28.6.08

Ventajas de trabajar en vacaciones.

Llega julio y empieza la ronda de vacaciones para todo el mundo menos para tí, pobre miserable (o miserabla) que llegaste el último (o la última) y te toca quedarte a cumplir porque todos se piran un mes o el siguiente a su derecho al descanso estival remunerado. Pringao. O pringá.

Habrá quien ya te haya tomado la suficiente confianza como para preguntarte "¿y a dónde vas tú?... oh, perdona, no me acordaba de que acabas de entrar y no te vas todo el mes..." mientras tienes que poner cara de póker, encogerte de hombros y sonreir antes de contestar "bueno, supongo que no será tan malo", intentando hacer creer que jamás has trabajado en agosto -algunas veces ni en enero, ni febrero, ni marzo...- y que te enfrentas a algo desconocido.

Todos hablan de viajes, de lugares y de compañías, mientras escuchas en silencio cuanto dicen. Oficialmente, eres la pringada que se queda, con otros dos o tres, de guardia para que no se lleven el edificio en vacaciones -o que no se lleven nada-, y ya te van diciendo qué es lo que tienes que hacer, aprovechando que casi nadie estará por ahí, y para endosarte cosas que llevan tiempo pendientes, más o menos desde la época de la conquista de Roma. Y asientes.

Y entonces, algunos se despiden: uno, de forma definitiva, porque a su regreso cambia de lugar de trabajo, y ya no seréis compañeros. Otros, te desean que lo pases bien, y los demás ya empiezan su cuenta atrás para su turno de vacaciones, consolándose con que en julio las cosas se calman un poco, debido a la inminente época vacacional.

Pero cuando los menos vuelvan, y los más se vayan, es cuando será agosto de verdad. Y tú, pobre miserable mortal y cetrina -el sol aún no te habrá rozado siquiera-, harás de tripa corazón y dependerás de medios públicos de transporte vacíos, para que estés más ancha. No habrá codazos en el ascensor, ni colas en la máquina del café. No habrán llamadas telefónicas urgentísimas ni peticiones a la de ya. Durante un mes entero no verás ni de lejos a quien no te cae bien. En agosto nadie te aconsejará que no te conectes a internet. Durante ese mes estarás sola en tu sala, donde podrás subir, bajar, o desaparecer, a tu antojo. Como si te quieres pasar el día subiendo y bajando en el ascensor. Y, para más inri, el bar de enfrente no cierra. Y, si yo quiero, la puerta de mi sala no se abre (y, por lo que veo, nadie querrá abrirla para nada) (he dicho para nada jeje)

Y, lo que es más importante, podrás poner el aire acondicionado a la temperatura que quieras (uf, cuánto tiempo sin este pequeño placer)

Y cuando unos empiezan su descanso, y otros se preparan para el suyo, quiero hacer creer que no sé cómo sobreviviré a trabajar en agosto. Unos se ríen. Otros, sonríen. Algunos mueven la cabeza, como diciendo "qué le vamos a hacer".

En agosto, se trabaja en los bares, en los hipermercados (sobretodo en la sección jardín-ocio, y lo digo por experiencia)... Esto, lo que me espera a mí, no es trabajo, aunque haya gente que crea que si.

Sobreviviré. Estoy completamente segura de ello. Convencidísima.

25.6.08

A la otra, vuelves.

Reconozco que eso de estar en una jerarquía no me gusta, sobretodo porque suelo ocupar los sitios más bajos-qué le vamos a hacer-. Aprovecho, sin embargo, una situación tan simple, en el que todo el mundo es más que tú, para desembarazarme de lo que "no me toca", léase, lo que se supone que uno manda, pero otro no quiere que haga, y me dedico a no hacerlo porque estoy haciendo cualquier otra cosa. Como excusa, sirve. Para quitarme trabajo, también. Porque parece que trabajo voy a tener unos cuantos meses más (¡yuju!) y para tragarme órdenes de los superiores tiempo va a haber. Hasta para que se harten de mí.

Pero el ser rebelde no es del todo malo. Parece ser que soy espontánea, y eso ha hecho gracia. ¿Acaso no conocen a nadie así? No es que hable sin pensar, ni que actúe sin meditar las consecuencias, pero soy así. Yo pienso -luego existo- y hago lo que me parece conveniente, dando mis pinceladas personales en cualquier asunto en el que yo tenga que ver. Y eso parece que es bueno, menos para quien -suspiro- no me traga (¿por qué siempre doy con alguien así en las empresas?-.

Pero el trabajar por tu cuenta, por muy bajo que estés en el escalafón, no deja de tener su encanto. No eres totalmente libre, pero lo eres. No tienes a nadie mirándote por encima del hombro, ni tampoco están atosigándote con tareas que tenían que haber estado terminadas antes de haber empezado contrato. Si hay que trabajar, se trabaja, pero mi religión me dice que por mucho que me rompa los cuernos nadie me lo agradecerá. Siempre hago un poco más de lo que me toca, para que nadie diga, pero que me dejen, que a solas trabajo muy bien.

En esas ocasiones solitarias, altos mandamases de diferentes entidades -perdonadme que no dé más detalles- han tenido la desgracia de ser atendidos por la persona que aquí escribe -a sus pies-. No sólo les parece adecuado el trato -y eso que yo no sabían quiénes eran-, sino que tras despedirse e identificarse -imaginad cómo se queda una cuando le dicen quién es (que ni idea, oiga, ahora me entero y porque usted lo dice)- se ofrecen a mi humilde persona, a este trozo de carne con ojos de vida mísera y triste (no os riáis, a las pruebas me remito XD) por si algún día necesito de sus servicios. Y yo, a todos, por su oficio, les digo que espero no tener que recurrir nunca a ellos. Pero se agradece. Dicen que hay que tener amigos hasta en el infierno, y aunque éstos no lleguen a ser algunos amiguitos míos, por dios que me tomo al pie de la letra el ofercimiento si alguna vez tengo algo que ellos podrían solucionar.

Tras la despedida, se ve que estos altos cargos de la jerarquía de lo suyo han hecho comentarios de lo bien que trato a la gente y un compañero -segurata- se ha puesto pelín mosqueado. Ha sacado el tema de que siempre ligo (¿?) con los peces gordos (¡¡¡¡¡¡¡¡!!!!!!!!!!) y de que algo tengo que tener o algo tengo que decirles para que todos salgan encantados conmigo -¿todos? no me lo creo-. Y ha acabado diciendo que no me fíe de los peces gordos.

Y entonces ha sido cuando he contestado.

Le he dicho que yo jamás me fío de un pez gordo ni de nadie que lleve uniforme.

Se ha enfadado.

Y no sabe de lo que me alegro.

Eso le pasa por insinuar lo que no es, y por insinuar lo que no soy.

Además, los escoltas les acompañan no llevan uniforme, y de ésos si que me gustaría fiarme. Porque se supone que ahora a eso se le llama fiarse :P

Hombres... qué invisible soy para unos, qué prescindible para otros... y va éste, y se rebota por algo que ni le va ni le afecta. Y es que me da un repelús...

21.6.08

No es todo lo que parece.

Tengo la suerte de prescindir casi siempre de un corrector de textos. Aunque el Firefox se marque a sí mismo como una palabra que no pertenece a nuestro rico e histórico lenguaje patrio -comprobadlo-, pocas veces me marca la rayita roja debajo de la palabra, como no sea por palabros inventados, diminutivos exagerados y variedades lingüísticas creativas e intolerables por la mismísima RAE. La que aquí escribe, con modestia, siempre ha hecho alarde de su innegable e intachable gran ortografía. En lo demás, soy pecadora y yerro, como to quisqui, pero en la ortografía... uh, trauma tengo que tener, porque no me gusta encontrarme con cosas como ésta. Supera casi todo lo que he visto hasta ahora.

Sólo le deseo dos cosas al autor de esta misiva universitaria: que sea de ciencias y que jamás tenga un profesor como el que yo tuve -ya hablé de él-, que a la tercera falta de ortografía que encontrara, te suspendía.

En la cuarta frase del primer párrafo empieza la hecatombe ortográfica. No os fijéis en las señales a lápiz, porque hay más que no han sido señaladas.

Mi profesor no te hubiera suspendido: te habría expulsado de la facultad.

La Logse hizo algo más que pupita a nuestro sistema educativo.

17.6.08

Operación bikini.

Mi celulitis, mis carnes fláccidas y fofas, mis michelines -ya salen, ya salen- y mis lorzas ocupan más sitio que el año pasado, por lo que no puedo ponerme algunas de las cosas que me compré el año pasado.

Mi preocupación por enfundarme el bikini o el bañador es mínima. Me gasté mucho más dinero en ropa que en trajes de baño y quiero amortizarlo, claro.

Lo que pasa es que a mí los vicios me vienen por la comida alta en contenidos grasos. Últimamente le doy cosa mala a los helados de chisqueik -cheesecake, si eres guiri o los entiendes-. Puedo comerme de una sentada varios -no digo el número, que me da vergüenza- y quedarme con ganas de más. Supongo que los harán así de pequeños adrede, pienso. Pero si los fabricantes quieren dejarte con las ganas de más, desde luego que lo consiguen. Por lo menos, conmigo. Con o sin lorzas, decididamente están oaaaaargh... (con voz de Homer Simpson).

Y ante el dilema, ante esta duda corrosiva, ante esta bifurcación en la que debo elegir... ¿qué hago? (es una pregunta retórica jeje) Porque ejercicio, va a ser que no -ahora os cuento algo*-, porque dieta, me niego en redondo -que es la forma que voy cogiendo- y vida sedentaria no tengo... ¿qué me queda?

Guardar la ropa para otro momento en que si que me venga. Decidido.

*Cosa que os quería contar: Una vez estuve en un sitio plagado de tíos semidesnudos y mojados: fue el día en que acompañé a Alfonsa a un club privado -ella no se merece menos- para nadar en su piscina climatizada. Entre que nado como el culo -yo simplemente me mantengo a flote- y que acabé exhausta a los cinco minutos, de nada sirvió el incentivo de muchachotes y santos varones en bañador deportivo. Si me muero de algo, creo que no será ahogada en una piscina. Ni en el mar. Pero nunca digas de este agua no beberé ni este cura no es mi padre... Y para ir pa ná... Vale que estaba el incentivo de los tíos que por allí estaban, pero no hay tío en el mundo que se merezca tamaño esfuerzo por mi parte.

Me sirve de consuelo que he estado mucho más llena de lorzas otras veces. Y como la lorza es bella... :D

Ps: Alfonsa también dejó de ir a la piscina. Ella fue más valiente que yo. Fue dos veces.

12.6.08

El manotazo.

Alguien dijo que el que firme una guerra, que sea el primero que vaya a ella. Pues el que firme -o se abstenga en la votación- por trabajar 65 horas a la semana, que sea el primero en hacerlo.

¿Qué hacen los sindicatos?

¿Qué hace la oposición?

Parece mentira que años de lucha por los derechos de los trabajadores se vengan abajo por este caciquismo en pleno siglo XIX, en países supuestamente desarrollados y que pertenecen a la Shampioslig de la economía.

No sé por qué, pero pasará lo mismo que con la subida de la luz: primero dicen una cifra bestial para que nos asustemos, luego dirán otra locura para que nos parezca menos mal y acatemos. Yo creo que acabarán por decidir que 55 horas semanales son las justas y adecuadas para la situación en la que nos encontramos. Me da igual que haya que haber acuerdo entre el empresario y el trabajador, porque el que quiere trabajar de sol a sol, siempre lo ha hecho en cualquier sitio -y el que no, ha estado trabajando con esas condiciones en donde yo he estado un par de años, pero donde no hay lomo...- Lo aberrante es que lo insinúen siquiera. Que trabajen ellos, los partidarios y los que se abstienen.

A eso se le llama técnicas de manipulación. El artículo no tiene desperdicio.

9.6.08

El chiste.

Un camionero vuelve a casa tras una semana fuera, y tiene ganas de mimitos, por lo que se le acerca a su mujer y le dice:
-Cariño... me apetece que me hagas... un francés.
La mujer abre los ojos espantada.
-¿Un francés? ¿Pero tú sabes lo que me estás pidiendo?
-Anda... que me apetece...
-¿No puedes pedir otra cosa? ¿Sólo te apetece eso?
-Pues... si... Venga, cariño...
-¡Tú estás loco! ¿A quién se le ocurre pedir tal cosa? ¡Y más siendo camionero!
-Joder, ¡que es lo único que me apetece!
-Vale, pues tú lo has querido...

...Y la mujer le pegó una paliza y le quemó el camión.

8.6.08

Comparaciones.

Los que dependemos del transporte público, sabemos lo que cuesta desplazarnos hasta nuestro trabajo, y no sólo por el tiempo utilizado. Al ser usuarios diarios de un tren, por ejemplo, todos los días tenemos que comprar nuestro billetito de nuestro bolsillito para ir y para volver de nuestra choza a nuestro empleo, y viceversa. Supongamos que un billete cuesta 3.50 europios, y trabajamos 22 días al mes: 3.50x22=77 euros. Pero como existe un ser divino supremo, o una mente generosa y empática, se decidió que en vez de los 77 euros, al ser usuarios diarios de sus transportes, deberíamos pagar sólo 50. Ese derroche de generosidad hace que cualquiera que no pueda teletransportarse, pueda transportarse simplemente a módicos precios con un bono que, si no existiera, nos permitiría tener 27 euros menos de capital al mes. No parece mucho, pero con 27 euros se pueden hacer bastantes más cosas que si no los tuvieras.

Cuando llegamos a nuestro empleo, al que hemos tardado en llegar dos horas, nos encontramos con que tenemos que esperar a que nos dejen entrar. Cuando por fin nos reciben, nos miran el carnet, controlan lo que llevamos encima y nos dicen que, en plan símil, que tenemos que subir por la escalera hasta el vigésimo piso. Nos pica el tener que pagar para ir a trabajar, el tiempo que perdemos a diario en trenes y autobuses, para encontrarnos con que no nos permiten utilizar el ascensor. Cuando por fin llegas a tu destino, al jefe, por ejemplo, le apetece ordenar tareas que se extienden más allá de tu horario laboral, remuneradas o no. Que somos proletarios, pero no tontos. Nadie trabaja gratis y, por supuesto, nadie pone más dinero del que gana para seguir trabajando y no obtener beneficios.

Y cuando sales, bajas por esa larrrrrga escalera hasta la calle, caminas hasta el autobús o el metro, que utilizas con tu bono, pillas el tren -recuerda: tienes un bono- y llegas a tu casa a las tantas, derrengado/a. Y todo en el mismo día.

Un camionero no tiene bonos. Ni de gasóil, ni de peajes, ni de leches. Tras varias horas conduciendo, muchas veces son ellos los que tienen que descargar la mercancía que transportan, eso si tienen la suerte de poderlo hacer el mismo día que llegan a su destino. Y luego, es fácil que los manden a otro sitio a cargar otras cosas antes de volver a sus casas. Muchas veces, el precio del servicio no cubren los gastos que tienen. Y, lo que es peor, parece ser que quieren abaratar sus servicios y, por lo que he leído, repartir esos servicios entre unas pocas empresas potentes y solventes. Los transportistas son los que llevan cositas a esos sitios en donde compras comida y todas esas fruslerías que usas para comer. Son los que hacen que haya arroz en Galicia o aceite en Valencia, por ejemplo. Y muchos, muchos, son autónomos.

Si esos 27 euros que he puesto de ejemplo nos pica hasta el punto de preferir un bono a un billete diario, o si esos 27 euros en gasolina no duran mucho, pensemos qué puede hacer un transportista autónomo con 27 euros.

7.6.08

Ser original es bueno.



Como apunte, y para quienes no han presenciado una en condiciones, suele haber un pequeño desfase de sonido. Pero aquí apenas se nota :D

3.6.08