6.1.08

Las capas de la cebolla.

Creo que a lo largo de la historia del blog he dejado bien claro mi facilidad innata para el llanto. Otras cualidades no tendré, pero soy la más rápida a este lado del Mediterráneo en dejar caer la primera lágrima con inusitada velocidad. Emotiva, dicen. O blandengue. O llorica. O llorona. O lo que sea. Sobre mis llantos he dejado huella en muchos posts, por varios motivos. Lo único que me pasa con el llanto es que muy poca gente me ha visto llorar. Muy poca. Se creen que una es de hierro, y así pasa. Pero nada más lejos de la realidad. Si soy un trozo de mantequilla... bueno, en estas fechas más bien soy un trozo de grasa informe -es que he engordado un pelín-. Lo que pasa es que tengo obsesión por no llorar ni delante de la gente ni encima de la báscula.

Bueno, pues hace unos posts hablé de mi negativa a ver películas de miedo, a pesar de mi afición desaforada por ellas, así como a los libros de terror. Serán las hormonas, digo yo, pero prefiero ahora los finales felices y las películas de risa. Pues me he tragado -devorado, mejor dicho- tres películas con las que he disfrutado como una enana. El orden ha estado bien: una de risa, una de terror, y un drama. Con las tres he llorado, blandengue que es una. La primera era Arma fatal, la segunda El orfanato, y la tercera ha sido Cinema Paradiso. Con la primera ha sido de risa, con la segunda por el desenlace, y la tercera porque si. Como una magdalena, oiga.

Pero... ¿qué es lo que hace que mi vena sensiblera se ponga a trabajar? Pues no lo sé, pero si sarna con gusto no pica... Lo que pasa es que los llantos me dejan los ojos hinchados, y una, que ya los tiene grandecicos y saltones de nacimiento... Menos mal que no vivo de mi imagen, ni tengo sesiones fotográficas para ninguna revista, porque si no... Que pestañeo y se me mueven las gafas... La cosa ha tomado dimensiones preocupantes...

Pero bueno. Aquí estoy de guardia, esperando a los Reyes Magos (tenía ganas de decir algo así) y preparándome el traje de noche (el pijama, vamos) para la fiesta que celebraré esta noche en mi cama conmigo misma, en donde sólo estaré yo y roncaré, se me caerá la babilla, se me marcará alguna arruga de la almohada en la jeta, y dormiré hasta que pueda. Me echaré alguna manta más porque prefiero morir aplastada por el peso de la ropa de cama a morir de frío -me gusta el invierno, pero abrigaíta-.

Nas noches...

1 comentario:

Mentalizada dijo...

Jo, yo duermo con un plumón que me regaló mi madre hace ya años, y te puedo asegurar que con eso no pasas frío, pero aun así, le pongo una manta de esas que pesan encima, porque si no hay peso, parece como si tampoco hubiera calor!