a ver si nos tomábamos algo. Era todo sonrisa y amabilidad. Pero yo ya no lo reconocía, estaba ante un absoluto extraño con el que no tienes ni por qué hablar. Sólo acerté a decir que estaba bien, y que ya nos veríamos en otra ocasión.

¿Para qué me saluda tantos años después? ¿Por qué lo hace cuando no sólo ha perdido la línea, sino que parece que la ha asustado?

Hay gente que se cree algo, lo que sea, y piensa que lo va a tener eternamente, y por eso saca su verdadera personalidad, cuando se creen superiores, mejores o más que los demás.

Y menudos zascas mete a veces la vida... Uf... hasta retumba y todo si andas cerca.




No hay comentarios: