29.4.08

Quien tiene amigos...

De naturaleza soy mal pensada. Siempre pienso (esa manía que tengo) que todo tiene un motivo y una consecuencia. Aún así, mi vida fluye a veces sabiendo lo que me espera. O lo que los demás esperan. La sorpresa viene cuando ocurre. Puede sentar bien, o mal. Aunque mi cabeza siempre acabe pensando otras cosas más bonitas, la verdad es que la primera impresión es la que cuenta. Debería hacer más caso a mi cabeza. Como el corazón no tiene nada que ver en esto, lo dejaremos a un lado.

Zaplana es un político que nunca me ha gustado. Desde que lo tengo como un personaje público, nunca me ha caído simpático. Leo cosas que no me gustan. Aunque lea cosas a su favor de sus partidarios, os juro que no he encontrado nada de nada que hiciera que ganase mi simpatía. Si las apariciones en la televisión me causaban arcadas, qué decir de cuando salía alguna frase suya en un periódico. Siempre cubriéndose de gloria. Siempre. He estado cerca de sus adeptos en algún trabajo y sigo sin entender qué clase de mérito tenía para ocupar un puesto político. Y entonces, me entero de que dejaba de ser el portavoz de su partido. Y pensé: qué raro... con lo que le gusta el poder y la política....

Hoy me entero de que deja su escaño de diputado porque se va a Telefónica como delegado. Y la verdad, no lo entiendo. Porque si no entendía qué tenía él para ocupar un cargo político, tampoco entiendo qué tiene para ocupar tan alto cargo para esta multinacional. Ah, claro, ya sé: amigos.

No sé qué tuvo que ver con una regulación de empleo en esta empresa, pero su sueldo dará para pagar a la mitad de los que despidieron. Seguro.

No lo entiendo. Y yo intento entender las cosas, leer, documentarme y todo eso, pero este hombre sigue sin gozar de mis simpatías. Todos sabemos que los políticos -de cualquier ideología, aclaro- acaban dejando la política cuando tienen un buen sueldo en una empresa privada. Y a mí, como ciudadana, me hierve la sangre cuando veo qué cobran ellos por ser diputados y qué cobro yo. Y encima, que dejen ese puesto para sus amigotes y a ellos les coloquen en otro sitio mucho mejor remunerado. Como si pasaran hambre los diputados...

No lo entiendo. Os juro que no lo entiendo. Pero es que ya he escuchado a varias personas que se van a dar de baja de esta empresa. Y razón no les falta.

28.4.08

Gensanta...

He recibido un pogüerpoint en donde se me mostraba una boda a la que no me iban a invitar en mi vida. En mi vida, repito.

...Y no se si alegrarme o respirar aliviada...

¿Los curas se depilan? Porque si la respuesta es no, entonces es un tío disfrazado... y depilado...

27.4.08

Fiebre del sábado noche.

Es sábado...



...debería haber salido, pero estoy amuermá...



...y he empezado a ver la película "Las crónicas de Narnia", pero he estado a punto de querer dejar de vivir para siempre, así que la he quitado antes de que terminara esa tortura porque QUIERO VIVIR...



...así que me he puesto el traje de noche dispuesta a...



...hacer cualquier cosa que no sea ver ESE BODRIO DE PELÍCULA.

Voy a infiltrarme en algún chat a ver con quién discuto esta noche... whahahahaha...

21.4.08

The avenger.

Hoy me han preguntado si soy vengativa. Bueno, rencorosa, soy un rato. Una rencorosa de mierda, exactamente. Lo que pasa es que a veces es mejor pasar página y dejar ciertas cosas atrás, más que nada para seguir adelante. Porque hay veces que has quedado fatal, sin derecho a réplica, el problema te lo han dejado calentito sin posibilidad de atenuante ni fianza, sin derecho a juicio, o te cargan el mochuelo bien clavado, no sea que se te caiga. El daño está hecho, la mayoría de veces sin comerlo ni beberlo. A veces, las más, es imposible hacer nada por sacudirte la culpa, sea o no tuya, sea leve o la hayan querido hacer descomunal.

Como culpable ya eres -o eso han demostrado los demás- de nada sirve quedarse en casa encerrada hasta que te mueras. Y piensas, ahora hablarán, pero con motivos. No es venganza. Y piensas, ahora si que voy a hacer lo que dicen que he hecho. Y tampoco es venganza. Y haces exactamente todo cuanto han utilizado para lapidarte públicamente. Pero tampoco es venganza. Y cuando ya lo has hecho todo, lo has dicho todo y ya han hablado y se han asustado, piensas: y ahora, hablad. Entonces es cuando se callan. Al igual que no se te puede juzgar dos veces por lo mismo, aquí tampoco. Y a veces, sólo a veces, entornas los ojos y tu sonrisa se ladea mostrando una imagen a lo Dorian Gray. Y es cuando empieza la venganza.

Como soy una rencorosa de mierda -repito-, pueden pasar años y años, y nadie sabrá lo que pienso y lo que planeo. Tiento, miro, observo y callo. Hasta busco varias posibilidades, que preparo por si una falla o no llega. Hasta el heredero de mi Pepito Grillo ignora lo maquiavélica que puedo llegar a ser cuando -aclaro- quiero (recordemos que mi Pepito Grillo la palmó el año pasado) y -aclaro esto también- puedo. Y cuando llega la hora... ¡oh, delicia divina! La venganza no está fría, es puro helado. Pero... oh, qué momentos los de antes de actuar...

Y entonces me vengo, del verbo vengar, no del verbo venir. Bueno, esto también. Me vengo y luego, me vengo. Y entonces llega el éxtasis.

Lo único que pasa es que muy pocas veces me vengo. Pereza, pasotería, desprecio... hay muchas cosas que pueden llegar a impedir esos momentos tremendamente placenteros. Lo que tengo claro es que, del que no me vengue, que sepa que no me importa nada.

A ésos, sencillamente, que les den por el culo. Tal cual.

Soy una rencorosa de mierda, he dicho. No actúo casi nunca. Pero tengo que decir a mi favor que podría hacerlo más de lo que lo hago, pero soy buena. O tonta. Da igual. La cosa es que no quepo en mí de asombro por las cosas que podría hacer y no hago. Por las cosas que podría utilizar en contra de los demás y no las uso. Por la de cosas que podría decir y no digo. Por la de cosas que descubro y nadie imagina que sé.

Si supieran lo que puedo llegar a hacer... o lo que es peor... si supieran cuándo lo voy a hacer...

Por lo demás, es lunes, mañana empiezo un trabajo nuevo -¡bien!- y no quepo en mí de gozo.

Y soy una rencorosa de mieeeeeeeeeeerda. Pero nadie es perfecto.

20.4.08

Consulta popular.

Decidme que mi navegador no funciona bien. O que es mi conexión. O cualquier otra cosa que se deba a un fallo...

...porque no veo la página de Paul Beaumont...

...Joer con la primavera, que ya le vale, ya.

19.4.08

Ese trocito.

Ayer, mientras Anacleta -¡eh! ¡cuánto tiempo!- y yo comíamos, hablábamos en la capital del reino sobre el tema de la privacidad. Las dos nos referíamos a que los demás, en mayor o menos grado, pueden saber muchas cosas de nosotras, o casi todo. Pero siempre había algo que no queríamos compartir, que es nuestro secreto, por decirlo de algún modo. Ese secreto es la libertad de leer lo que una quiera, o de hacer cualquier cosa sin tener que explicar los motivos de ello a nadie, ya sea porque no se lo digamos, o porque no queremos que nadie más se entere.

Aunque esto parezca alarmante, todos necesitamos un trozo de intimidad en donde podamos hacer lo que queramos -nada ilegal o preocupante, me refiero- sin que nadie esté observándonos. No queremos tener testigos, no queremos que nadie sepa a qué nos dedicamos en ese rato que queremos estar alejadas del mundo, queremos y necesitamos esa privacidad. Es como la manía que hemos tenido todos de encerrarnos en nuestra habitación y que nadie entre. Lo mismo estabas en la cama tumbada, mirando el techo, pero no querías que nadie supiera que estabas mirando el techo, no por nada, sino porque no siempre quien te rodea tiene que saber que miras el techo. Y esos ratos, yo los valoro mucho, porque a veces mirar el techo (por seguir con ese ejemplo) es hacer lo que uno quiere sin tener que dar una explicación, sin tener que escuchar "¿qué haces?" o "¿qué has hecho?", sin tener a nadie detrás que tenga que saber necesariamente qué estoy haciendo a cada momento, o ver qué he estado leyendo o haciendo.

Hace ya tiempo que yo me he vuelto territorial, y necesito estar sola. Durante media hora al día -¡por lo menos!- quiero disfrutar de ese ratito que no me solucionará la vida ni eliminará el hambre del mundo, pero que valoro porque me siento libre, porque es un tiempo que me dedico a mí misma, para mí, y no tengo que dar explicaciones a nadie. Si alguien me viera durante ese momento, no pensarían nada raro, pero si escribo una novela -que la escribo, para mi uso y disfrute- no tengo porqué tener una cabeza sobre mi hombro leyendo lo que escribo. Si estoy escribiendo un correo, no aguanto que entren en mi habitación a guardar la ropa y miren la pantalla del ordenador. Si estoy en el baño haciendo cualquier cosa -un buen ejemplo- no quiero que nadie vea qué hago, si me afeito las piernas o estoy sentada en la taza.

Supongo que a todos nos pasará lo mismo. Podemos confiarnos más o menos con los demás pero, en mi caso, si mi confianza se divide en bloques, nunca los entrego en su totalidad a la persona que goza de mi confianza, pero eso le pasa a todo el mundo. Alguien puede tener un bloque, o cinco, pero si yo tuviera diez bloques, como máximo entrego nueve. Nueve y medio, mejor dicho. Y ese medio es el que me sirve para gozar de mi soledad, para estar en mi mundo, con mis chorradas o mis problemas, en donde rumio acontecimientos, en donde escribo una novela o en donde busco información sobre la gestión de contenidos. En donde descubro un nuevo blog, o donde me depilo las cejas. O donde limpio mis zapatos con betún y cepillo de forma parsimoniosa y cansina, o donde decido que quiero estudiar tal cosa. Es como cuando me llaman al móvil y, antes de decirme el motivo de su llamada, me preguntan ¿dónde estás? sin haber quedado conmigo. Es algo que me pone de los nervios. En esos casos, podría contestar perfectamente que me encuentro sentada en la taza con los pantalones bajados hasta los tobillos, pero lo que hago es preguntar si quiere algo. Aunque estuviera cagando, no le importa.

Hagas lo que hagas en esos momentos no tiene que ser necesariamente conocido por los demás. Tal vez por esa territorialidad que ahora tengo, por esa manía que he adquirido, puedo confiar nueve bloques y medio de mí a las personas, como máximo, pero ese medio bloque es mío, sólo para mí. Anacleta estaba de acuerdo, porque a ella le pasaba lo mismo. Y supongo que a los demás también.

Y si encuentras a alguien y le confías esos nueve bloques y medio... ¿porqué hay quien quiere saber qué hay en ese trocito que no muestras? ¿Acaso esa persona te muestra todo de ella?

Yo he confiado a muy pocas personas nueve trozos y medio de mí. La media con los demás oscila entre siete y ocho, porque siempre he sido bastante confiada con la gente -y así me ha ido jeje-. Algunas han rozado el nueve. Pero el nueve y medio lo han tenido muy pocas personas. A veces he pensado que eran demasiadas, o que no se lo merecían. Pero yo soy así. Prefiero ver que me he equivocado al hacer algo, que arrepentirme por no haberlo intentado y quedarme con la duda.

Pero ese trocito que no comparto es lo que desde siempre me he guardado. No sé porqué, pero ahora me alegro de haberlo guardado para mí. Hay gente que ha querido saber más, ha habido gente que ha ignorado esa parte, pero desde luego está lejos, muy lejos, del alcance de cualquiera.

Y aunque, hoy por hoy, haya gente que quiere ir conociéndome los bloques y lo que no son los bloques -joer con la primavera, qué alterada tiene a la gente-, tengo claro que jamás de los jamases renunciaré a esa privacidad.

Porque no necesitas tener problemas para evadirte de lo cotidiano y encerrarte en tí misma. Lo único que necesitas es estar tranquila y sola. Y yo eso, lo valoro mucho.

14.4.08

No es lo mismo querer que tener.

Esta mañana, cuando me he levantado, he desayunado y me he fumado mi cigarrito antes de largarme a mis menesteres del día. He acudido rauda y veloz al lugar en donde se me esperaba (es un decir :P), mientras por el camino me he dado cuenta de que se me había olvidado el tabaco. ¡Mierda! ¿Porqué no me habré dejado el dinero, las llaves de casa, las gafas, la ropa...? No, no: EL TABACO. No puedo haberme dejado otra cosa. Grrrr... Pero como se me hacía tarde, pues he pensado, bueno, pues ahora compro. Mecheros en el bolso tenía cinco (cinco, ojo), pero cigarritos, ni uno, y ha dado la real casualidad de que he estado y pasado en y por lugares en donde no se puede fumar y, por lo tanto, tampoco habían máquinas ni estancos en donde comprar. Mientras caminaba, no me acordaba de fumar, pero cuando he llegado a mi destino, tampoco hubiera podido acordarme -es lo que tiene los sitios oficiales y públicos, que no dejan darle al fumeteo-, por lo que he optado por esperar a salir para entregarme en cuerpo y alma al vicio.

Ni qué decir tiene que ni me he acordado de que soy fumadora hasta que he salido. Y, cuando he salido, he recuperado la memoria al instante y he ido a comprar tabaco a la quinta porra, único sitio autorizado. Me he fumado uno. ¡Uno! Eran las once de la mañana y se ve que mi cuerpo no necesitaba más, porque hasta las cuatro de la tarde no he vuelto a fumar.

O este cuerpo mío está tonto, o la tonta soy yo. Pero cómo cambian las cosas cuando quieres y no puedes, o cuando tienes y te da igual.

Por ciertooooooo: oficialmente, ya soy un número más en las estadísticas de desempleo. Espero que por poco tiempo... A saber dónde acabo ahora... o cuándo...

13.4.08

Problemas de sueño.


Anoche me acosté (ejem) con un libro que me estaba leyendo, La catedral del mar. Me tenía viciá. Bastante machista -no sé si por reflejar aquélla época o qué, pero desde luego, la única mujer que se libra es la Virgen María, y porque es una estatua-, pero desde luego entretenía un rato. Un rato muy largo.

Total, que seguí leyendo, leyendo... y cuando lo terminé, eran las siete de la mañana.

Y así me pasa. Que no sé por qué, tengo sueño.

Ps: El médico me dijo que ni tiritas ni amputación, que a veces el cuerpo hace cosas raras y luego vuelve a la normalidad. Se me había olvidado contarlo. No os libraréis de mí tan fácilmente...

11.4.08

Me he quedado en blanco.


No sabía que votarse a sí mismo sería considerado voto nulo... sobretodo cuando te equivocas de urna.

Regla elemental en las elecciones: sobre blanco, urna blanca; sobre sepia, urna sepia.

No es un montajejejejejejejejejejeje...

Pd: Me lo han mandado por correo.

9.4.08

Polémica zanjada.

Digamos que, para mí, que se apague una llama, sea de una antorcha olímpica o la de un mechero, me parece menos importante que dedicarse profesionalmente a contar confeti. El mundo se divide en dos bandos: los que la quieren apagar y los que no quieren que la apaguen. De las cosas que menos me interesan en este mundo, la antorcha olímpica es una de ellas. Por la forma, es fácil deducir por dónde quiero que se la guarden a buen recaudo, prendida y todo, ya que les gusta tanto tener la llamita encendida. Eso si: sin ventosidades, porque son inflamables y pueden liarla.

Lo que sí me importa, es la cantidad de famosos y gente supuestamente respetable que han salido a la palestra para denunciar qué se cuece en el país en donde se celebrarán los JJOO. No hay que negarlo, porque es evidente. Pero el mundo está lleno de injusticias y nadie de esos que salen ahora hablando de atrocidades e injusticias se fijan en otros grupos de gente, tal vez mucho más represaliados y, a lo mejor , mucho más indefensos. Hablo de las mujeres en todo el mundo. No he visto a Richard Gere hablando de lo que pasa en la India si naces -he dicho si naces- mujer y descastada. Sorprende ver por cuánto te venden tus padres a los cinco años o qué hacen tus hijos cuando te quedas viuda. Y eso si que es atroz, pero como no son budistas como él, pues no le pica. Tampoco he visto a nadie indignarse con lo que les ocurre a las mujeres de África, en donde he llorado leyendo, sólo y simplemente, relatos y reportajes de mujeres que sobreviven un día a día entre soldados, o el de niñas que tienen que vivir junto a una decena de hombres que deberían ser quemados vivos, mientras el resto del mundo mira hacia la antorcha olímpica. O lo que ocurre en Ciudad Juárez, México, en donde se preocupan bastante menos por las chicas que destrozan o desaparecen rumbo a su trabajo que por las olimpiadas. O la cantidad de mujeres que asesinan o violan en Guatemala, y no suelen encontrar un culpable; y si lo encuentran, resulta que es siempre la víctima, por llevar una falda demasiado corta -aunque tenga siete años la criatura- o llevar las uñas pintadas, detalle irrefutable de a qué se dedicaba laboralmente, como dijo en un reportaje un policía (la realidad distaba mucho de estas afirmaciones).

Nadie se indigna por el trato de las niñas chinas, nadie se moviliza por ello, pero por la antorchita sí. Tampoco se preocupan de las mujeres en la india, de la edad que sea, ni de las africanas, ni de las asiáticas..., ni de nada más que de la antorchita, y porque han mostrado qué les hacen a los monjes budistas. A los monjes budistas del Tíbet llevan mucho tiempo dándoles caña y nadie se ha indignado tanto con China, ni les han boicoteado sus productos, ni nada de nada. Hipócritas. Bien que mandan fabricar sus productos allí, muchas veces -comprobado por la presa seria- con mano de obra barata y esclavizada.

Por mí, que se coman la antorcha, por hipócritas y que se dejen de polémicas idiotas. Que se dediquen a hacer cosas que de verdad solucionen problemas de personas humanas. Que apagando una llama no se soluciona nada.

Qué hipócritas, de verdad...

8.4.08

¡Mis ojos!

En una oferta seria de una página seria de búsqueda de empleo me he encontrado esta frase tan contundente referente al horario:

L a V de 9h a 15 ho 15 ha 21h


...Están de coña... ¿no?

Actualización: Pongo el enlace para que lo veáis vuzotro mijmo. Si rectifican la oferta o la retiran, ya no es mi problema :D

Ps. de la actualización: Suhpongo quhe she lhes hha trabhucado hun pohco lash teclash hal hescribir. Noh lehs culhpo phorh hello. Ah todosh nosh puhede pashar.

Ps. de la actualización de la actualización: Ja, ja y ja, qué graciosos los de la wés, que han rectificado y me dejan con el culo al aire. ¡Pues que sepáis que yo lo he visto, y otros lo han corroborado!

7.4.08

Radiografía

Ayer, tras la comida, quedé con Alfonsa y los demás. Llevé unas fotos que hicimos hace dos años en uno de esos cumpleaños que celebramos y que querían ver de nuevo. Acabamos repartiendo las fotos, por lo que casi me quedé sin ninguna -las suficientes-. Entonces, fue cuando apareció Gruñón.

Estuvo viendo las fotos y tardó un poco más de lo normal en terminar de verlas. Yo me fijé que, cuando terminaba con ellas, volvía a revisar alguna anterior. No sabía qué había visto en ellas para que le interesara tanto. La respuesta la tuve cuando, más tarde, y de forma casual, acabó junto a mí. Mientras los demás charlaban como si nada, me hizo una pregunta muy incómoda.

-¿Qué te pasaba?
-¿Qué?
-Que cuando hicísteis estas fotos, a tí te pasaba algo. Tienes una mirada triste.

Mierdaaaaaaaaaa. Y ha tenido que recordármelo precisamente él. Jodío, qué ojo. No iba a contarle mi vida -más que nada porque no me apetecía-, pero él seguía con sus comentarios, haciéndome una autopsia en cada foto. No sonríes, aquí si, pero lo haces forzada... Le dije que no se fijara tanto, y que si ahora me veía triste. Me dijo que no. Y yo le contesté que entonces lo dejara estar.

Es curioso, muy curioso, cómo puedes encontrar diferentes tipos de personas. La persona a la que le cuentas tus penas y no les da importancia; la persona a la que como no le cuentas nada, ni le pasa por la cabeza que te pasa algo, o no se interesa; y la persona que ignora todo sobre tí y por una simple foto, deduce mucho más de tí que cualquiera que esté contigo día a día.

Pero aunque esté acostumbrada a que me ignoren cuando tengo algún problema -a todo se hace el cuerpo, y tengo que levantar cabeza yo solita-, me cuesta entender que pueda haber alguien que lea a través de mí. Suelo ser transparente, enseguida se me nota si estoy bien o mal. Pero, y esto es lo que más me sorprende, que una persona, a la que acabo de conocer, se preocupe más por una mirada triste en una fotografía que los que han estado a mi lado durante muchos años más.

Y eso es un punto a su favor.

6.4.08

Cómo odiar a un hombre.

Me lo presentaron hace tiempo. Lo llamaré Gruñón, como el enanito, aunque mida uno ochenta.

Hola, hola, qué tal, bien, y tú, bien... Todo normal. En una conversación tonta poco tiempo después acabamos discutiendo. Una broma mía -"aquí hay mucho hombre adulto independiente, pero seguro que la ropa interior se la sigue comprando mamá"- para que estallase la guerra de los cosmos. Se ofendió -a quien le pica..., comenté-. Desde entonces, es que pasaba de ignorarme, a atacarme con frases hirientes ante cualquier cosa que decía. Ya, si ya me había dado cuenta de que no era santo de su devoción, me dí cuenta enseguida, pero lo de este chico no tiene nombre. Se metía conmigo por cualquier cosa. Hasta llegó a decirme que soy demasiado inteligente para que alguien se interesara por mí. Bueno, por eso no me voy a ofender, es algo que se ve -a los hechos me remito-, pero prefería ignorarlo a estar discutiendo con él por cualquier cosa. Es de los que, con palabras normales, te quiere desarmar, dejarte sin palabras o sin argumentos. Intenta darle la vuelta a lo que dices. E irrita. No, no irrita: te pone de mala leche, diciéndolo en plan finolis. De ahí que prefiera mantener las distancias por si muerde.

Con los demás es súperagradable. Me intrigaba ese cambio de conducta con unos y conmigo. Supongo que desprenderé un olor repelente indetectable para todos, excepto para él, que haga que su pituitaria me detecte como organismo hostil o algo cuando digo algo que no le gusta -lo mismo le molesta las chicas que sepan hablar, porque es que no estaba de acuerdo en nada- y haga que se ponga de uñas conmigo a la mínima. Y la cosa es que me gusta. No que se meta conmigo, claro, pero tiene algo que me atrae. Es inteligente, divertido y tiene una sonrisa preciosa. Ah, y una nariz interesante. Muy interesante...

Hoy hemos ido de paella a un chalet. No hace tiempo para bañarnos, pero ha hecho un buen día para que nos diera el sol. Él ha venido también porque... yo qué sé. Se ve que lo han invitado, porque ha traído helado de postre. Ha venido y primero ha estado un poco seco conmigo -a lo mejor porque yo no le he saludado-, luego un poco amable -pero eso ha sido cuando nos hemos ido a dar una vuelta por la urbanización y se me ha pegado a rueda y le contestaba con monosílabos y movimientos de hombros, mientras él intentaba mantener una charla- y a la hora de la comida lo tenía sentado a mi vera, llenándome el vaso de vino mientras yo lo miraba con temor -¿por qué? ¿¿por qué??-. ¡Hasta me ha seguido a la cocina para fregar! Yo veía a los demás que se escabullían -y no sabía si era por dejarnos solos, pero juraría que era por no fregar-, dejándome a Gruñón enjuagando lo que yo fregaba. Y entonces... Me dice (textualmente) que si me apetecía quedar algún día para ir al cine o algo (me ha llegado al alma ese o algo) (porque ese o algo puede ser cualquier cosa) (escupir para arriba es un posible, o quemarse a lo bonzo es otro o algo jajajaja). A mí me ha entrado la risa. Lo explicaré:
1. La última vez que fui con alguien masculino al cine vimos Shrek III. Me imaginaba yendo esta vez a ver Papá por sorpresa o algo de eso...
2. El ya comentado o algo, que tenía muchas posibilidades... infinitas...
3. Es que pensaba que se iba a meter conmigo o algo...XD

...Y él se ha mosqueado, cómo no. Ha empezado a decirme que no me tenía que reír de las personas por querer conocerme mejor. No, si no me reía por eso. Pues no es agradable que se estén riendo cuando le dices a alguien que quieres quedar con ella. No, si te comprendo, pero... -a mí me había dado un ataque de risa tonta que hacía que se cabreara más-. Y entonces, él se ha enfadado de forma definitiva, porque se ha salido de la cocina sin decir ni mu. Y a mí me entraban más ganas de reír porque me imaginaba la escena: él todo monísimo de la muerte diciéndome ...o aaaalgoooo y yo apoyada en el armario descojoná. Toda una estampa. He salido después -no siguiéndole, claro-, intentando recomponerme, y parecía que nadie se había enterado de lo que había pasado, porque él estaba tomándose el café con los de la pandilla como si nada. Yo he notado que me miraba dolido, y me ha dado pena. Luego no, qué leches. No me había reído de él. Había sido un inoportuno ataque de risa, y no me había dejado explicarle que a veces, cuando me pongo nerviosa, me entra la risa floja por cualquier chorrada. Y el desencadenante ha sido de lo más absurdo, pero como no me iba a creer...

La tarde ha terminado con cervecitas, hemos jugado al escondite por el chalet -qué espaciosa la despensa, oiga, y qué lugar tan bueno para esconderse- y hemos terminado cenando en el comedor, porque ya no se estaba tan bien fuera. Unos se quedaban, y yo me quería ir porque mañana -hoy, más bien- tengo una comida familiar y nos vamos a comer por ahí. Total, que él ha estado ahí, aguantando el tipo como un campeón sin dirigirme la palabra durante el resto del día hasta que se ha ofrecido a llevarme. Y he dudado. Pros: lo mismo insiste. Contras: lo mismo me descuartiza.

Como al final otra gente se ha apuntado a bajar con él, no me ha importado ir en su coche. Yo no quería ir sola con él, pero no por miedo. Ha ido dejando a la gente en la puerta de su casa, dejándome a mí para el final. ¿Sabéis una cosa? Que estaba segura de que lo haría -jeje, qué creída- y ha parado el coche frente a mi casa. Ha querido hablar un ratillo, y yo he mantenido con él una conversación normal del todo. Al final ha sacado el temita de nuevo. Le he explicado lo que había pasado, pero que no le diera importancia. Le he comentado que era tarde y que me tenía que ir, que no iba a haber dios vivo que me despertara mañana. Y entonces... un ¿halago...?
-No sé si darte las buenas noches o un beso.
Jorl. La cosa se ponía interesante.
-De momento, las buenas noches.
-¿Es que ya te vas?
No quería irme porque estaba a gusto. Me gustaba estar en el coche con él, me gustaba lo que veía, y él se estaba poniendo cariñoso, pero... ¿ya? ¿Y si la cosa se ponía tontorrona? A pesar de mi supuesta demasiada inteligencia, me estaba tirando los trastos de forma muy poco disimulada.

Nota: Es que joer, vaya rachita llevo. Que ya van dos esta semana los que han demostrado que les gusto un poquito. Pero el otro no merece la pena comentarlo.

Al final me he despedido de lo más normal. Nos vemos y hablamos, venga vale, buenas noches y buenas noches. Ha esperado a que entrara en el portal para arrancar el coche e irse.

Y aquí me hallo. Por una parte, contenta. No le produzco arcadas ni nada que se le parezca. Por otra parte, no estoy contenta: ¿y ha estado metiéndose conmigo durante todo este tiempo porque... qué? ¿Por qué? ¡Argh!

Lo odio. Me gusta, pero lo odio. Porque no lo entiendo. Y si se ha portado así durante todo este tiempo gustándole, no quiero ni pensar cuando discutamos de verdad. Y no he quedado con él en nada. Se supone que me lo tengo que pensar. Y yo otra cosa no sabré hacer, pero darle a la bola, como yo sola (toma pareado!) Pero aunque pienso ¿y por qué no?, también pienso ¿y por qué si? ¿porque él quiera? Además, lo tengo que odiar mucho o algo, porque peazo post que le he dedicado. Creo que me lo estoy tomando todo demasiado en serio.

Y lo odio también porque... ays... me hace tener pensamientos impuros...

2.4.08

Haciendo amigos.

He ido al médico porque tengo un problemilla que no sé si necesita amputación o una simple tirita, pero más vale prevenir que curar. Bueno, pues me presento en la consulta antes de tiempo y pregunto por cuál hora van. Aún tengo que esperar un cuartito de hora para que me atiendan, por lo que desparramo mis lorzas en una de las sillas de espera -misteriosamente vacía- mientras la gente se agolpa en la puerta esperando su turno.

Llega una mujer cuya edad oscila entre los cuarenta y los ochocientos años -aún no lo tengo claro-, consulta la lista que está en la puerta y pregunta quién soy yo. Levanto una mano y se sienta a mi lado, alegando que va detrás de mí. Intenta practicar conmigo el noble deporte nacional de charlar en la sala de espera de temas que no me importan demasiado -el tiempo, tema recurrente para hablar por hablar-, cuando me empieza a contar sus enfermedades. A mí, teniendo en cuenta que soy bastante empática con los problemas de los demás, me aburre de sobremanera que me enumeren todos los síntomas y todos los signos de cualquier cosa. No es agradable que se estén bajando un calcetín para enseñarte un bulto de una variz y que te cuenten, con pelos y señales, su última operación. Me aburre mucho, pero ella sigue, y sigue, y sigue, mientras yo desconecto el cerebro y pongo unos minutos musicales. Veo que hay gente que nos mira y la escucha. Me siento un monito de feria. Digo que me aburre mucho venir al médico, y ella casi grita indignada que a ver si me pensaba que ahí va la gente por gusto. Vale, vale, ya me callo. Si era porque llevas un cuarto de hora hablando sin respirar y me da miedo de que te pase algo de verdad... Pero la mujer, si ya no me gustaba, ahora me gusta menos aún.

Ella continúa: ayer vino al médico para las recetas, y hoy para una visita, porque se le olvidó la semana pasada preguntarle al médico una cosa referente a otra de sus enfermedades. Es que está muy mal, me dice. Bueno, tendré que creerla, pero la lengua le funciona perfectamente, pienso.

Entonces, me pregunta qué me pasa a mí. Podría contarle la verdad: que no lo sé, pero dudo. Al final accedo y le digo que no será nada, pero por si acaso, omitiendo cualquier detalle que pueda dar pie a una interpretación por su parte. Entonces me suelta que yo soy de las que van al médico por ir y que colapsan las listas de espera (¡argh!). Siento que algo en mi cabeza explota y me llena de odio y de ganas de matar a alguien. No tengo que decirle nada porque la he mirado fijamente, en silencio -hay que ver cómo acojono cuando se me frunce el ceño- y ella calla. Lo capta. Tras un segundo de silencio, intenta encauzar la conversación de nuevo al tiempo, pero yo ya no la miro. Paso de ella. Ni la escucho. Tengo el mismo derecho que ella a venir al médico, de visita o por matar el tiempo, pero no es nadie para toserme. Vuelve a contarme más enfermedades -pa mí que tiene una más preocupante, y dudo si es el síndrome de Münchausen o una hipocondría tremenda-, pero la dejo con la palabra en la boca y me levanto a media frase para mirar por la ventana, sin cortarme. La mujer calla.

Entonces entro en la consulta. Unos análisis para determinar exactamente el grado de preocupación que tengo que tener y listos. Dos minutos con mi médico, que se ha tomado muy en serio lo que le digo y me pregunta si quiero algo más. Le contesto que, salvo eso, nada más. Salgo con la hojita rumbo al mostrador pertinente. La señora Münchausen me intercepta por la puerta y me pregunta que qué me ha dicho el médico. Le digo que no le importa y aún ella dice que necesitaría también unos análisis.

Coincidimos de nuevo en el mostrador de análisis diez minutos después (¿tanto ha tardado?). Intenta saber qué me tienen que hacer, pero, harta, y en un arranque de mala educación, le contesto que ella no es nadie para enterarse de lo que me pasa, so cotilla. Ella me llama maleducada. Soylo, señora, pero usted es una cotilla y una pesada.

En la puerta de salida del ambulatorio me detiene una chica que ha presenciado ambas escenas. Me consuela diciendo que a ella le pasó lo mismo la semana anterior, y que la mujer vive en el ambulatorio prácticamente. La conocen. No me extraña, porque se da a conocer. Y yo, que visito menos el médico que el paro -y es que voy sólo a apuntarme o renovar- me sienta como una patada en los mismísimos que me digan que yo sea la que colapse las listas del médico.

Pues vale. Las colapso. Pero como tenga algo malo y tenga que ir al médico a que me hagan cositas, se va a morir de envidia, porque seguro -seguro, porque no lo ha mencionado- que eso no lo tiene. Y me sentiré envidiada y todo.

Hay que ser positivos.

1.4.08

Y el tercero.

Tengo el grato gusto de autofelicitarme porque mi cutre blog cumple su tercer añito, para martirio de la red y regocijo de su autora.



Jo, que memocionau y tó...