16.8.18

El sueño cumplido

Sin que sirva de precedente, y no te lo tomes como añoranza, nostalgia o deseo por tu ilustre y magnánima persona, voy a contar que por fin tienes lo que siempre habías soñado.

Desconozco realmente cómo fue tu infancia. No hemos tratado nunca ese tema, pero sé que fuiste un niño consentido y mimado debido a que crees que todo lo que te propones lo tienes que conseguir, da igual las formas, los modos y las personas que tengas que manipular. Tus palabras crees que son lapidarias para propios y ajenos, y los que hemos vivido en una realidad menos bucólica hemos tenido que escuchar tus lecciones de vida cuando sabemos que desconoces qué pasa cuando las cosas van mal de verdad, no tienes lo más básico o, sencillamente ignoras, desprecias y ninguneas los problemas ajenos siempre y cuando no estés tú involucrado, ya sea como salvador, como protagonista o como afectado.

Y no sólo das clases de cómo vivir. No te das cuenta, pero es aburridísimo escuchar cómo tienes que explicar, normalmente a las mujeres, cualquier cosa que crees que no sabemos, utilizamos, tenemos y de la que seguramente jamás hemos escuchado hablar, porque tú así nos tratas, así lo has decidido, y ninguna somos capaces de saber, conocer, hacer o hablar sobre el tema.

Además, eres de las personas que no sabe estar solas. Y no sólo eso: te crees que toda mujer que no tenga que ver con tu familia estamos deseando estar contigo. Así te comportas cuando hablas de una con otra, y luego con otra persona de esta segunda, y así sucesivamente. No lo sabes, o no quieres saberlo, pero ya te digo yo que el mundo es muy pequeño, y puede ser que la primera conozca a la sexta, y luego la sexta conozca también a una cuarta, y todas coincidan en que eres capaz de pagar fantas o cenas, ofrecer tu servidor para alojar blogs, viajar para ver a alguien o irte de mudanza, creyendo que la chica a la que le dedicas esas ganas y esos esfuerzos podría tener una remota debilidad para caer en tus brazos. Pero sólo porque así lo crees tú.

También eres de las personas que necesita contar que ha tenido sexo. Tomando café, en una cena, en redes sociales, dejas escrito así, como dejando caer, tu intensísima vida sexual que recuerdas frente a esas chicas que, recordemos, podrían estar interesadas en ti porque, por lo que cuentas, eres un máquina, estás solicitadísimo, y deberían ponerse en fila porque podría no haber para todas, ya que hay un par de mozas interesadas en tu gallarda figura, tal como contabas haciéndote el interesante, intentando que tu interlocutora también mostrara interés en pedir turno debido a la inmensa demanda por tus huesos.

Enumeraré también que, gracias a tu trabajo bien remunerado y el haber vivido en casa de tus padres (que más barato no se puede vivir en ningún otro sitio) tienes dinero para viajar, comprar, adquirir, cambiar, seguir comprando y contarlo, cosas que no necesitas, pero que son símbolo de poderío, porque no todo el mundo se lo puede permitir, y también lo cuentas, asombrándote de que los demás no puedan hacer lo mismo que tú que, salvo un par de gastos fijos al mes, te puedes permitir hacer todas esas cosas. ¿Por qué los demás no? Si es que somos todos unos sosos.

Y te encanta ir de invitado. Te encanta. Tu excusa siempre había sido que no tenías casa propia, pero para ir de visita a casas ajenas has estado siempre dispuesto. El problema vino cuando fuiste tú el anfitrión. Todo te molestaba. Ya no se está tan cómodo, ¿eh? Invitaste porque no quedó otra, pero ya no estaba esa soltura que tanto te caracteriza, ya tenías que arrimar el hombro y eso ya no te moló tanto. Vaya por dios, qué desconsideración.

Y si los demás tienen problemas, eso no es nada. Y vuelves a poner en duda lo que le pueda acontecer a cualquier otra persona que no seas tú, porque tú no concibes que pasen esas cosas. Y, si pasan, no te importan mucho porque ni preguntas, ni te inmutas ni se te ve el pelo, salvo para hacer sangre.

Pero un día encuentras a alguien que no te evita. Alguien que soporta tus explicaciones de cosas obvias, que es capaz de aguantar que la invites, que la lleves, que la traigas, que la pongas en duda, que le digas que lo que te cuenta no tiene que ser verdad, o que así no es. Alguien de quien puedes contar cuantas veces quieras tus encuentros e intimidades, de quien puedes hablar y que los demás vean, y comprueben por primera vez,  que tiene forma de persona y de mujer. Y de repente hablas de ella como tu mujer, compartiendo gastos, piso y cama, siguiendo hablando de ella (esta vez en singular y con nombre propio) como el sueño que siempre quisiste tener olvidando todos y cada uno de los intentos anteriores con cuanta mujer se pusiera delante.

Y eres feliz, todo lo feliz que siempre quisiste parecer y aparentar para que todo el mundo vea lo bien que estás, dejándolo escrito para que las demás lo vean y vean lo que se han perdido por no hacerte caso antes, con lo que tú vales, pero ahora ya estás pillado y es tarde, ya no vas a echar marcha atrás porque ya tienes mujer, esa mujer que siempre has buscado entre compañeras de trabajo, amistades y amistades de amistades.

Así que vale, ya has cumplido tu sueño. Ya lo has conseguido. Ya eres feliz. Tan feliz como quieras demostrarnos. Que sí, que eres feliz. Que sí, que tienes mujer, que ya lo has dicho y publicado por todas partes. Y sí, que te acuestas con ella de forma regular, pero no necesitamos saber ni los detalles ni la frecuencia.

Que sí, que eres feliz.

Ahora cállate ya, pesado.

No hay comentarios: