8.5.19

Mía, la culpa ha sido mía...

Esta primavera está siendo especialmente dura para cierto entorno mío.

No tienen problemas de salud, ni económicos, ni muertes, tienen familias perfectas, una vida social intensa pero están amargados por a saber qué. Supongo que esa felicidad les sabe a poco.

Lo primero que hacen es andar por la vida con cejas, ojos, nariz y boca en la misma parte de la cara, en un gesto de malhumor eterno. No disfrutan con nada, se agobian enseguida y como no tienen nada mejor que hacer en la vida (recordemos que no tienen problemas) se dedican al deporte nacional: a dar por culo.

Si vas, si vienes, si haces, o con quién. Si estás, si no, si ríes o cantas. Si llevas, si traes, si puedes o no. Si comentas, o si callas, si tú lo sabes y ellos no, o porque no lo sepas. Da igual. El problema eres tú. Su problema eres tú. Y miran con lupa cuanto haces, dices, con quién hablas, dónde vas, si te llevas bien con alguien que les ignora, y hacen cuanto pueden para quedar por encima de ti, como aceite en el mar.

Pues vale.

Ni les hace gracia tus bromas ni les gusta que vayas (por fin) con tranquilidad por la vida, porque ahora se dedicarán ellos a borrarte esa sonrisa de gilipollas que se te pone porque pasó la tormenta y ahora disfrutas de la calma chicha. No comprenden cómo puedes estar tranquila aunque vengan nubarrones, porque siempre se ponen en lo peor que no les ha llegado nunca. Que no puedes tener una vida que no tienen, sólo porque lo deciden, y no les haces caso porque pa qué. Y mantienes la calma que intentan romper y eso hace que se esfuercen más en hacerte sentir mal.

Y no.

Tienen que estar haciendo cuanto saben y pueden para incomodarte, enfrentarte con otras personas, para quedar mejor que tú. Y te da igual. Pero el tiempo no pone a la gente en su sitio, sino ellos mismos se ponen. Y el público ante quien te querían linchar ha visto y comprobado la verdad, en la que lanzaron flechas que no dieron en su objetivo sólo porque con la misma boca con la que pedían favores ahora hablan mal de ti.

Y qué culpa tenemos de ser, de saber, de conocer, de estar, de respirar, de reír, de vivir, de disfrutar, de ocupar un lugar en el mundo que ofrece millones de cosas nuevas por descubrir, de gente interesante conocida y por conocer. Y qué culpa tenemos de que no disfruten de lo que tienen y de lo que podrían conseguir.

Pues la culpa ha sido mía, cantaba Camilo Sesto.

Si soy su problema es porque no tienen problemas, en realidad. Porque considerarme a mí un problema... bueno, a mí se me da muy bien dar por culo cuando quiero, la verdad. Pero es que yo no había hecho absolutamente nada para verme en esto. Y el problema ha sido eso, que yo no quería hacer absolutamente nada con esta gente.

Y siguiendo así han conseguido que yo sea por fin un problema. Su problema.

Y no hay nada en esta vida como hacer algo que moleste a quien le caes mal, a quien ha intentado destrozarte, porque si sin hacer nada ya les molestaba, a partir de ahor, por poco que hagas, le sentará peor de lo que realmente es esa ofensa.

Así que cualquier chorrada es como una afrenta que se tiene que solucionar en un duelo con pistolas.

Y como disparen balas igual que las flechas...

Que eso. Que la culpa es mía.

Y sin mover un dedo, oiga.

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