24.11.07

Yo, Rancia.

Una de las (dos) cualidades que tengo, porque no tengo más, es la de saber conversar con quien sea, de lo que sea y cuando sea. Con ello no quiero decir lo buenísisima y lo listisísisisisma que soy, ni mucho menos. Digamos que, si me interesa el tema, o no estoy a disgusto, puedo estar horas y horas charlando con quien sea, de lo que sea y cuando sea (esto ya lo he puesto... ¿no?). Otra cosa es que disfrute de una conversación. Pero cuando estoy a gusto, se me pasan las horas volando.

Hace tiempo conocí a Patxi -nombre ficticio- que, como adivinaréis por el nombre, no es del mismo Jaén. Bueno, pues tras las presentaciones de rigor por parte de un amigo en común -dejémoslo en conocido mío-, no sé por qué acabamos charlando tan ricamente, de nada en particular. Pronto se unió más gente a la alegre cháchara cuando alguien le preguntó de qué pueblo era, y cuando Patxi le contestó, supe que había nacido en la cuna del nacionalismo vasco. Pronto empezó a decir términos que no usamos los que no somos de su ideología, y yo le corregí -de coña- cuanto soltaba. Entre él y yo se abrió un debate que dejó bien a la vista nuestros pareceres. Yo no compartía para nada sus ideales, y él me quería convencer de la razón que tenía. Argumenté que no era posible que varias decenas de millones de personas estuvieran equivocadas y ellos no. También le dije que cuando caen personas contrarias a su ideología, no me servían los argumentos. Blanco y en botella.

Lejos de enfadarse, el chico siguió contándome lo que él opinaba, y yo le decía lo que no me parecía ni bien, ni normal y ni mucho menos legal. Patxi insistía para que yo comprendiera que el tomarse unos vinos con un recién salido de la cárcel no tenía nada de malo. Yo seguía opinando que la mala gente debería estar sola, y que yo no me tomaría un vino ni nada con alguien que hace sufrir a otra gente por ideas políticas y se vanagloria por ello.

Tengo que añadir que los demás estaban callados, escuchando nuestras palabras. Me miraban con miedo, como si fuera a pasar alguna cosa, hasta alguien osó darme golpecitos en el brazo para que me callara. Patxi estaba sonriendo, y yo le devolvía la sonrisa. Era una lucha de titanes.

Cuando fuimos a despedirnos, me dijo algo sin que lo oyeran los demás:
-¿Sabes? Hacía tiempo que no había disfrutado tanto con una conversación.
-Me alegro.
-En serio: ha sido un verdadero placer -e hizo hincapié en verdadero- haberte conocido y el haber tenido una conversación con alguien que entiende este tema y sabe hablarlo.
-No lo comparto, que no es lo mismo.
-Bueno, ya me entiendes... En serio: ha sido un gustazo el haberte conocido, pero... si nos volvemos a ver, no te veo que quieras tomarte un vino conmigo... aunque yo no haya hecho nada...
-Gracias... pero no creo que me apetezca...
-Pues qué lástima...

Cuando se fue con su amigo, casi toda la pandilla casi me dan de capones por semejante conversación. Teniendo en cuenta de que aquí se puede hablar de todo sin miedo, me reía cuando me decían:
-¿Tú sabes lo que te podía haber hecho?
-Si, ponerme una bo.mba la.pa en el culo, no te jodes.
-Qué valiente, qué valiente... Estaba temiendo por tí...
-Sageráos...

No soy valiente. O si, lo soy, pero lo que no soy es suicida. No me metería en la boca del lobo, la gente que vive allí y opina como yo, y tienen que callar por la cuenta que les trae, se merecen mi más grande aplauso. Pero en mi terreno, las cosas se hablan. Diferencia de pareceres, se llama. Pero mira por dónde, alguien completamente diferente a mí estuvo a gusto conmigo y no le parecí tan mal. Utilizando un refrán (si, otro): que el bueno te honre y que el malo no te deshonre. Pues eso.

No es blanco o negro. De uno a otro color hay una amplia gama de tonos. Sólo hay que encontrar el que mejor te represente. Y ya sabéis que el color naranja no me gusta en absoluto, y que el rojo no me emociona especialmente, por lo que estoy más entre lila y rosa, por aquello de... que mi teléfono es de ese color, por ejemplo.

Para rizar el rizo, podría hablaros de mis abuelos: uno, sindicalista. El otro, de Fuer. za Nue. va. Yo saltaba de una casa a la otra y en las dos escuchaba cuanto decían, me enseñaban canciones prohibidas y malvadas por ambos bandos (oooooh, pecadora!) pero dejaremos así el temita.

Y para rematar (esto va para tí, Saul, sólo para tí), en el extracto de la sentencia puse lo que es: el que ganó, que recuerde por qué ganó. Y no entro en negligencias policiales, casualidades avergonzantes y detalles varios que no me gustan porque no viene al cuento del post.

Ps: Yo soy divertida. Y siempre lo seré. Eso es como la belleza: siempre está en los ojos del que mira.

Ps2: Recordadme que me depile las piernas, que están... vamos, cuelgo una foto y me cierran en blog para la eternidad.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Que casualidad, siempre tienes alguna historia que te justifica. No sé, mira, la culpa es mía, con no volver a entrar lo tengo solucionado porque estoy un poco harto de discursos para quedar bien.

Lo siento, que te vaya todo genial.

Saul.

Eufrasia dijo...

Yo no tengo que justificarme con ninguna historia. Cuento lo que me ocurre y cómo reacciono, y ya está. No hay más.

Sólo entiendo tu desaire si con quien me meto te da de comer, es alguien tuyo o te ha salvado la vida.

Que te vaya a tí también fenomenal.

Saludos.

Anónimo dijo...

Hay personas que nos involucramos con temas sin que nos toque directamente.

Saul