13.1.19

Que nunca duela

Llevaba mucho tiempo queriendo más de lo que me querían. 

Era una costumbre insana y natural en mí, esclava de mis sentimientos y de otras personas que disfrutaron haciendo daño. Sin saber por qué, siempre estaba en el banquillo esperando mi oportunidad, creyendo que algún día me tocaría ser la afortunada, deseando saber qué era lo que se sentía cuando te elegían. A veces creí saberlo, y la felicidad fue absoluta. Pero no, no lo supe jamás porque nadie me quiso realmente. Nadie quiso afrontar el dolor que causaba, nadie quiso dar la cara sabiendo el daño que hacía y nadie, absolutamente nadie, se paró a pensar en lo que podía estar sufriendo yo. Y algunas veces, unas pocas, me las ví canutas.

Ese reconocimiento que yo esperaba de ciertas personas, ese cariño que yo buscaba, tenía que venir de familia, amigos o relaciones, pero tengo que reconocer que mi insatisfacción fue más grande que lo que me daban. No es que yo siempre quisiera más, es que no me daban lo que yo merecía. No era jamás igualitario, ni justo, ni real. Jugaban a fingir, a aparentar, sólo para que yo no me enfadara y perdieran eso que tuvieran conmigo. Lo que fuera. Y por ello fueron capaces de engañar, mentir, actuar y decir tantas mentiras en privado o en público que me sorprende el descaro con el que hablaban delante de mí, o a mí.

Y nunca era constante, de repente me encontraba con un silencio, un desprecio, un cambio de humor sin venir a cuento que pagaban conmigo, por una mala tarde, una discusión con otra persona, o simplemente por placer. Sabían que yo siempre estaba ahí. Si os digo la verdad, no sé realmente qué esperaba, si ya había detectado que no era yo lo que causaba su malhumor y sí con quien pagaban el pato. Supongo que era el hábito de estar ahí, de querer algo de reconocimiento, no sé. 

Tardé, pero me di cuenta.

Espero que te des cuenta ahora de que, lo que me pasaba a mí, te está pasando a ti ahora.

Dará igual lo que hagas, lo que digas. Siempre serás la última a la que recurran para las buenas cosas, y la primera para las malas. Nunca esperes reconocimiento por estar siempre ahí porque los aplausos siempre los tendrá otra persona que no serás jamás tú, como te han demostrado todo este tiempo. Tú aguantarás malos humores, tristezas, malos días y en cuanto brille de nuevo el sol volverán a dejarte sola. Rellenas vacíos, rellenas huecos. Y no vales para rellenar huecos de nadie, eres demasiado importante y no te mereces ni hacerles sombra.

El amor no duele. Si duele, no es amor. Ni amor, ni amistad, ni cariño ni nada. 

Que nunca duela.


No hay comentarios: