7.8.17

El exorcismo

No sé si en la ley de Murphy hay algún capítulo que hable de la profundidad existente de los cajones en casa, pero debería haberlo, porque telita la de mierda que se puede hallar en ellos. Y la culpa es MÍA. Vuestra, en vuestras casas, so guarros.

Podemos hacer un tratado de arqueología mirando lo que podemos encontrar en ellos, desde facturas del año del Pleistoceno, hasta una invitación de boda en la que el niño ya ha hecho la comunión, pasando por un móvil que iba a cuerda por aquél entonces. Claro, si ese cajón no se usa, cómo iba a saber yo que estaban esas reliquias ahí.

Pues igual que encontramos cosas curiosas también encuentro cosas que no necesito, no quiero y no me apetece tener, así que ale, a la basura, aire, atomarporsaco. Y la sorpresa viene cuando de un cajoncito de nada llenas una bolsa de guarradas que no sabía que tuvieras ni que acumularas en todo este tiempo y mucho menos que ocuparan tanto espacio. Pero bueno, qué Diógenes estoy hecha, po favó, dentro de nada no puedo entrar en casa, igual que esos programas que salen en la tele que no se ve ni el suelo de la mierda que tienen.

Pero también encontramos cosas que dimos por perdidas hace años. Ah, malandrín, aquí te hallo, cuando ya había desistido en volverte a ver... Que puede ser cualquier cosa, desde una foto, hasta un pen, o cualquier otra mierda que te indica la cantidad de años que o no abres ese cajón o no lo ordenas, cochinote/a. Ejem.

Y cables de móviles. ¿Encontraremos cables de móviles diferentes? Hasta me he encontrado una cartilla de un banco que no existe desde hace no sé cuántos años, y otra de otro banco que no existe desde hace unos pocos. Todo indica que banco que toco, desaparece. Pero mi hipoteca, no.

Qué entretenido es esto. Haha. Y qué dejada he sido.

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