18.4.07

La buena memoria

Una de las cosas de las que siempre me quejo es que la gente suele tener muy mala memoria. Me refiero a que hay gente que te necesita -te necesita, repito- en un momento dado para que les ayudes -no tienen amigos, necesitan un favor, o cualquier otro tema-, recurren a tí para que les soluciones la papeleta y, cuando ya tienen lo que quieren, te hacen desaparecer del mapa, te lían cualquier pifostio o a saber qué más se les ocurre en sus maquiavélicas mentes, dejándote de lado o destruyéndote en el peor de los casos. No me refiero a que, si haces un favor, te lo estén agradeciendo eternamente cada día del resto de tu vida. Pero si yo he necesitado ayuda de alguien y me ha tendido la mano, lo recuerdo para siempre, porque soy muy agradecida.

Otras veces, he hecho un favor porque ha surgido así, de repente. Volviendo al tema del post anterior, en mi época de cajera, en la centralita teníamos un fax.

Un día se presentó en la tienda un vecino de mi calle, con el que no hablaba nunca, pero porque no teníamos relación. Sólo nos conocíamos de vista. Parecía buscar algo y, al verme, se acercó hasta el mostrador en donde estaba yo, y me preguntó si allí teníamos servicio público de fax. Yo le dije que fax si, pero no para el público. Él me preguntó si sabía dónde podía mandar un fax lo antes posible... Yo miré hacia la tienda... No había moros en la costa... (ni clientes: por eso se cerró la tienda) Me daban igual las cámaras de seguridad, porque sólo enfocaban las cajas, y yo no estaba junto a ellas... Le pedí lo que quisiera mandar, el número de teléfono, y lo mandé. Le devolví lo que me había dado, junto al justificante de envío del fax -en donde sale el día y la hora en que lo mandas, desde qué teléfono y hacia cuál...-. Quiso pagármelo, pero eso lo pagaba la empresa, así que el chico, muy contento, me dio las gracias muy efusivamente, y me dijo que no lo olvidaría.

Pasaron años, en los cuales este chico y yo apenas nos vimos. Sólo nos decíamos alguna vez hola y adiós. Se me olvidó por completo el favor que le hice, porque lo hice, y punto. Pero un día, que tenía que coger el tren muy temprano porque entraba muy pronto a trabajar ese día en el otro hiper de la capi, estaba esperando en la parada del autobús. La calle estaba desierta, apenas pasaba algún coche. Y cuando pasó uno, redujo la marcha al pasar a mi lado, y se detuvo unos metros delante. Salió él del coche y me dijo:
-¿Vas a la estación? Te llevo.
Yo sabía que él cogía el tren todos los días porque su madre le dijo a la mía que estaba trabajando en la capi, como funcionario, así que no me lo pensé, y subí con él. Le agradecí que me llevara, porque me estaba dando miedo estar sola a esas horas en la parada del autobús. Y él, me dijo algo:
-Verás, hace tiempo necesitaba mandar un fax para tomar posesión de mi puesto de funcionario y una chica que trabajaba en un hipermercado me hizo un gran favor...
Me quedé muerta. Él recordaba lo que sucedió y yo, hasta ese momento, lo había olvidado por completo. Le dije que no me costaba nada hacer un favor, y él me contestó que tampoco le costaba a él hacérmelo a mí.

Actualmente, es una de las personas que más me anima a seguir con las oposiciones, y me regaña cuando he suspendido alguna, pero me felicita cuando supero un examen. Ahora me dice que ya he metido la cabeza en la administración pública, sólo tengo que esperar que me llamen, de lo que sea, pero que me llamen, pero que no me lo deje.

No me lo dejaré, puedes estar seguro. Pero tampoco olvidaré que tú también tienes buena memoria... y me alegra pensar que todavía existe gente como tú.

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