26.11.18

La pala.

Supongo que eres una de esas pocas personas con las que he conectado desde el primer momento. Y digo supongo, porque años, cafés y confidencias después, aquí seguimos, compartiendo secretos, copas y momentos que no se le regalan a cualquiera y sabemos que podemos confiar mutuamente. De hecho, jamás hemos discutido, y cualquier percance que hemos tenido lo hemos solucionado de manera civilizada, sin reproches, con argumentos, y a pesar de todo seguimos con nuestra amistad.

No lo dijiste, pero me di cuenta que pasabas por un mal momento. Tal como te dije, los malos momentos se quedan atrás y nosotros avanzamos, pero quisiste detenerte, sin saber que es lo que no hay que hacer. Pero lo hiciste, y te aferraste al problema mientras quisiste evadirte con otros problemas que no vienen a cuento y que yo, por desconocimiento, o por imaginación, te dije que estaba más que bien refocilarte en ellos, pero que no tenían por qué ser más que temporales.

Nadie sabe nada, nadie de tu entorno imagina siquiera lo que te pasa, y yo te veo llorar intentando ordenar pensamientos, sensaciones y emociones. ¿Qué hago? Tomarte la mano y escuchar en silencio. Hay veces que es mejor callarse y dejar que te desahogues, no tengo por qué decir nada cuando eres tú la que me pide que te escuche, y eso hago. Me pediste silencio y te conté el tuit que decía que un buen amigo es que al que le dices que has matado a alguien y sólo te pregunta si tienes una pala. Te reíste.

Bueno, pues parece que estabas aferrada a una cuerda que no querías soltar, cuando es mejor la leche que te vas a dar que el dolor que estás pasando, la agonía de algo que sólo existe en tus deseos, sentimientos no correspondidos y, sobre todo, la incertidumbre de un futuro que crees o temes peor que el presente que estás viviendo.

Sé que es muy difícil soltar, pero a veces es lo único que hay que hacer cuando ya no puedes más. 

Y hoy me dices que esa cuerda se ha roto, la misma a la que estabas aferrada con una mano como si fuese lo que te diera la vida.

Y no.

Eres de las personas más inteligentes que conozco. Eres una persona con muchas cualidades, proyectos y capacidades. Y estás llena de ilusiones. Y te lo digo, te lo repito, para que veas que es verdad, como si yo te tuviera que convencer, porque no te lo crees. Y te hago reír entre lágrimas, y te hago reflexionar con algunas cosas, porque para decirte mi opinión no hay que ser ni agresiva ni dura. Tal vez veas en mi experiencia que lo que te digo es algo en lo que tienes que reflexionar. No se puede correr tras un fantasma, ni perder nada que no tienes, ni luchar contra lo que no existe.

A partir de hoy enterremos todo ese sufrimiento y esta mala época, que aquí he traído una pala.

6.11.18

Por gilipollas

Ya sabéis que soy gilipollas. Pero eso no es nuevo, sólo os lo recuerdo.

Vamos a hablar de esa gente que aceptó gustosamente toda esa ayuda que le ofrecí, porque se lo merecían. No pensaron en ningún momento que abusaban de mi confianza, de mi empatía o de mi piedad, sino que disfrutaron, abusaron y se rieron de mi buena fe.

El día que dejaron de necesitarme me encontré con desprecio, humillación, burlas o una combinación de todas en diferentes proporciones. Y yo me quejé, y dije que yo era muy buena persona, y que no me lo merecía y todas esas cosas que se dicen cuando te indignas.

Pero aprendí a llevar mejor esas cosas, porque no necesariamente yo los necesito alguna vez en la vida y todos sabemos que el clavo que más sobresale es el que se lleva el martillazo.

Las cosas empezaron a complicarse y yo me puse cómoda. No tenía por qué tomarme tan mal las cosas malas si no habían ocurrido, y no tenía por qué agobiarme si no iba a perder nada que no había poseído nunca. Disfruté del viaje, del camino. Y todas esas personas interesadas que me rodearon se indignaron porque yo no sufría, no me lamentaba, no me frustraba, no lloraba. Y os aseguro que soy una llorona de mierda, pero ahí no tuve ni ganas. Pero vi llorar de agobio y vi llorar de furia a personas que, en vez de alegrarse de mi buena estrella, se lamentaron de no ser ellas. Personas a las que yo ayudé cuando me necesitaron y les ofrecí ayuda cuando las vi mal se ponían así porque era yo a la que le iban mejor las cosas.

Cosas veredes, amigo Sancho.

Bueno, pues con la filosofía de que si yo no te importo, tú quién eres, que no te conozco, seguí caminando dejando buenos actos y malos momentos detrás. Hay que ver lo que da de sí la vida. Me encontré, me descubrí, me reencontré también en esto, y cada reencuentro conmigo misma es todo un acontecimiento. Yo sé ver cosas buenas de la mala gente, hasta que me canso de ser maltratada, pero no había hecho lo mismo conmigo, que soy una caja de sorpresas para mí misma. Y tengo mis neuras, mi genio y mis tonterías, pero con esa gente, que ni se preocupa por mí nada más que cuando me han necesitado o para saciar alguna curiosidad en beneficio propio, se encuentran que estoy de cuerpo presente pero hay un hermetismo tal que no saben bien qué es lo que me pasa, si es que me pasa algo, o qué hago, digo, o dónde estoy, haciendo qué. Además, pierden tiempo de su vida en averiguarlo, demostrándome que soy más importante para ellos que ellos para mí, porque yo ya no me molesto en ellos. Y me siento muy bien.

Vienen tiempos revueltos que no sabemos cómo nos afectará, pero estas personas ya están tomando posición para ver si puedo ayudarles, si pueden sacarme información o pueden apelar a mi compasión o empatía, pero están viendo que no. Que no van a conseguir nada. Y volverán a hacer lo mismo que hicieron otras veces cuando ya no estuve cuando quisieron que sí, pero ya no me afecta y volveré a hacerles callar esa boca. Va a ser una guerra a muerte en la que estas personas se matarán entre ellas e intentarán, de nuevo, como otras veces, que me afecte.

Pero a mí ya no me afecta. Compraré palomitas. Disfrutaré del camino. Volveré a descubrirme sacando esa parte de mí que no tienen y que desean destrozar por esa imposibilidad de poseerla u obtenerla.

Yo no perdí nada, porque no lo tuve nunca.

Estas personas, en cambio, perdieron una buena amiga.

Por gilipollas.

15.10.18

Respira.




This life prepares the strangest things
The dreams we dream of what life brings
The highest highs can turn around
To sow love's seeds on stony ground...







1.10.18

Algo más que un recuerdo

Hoy se ha ido Charles Aznavour. Tal vez no sepáis quién es, pero seguro que conocéis sus canciones.

Se ha ido, pero su recuerdo quedará para siempre.

Su recuerdo en sus canciones.



18.9.18

Penumbra.

Si cierras los ojos cuando hay luz la sigues notando, porque esa oscuridad que se supone que debería haber, en realidad es penumbra.

No sé si me explico. 

Los párpados no terminan de filtrar toda la luz ni hace que seamos capaces de no ver absolutamente nada, ya que aunque no veamos lo que tenemos delante seguimos percibiendo que no estamos a oscuras.

Igual pasa con algunos recuerdos, buenos o malos. Por mucho que cerremos los ojos hay recuerdos, experiencias o personas que siguen ahí, de forma tenue, velada, que por mucho que los neguemos o rechacemos, o tratemos de olvidar o no pensar en ello o en ellas, sabemos que ahí están y estarán, acompañándonos en cuanto nos despistemos, apareciendo en cuanto dejemos la mente relajarse.

Al principio ese rechazo hace que, sin querer, haga que tengas aún más presente lo ocurrido o a esa persona. No puedes dejar de pensar en eso, en él, en ella, o lo que sea, y no tienes por qué estar siempre dándole vueltas a lo mismo cada día, a cada momento. Tienes otras cosas más en qué pensar. Está bien regodearte en el recuerdo de las cosas buenas hasta cierto punto, pero que no lo tengas como referencia para el resto de tu vida ni de tus actos. Y si es algo malo, no tienes por qué refocilarte en ello.

Si decides vivir con ello, no apartarlo de la cabeza y que se quede ahí, como el a ver quién de los dos aguanta más, pues déjalo que paste por el verde prado de tus recuerdos, que se atragante y acabe agotado hasta el punto de no querer volver a salir. Uf, es que es agotador estar siempre pensando en lo mismo si es malo, y si es bueno esa felicidad al recordar dura sólo una temporadita para luego irse toda esa euforia. Así que cuando desaparece ese recuerdo volvemos al punto de la tranquilidad.

Y cuando esos recuerdos se difuminan por el tiempo, en el tiempo, y quieres volver a acordarte, los buenos surgen solos mezclados con añoranza. Los malos tardan más en salir porque ya no estamos tan predispuestos a seguir sufriendo gratuitamente, pero los mantenemos a distancia y apreciamos matices que hacen que nos enfademos más aún, por lo que decidimos aparcarlos, enterrarlos y sólo recordar en casos muy puntuales.

¿Y qué pasa si ese recuerdo lo provoca un objeto, fotografía o detalle? Bueno, todo depende de si es bueno o malo. Y si es malo, depende, de quién era esa persona. Y si esa persona merece la pena o no. Tan fácil como eso.

Yo reconozco que doy más cosas que las que me dan. Bueno, supongo que habrá de todo: gente que regala lo que yo regalo, gente que guarda lo que yo le dé, y gente que use lo que le di. Espero que de todos ellos alguno guarde un buen recuerdo mío, que no me fastidien, que algunos regalos me costaron mucho tiempo de mi vida.

Bueno, que eso. Que si cierras los ojos de día puedes notar esa penumbra. Que los recuerdos los pueden ver a cualquier hora. Que sólo unas cuantas cosas pueden ser atesoradas por lo bien que te hicieron sentir, y te siguen haciendo sentir bien. Y que hay cosas que tienen la misma utilidad que las personas que las regalaron.

Y que yo puedo haber provocado el mismo sentimiento en otras personas.

Pues que se fastidien.


13.9.18

El camino de baldosas amarillas

Cuando yo era jovencita creí como una tonta todas esas historias de amor romántico, que el amor puede doler y que al final triunfa. Durante años me aferré a esa idea, pensando que si el elegido de turno no posaba sus ojos en mí era porque aún no se había dado cuenta, ya se daría, y qué sorpresa se llevaría cuando viera que siempre había estado junto a él. Oh, qué gilipollas.

Mientras todo eso pasaba yo iba conociendo gente con la que tenía pensamientos y actos menos románticos pero la sorpresa fue que más de uno creyó que con una poca de paciencia yo acabaría dándome cuenta de que habían estado siempre  ahí, junto a mí, y yo correría a sus brazos.

Los años pasaron y tuve historias interesantes con gente que, tal vez, no llegaron en el momento adecuado, o tal vez no debieron empezar, pero ocurrieron y ahora forman parte de nuestro pasado. A veces nos hemos cruzado y noto que, al cruzar nuestras miradas, alguno ha esbozado una sonrisa, tal vez recordando lo que no pudo ser alguno, lo que pudo haber sido otro, o alguien que aún sigue pensando que podría haber llegado a más a pesar de haber pasado más de veinte años. El hecho es que durante ese segundo que mantengo la mirada sé que ninguno fue lo suficientemente importante para mí, y que sólo dejaron un recuerdo, mejor o peor, pero que no los eché de menos cuando todo terminó. A ninguno. Relaciones que se rompen que no tienen interés para ti, o relaciones que estaban muertas desde hace mucho. Sobrevives a todo ello sin despeinarte.

Y entonces, cuando crees que ese amor romántico ya va a llegar, empiezan a romperte el corazón. No sé si os ha pasado, a mí un par de veces, pero es de las sensaciones más desoladoras que he sentido, si exceptuamos muertes familiares y tragedias personales. Pero no voy a comparar, claro. Es no poder respirar, es no tener lágrimas suficientes para poder desahogarte mientras caen solas, es no saber cómo quitarte ese peso en el pecho que duele tanto, es no saber qué hacer, cuando más no pudiste ofrecer. Es ver cómo desprecian y se burlan de tus sentimientos, cómo han jugado contigo, cómo han llenado vacíos con tu presencia porque no tenían a nadie más. Cuando pierdes a alguien o te ha pasado algo malo sabes que tienes que seguir adelante, sabes que no depende de nadie, ha sucedido y ya. Pero cuando te rompen el corazón sabes que esa persona lo ha hecho intencionadamente. Incluso se regodean en tu dolor espiando el daño causado, alimentando ese ego que yo no sabía que tenían. Y es cuando te das cuenta que las películas románticas, como las historias de amor, no tienen porqué suceder en la vida real. O por lo menos a ti.

Pero la vida es un bucle. Con el corazón roto, dañado o destruido acabas convirtiéndote en un hombre de hojalata, y las cosas no te afectan tanto, ni te involucras sentimentalmente con nadie, ni te aferras a nadie porque, sencillamente, tienes que aprender a quererte tú primero. Pero que vamos, que también dejas que te quieran de vez en cuando. Y mientras te vas queriendo, y te van queriendo, te vas dando cuenta que hay hombres mucho más interesantes que los que has conocido, con los que puedes hacer lo mismo o mejor sin que te hagan creer que estás en una relación. Con hombres (y qué hombres) que no necesitan que les cuentes lo que haces, dónde, con quién, y con quienes puedes pasar buenos momentos sin compromisos, remordimientos ni promesas. Que no te engañan haciéndote creer otra cosa. Y disfrutas de esas relaciones esporádicas y superficiales mientras centras tu vida en muchos más amigos y en proyectos con los que sí te dejas llevar.

Qué es eso de acabar una relación y empezar otra enseguida, coño, que hay quien no sabe estar solo/a. Eso lo hacen los que olvidan enseguida, los que no quieren o los que se aferran a lo primero que venga, como garrapatas, sacando todo su encanto superficial para retener a la siguiente persona en la que se fijan, no sean que se queden solos. 

Pues ahí está la solución: ya os dije que estuve soltera durante mucho tiempo, sin nadie. No me apetecía, tenía que cuidarme de mí misma, encontrarme, descubrirme, repararme y brillar antes de dejar que alguien me ilusionara otra vez, pero esta vez sabiendo que el presente es lo que cuenta, que las cosas terminan, que disfrute de lo que venga, y que si alguien tenía que ser para mí, lo sería, aunque me quitara de enmedio. Que él sabría cómo y dónde encontrarme. Y que me encontraría.

Y esa gente que me ha acompañado en ese camino me ha enseñado muchas cosas. Gente con la que me cruzo a veces y nos miramos sonriendo porque he aprendido muchas cosas buenas de ellas y les estoy agradecida. Tal vez sea porque yo cambié mi forma de pensar, de actuar, y fui más selectiva. No sé. Lo cierto es que me vino bien, y dejé de ser un hombre de hojalata vacío para tener este corazoncito que late dichoso, esperanzado, ilusionado. Echando una mano a quien lo necesite, como bien he hecho siempre, preocupándome si alguien está pasando un mal momento, y agradeciendo que haya quien se preocupe también por mí, y me quiera.

Y aunque (espero que dentro de mucho) me vuelvan a romper el corazón me sobrepondré otra vez y buscaré de nuevo el camino de baldosas amarillas para encontrarme de nuevo y pidiendo como deseo seguir disfrutando del paseo.

Porque ya sé cómo se hace.




12.9.18

Martillazo

Es increíble cómo hay gente que no se preocupa de nada más que de quedar por encima de otros, cueste lo que cueste.

Podría parecer cómico, que lo es, pero se necesita pensar mucho y muy rápido para intentar fingir que se sabe mucho de algo cuando se compite con otra persona. Y esta persona, que no tiene ganas de competir porque no le hace falta, soluciona las cosas que puede en un momento, las que no, pues nada, no sabe, lo dice y santas pascuas, y otras puede costar un poco más. Pero en ningún momento pisotea a nadie para demostrar su inteligencia, su valía o su saber hacer.

Es ridículo, porque lo es, intentar querer lucirse mucho más que nuestra protagonista en cualquier evento. Nuestra protagonista tiene unas medidas contundentes que, por mucho que adelgace, ahí seguirán, por lo que no podrá ser jamás una top model. Y hay cosas que no le sientan bien. Pero el querer lucirse físicamente o estéticamente comparándose con ella es algo tan patético e infantil que vamos a dejar ahí el tema para no darle una importancia que no tiene.

Y lo que es ridículo es querer demostrar que se es mucho más experto en un tema, o en lo que sea, el que sea, que nuestra protagonista que, por suerte o desgracia, sabe un poco de mucho y de nada. No hace falta que expliques a los demás las cosas que sabes, y menos delante de ella, que es la que te lo ha explicado a ti, para demostrar que eres un máquina. Pero si no quieres que se vuelva a reir en tu cara, no se lo expliques a ella, porque volverá a carcajearse de ti, delante de quien sea.

Si la ves haciendo algo, puedes ayudarla, no pasa nada, pero no vayas de jefe de obra sacando defectos a lo que ha hecho o lleva hecho, que es lo más fácil del mundo. Que tú no lo hagas, no quieras hacerlo, no te atrevas o no sepas es otra historia. Pero se nota que te revienta que no necesite a nadie para hacer cualquier cosa, y que tenga una habilidad innnata para hacer, mejor o peor, las cosas, cualquiera. Y tú no.

Y como dice esa famosa frase hecha, el clavo que más sobresale se lleva el martillazo.

Hasta que lo devuelve, que el clavo también se cansa de tantas gilipolleces.

5.9.18

El barco.

El barco se hace pequeño
cuando se aleja en el mar...

16.8.18

El sueño cumplido

Sin que sirva de precedente, y no te lo tomes como añoranza, nostalgia o deseo por tu ilustre y magnánima persona, voy a contar que por fin tienes lo que siempre habías soñado.

Desconozco realmente cómo fue tu infancia. No hemos tratado nunca ese tema, pero sé que fuiste un niño consentido y mimado debido a que crees que todo lo que te propones lo tienes que conseguir, da igual las formas, los modos y las personas que tengas que manipular. Tus palabras crees que son lapidarias para propios y ajenos, y los que hemos vivido en una realidad menos bucólica hemos tenido que escuchar tus lecciones de vida cuando sabemos que desconoces qué pasa cuando las cosas van mal de verdad, no tienes lo más básico o, sencillamente ignoras, desprecias y ninguneas los problemas ajenos siempre y cuando no estés tú involucrado, ya sea como salvador, como protagonista o como afectado.

Y no sólo das clases de cómo vivir. No te das cuenta, pero es aburridísimo escuchar cómo tienes que explicar, normalmente a las mujeres, cualquier cosa que crees que no sabemos, utilizamos, tenemos y de la que seguramente jamás hemos escuchado hablar, porque tú así nos tratas, así lo has decidido, y ninguna somos capaces de saber, conocer, hacer o hablar sobre el tema.

Además, eres de las personas que no sabe estar solas. Y no sólo eso: te crees que toda mujer que no tenga que ver con tu familia estamos deseando estar contigo. Así te comportas cuando hablas de una con otra, y luego con otra persona de esta segunda, y así sucesivamente. No lo sabes, o no quieres saberlo, pero ya te digo yo que el mundo es muy pequeño, y puede ser que la primera conozca a la sexta, y luego la sexta conozca también a una cuarta, y todas coincidan en que eres capaz de pagar fantas o cenas, ofrecer tu servidor para alojar blogs, viajar para ver a alguien o irte de mudanza, creyendo que la chica a la que le dedicas esas ganas y esos esfuerzos podría tener una remota debilidad para caer en tus brazos. Pero sólo porque así lo crees tú.

También eres de las personas que necesita contar que ha tenido sexo. Tomando café, en una cena, en redes sociales, dejas escrito así, como dejando caer, tu intensísima vida sexual que recuerdas frente a esas chicas que, recordemos, podrían estar interesadas en ti porque, por lo que cuentas, eres un máquina, estás solicitadísimo, y deberían ponerse en fila porque podría no haber para todas, ya que hay un par de mozas interesadas en tu gallarda figura, tal como contabas haciéndote el interesante, intentando que tu interlocutora también mostrara interés en pedir turno debido a la inmensa demanda por tus huesos.

Enumeraré también que, gracias a tu trabajo bien remunerado y el haber vivido en casa de tus padres (que más barato no se puede vivir en ningún otro sitio) tienes dinero para viajar, comprar, adquirir, cambiar, seguir comprando y contarlo, cosas que no necesitas, pero que son símbolo de poderío, porque no todo el mundo se lo puede permitir, y también lo cuentas, asombrándote de que los demás no puedan hacer lo mismo que tú que, salvo un par de gastos fijos al mes, te puedes permitir hacer todas esas cosas. ¿Por qué los demás no? Si es que somos todos unos sosos.

Y te encanta ir de invitado. Te encanta. Tu excusa siempre había sido que no tenías casa propia, pero para ir de visita a casas ajenas has estado siempre dispuesto. El problema vino cuando fuiste tú el anfitrión. Todo te molestaba. Ya no se está tan cómodo, ¿eh? Invitaste porque no quedó otra, pero ya no estaba esa soltura que tanto te caracteriza, ya tenías que arrimar el hombro y eso ya no te moló tanto. Vaya por dios, qué desconsideración.

Y si los demás tienen problemas, eso no es nada. Y vuelves a poner en duda lo que le pueda acontecer a cualquier otra persona que no seas tú, porque tú no concibes que pasen esas cosas. Y, si pasan, no te importan mucho porque ni preguntas, ni te inmutas ni se te ve el pelo, salvo para hacer sangre.

Pero un día encuentras a alguien que no te evita. Alguien que soporta tus explicaciones de cosas obvias, que es capaz de aguantar que la invites, que la lleves, que la traigas, que la pongas en duda, que le digas que lo que te cuenta no tiene que ser verdad, o que así no es. Alguien de quien puedes contar cuantas veces quieras tus encuentros e intimidades, de quien puedes hablar y que los demás vean, y comprueben por primera vez,  que tiene forma de persona y de mujer. Y de repente hablas de ella como tu mujer, compartiendo gastos, piso y cama, siguiendo hablando de ella (esta vez en singular y con nombre propio) como el sueño que siempre quisiste tener olvidando todos y cada uno de los intentos anteriores con cuanta mujer se pusiera delante.

Y eres feliz, todo lo feliz que siempre quisiste parecer y aparentar para que todo el mundo vea lo bien que estás, dejándolo escrito para que las demás lo vean y vean lo que se han perdido por no hacerte caso antes, con lo que tú vales, pero ahora ya estás pillado y es tarde, ya no vas a echar marcha atrás porque ya tienes mujer, esa mujer que siempre has buscado entre compañeras de trabajo, amistades y amistades de amistades.

Así que vale, ya has cumplido tu sueño. Ya lo has conseguido. Ya eres feliz. Tan feliz como quieras demostrarnos. Que sí, que eres feliz. Que sí, que tienes mujer, que ya lo has dicho y publicado por todas partes. Y sí, que te acuestas con ella de forma regular, pero no necesitamos saber ni los detalles ni la frecuencia.

Que sí, que eres feliz.

Ahora cállate ya, pesado.

8.8.18

En privado.

Me sorprende que la gente prefiera lo privado a lo público.

Si lo que quieren es no juntarse con la chusma ni mezclarse con el populacho, que sigan sufriendo, porque en las zonas privadas y elitistas hay también gentuza, aunque con dinero o con aires de grandeza.

Que la gente prefiera la sanidad privada a la pública, un trato diferenciado, habitación privada o no hacer colas, sólo espero que no necesiten quimioterapia, un trasplante, o un tratamiento costoso que, seguramente, su clínica privada no podrá hacerse cargo y acaban derivando a un hospital público. Tenemos grandes profesionales en la sanidad pública, además de ser las mejores del mundo.

Que la gente prefiera la educación privada a la pública también me sorprende. Unos alegan que gracias a ella pueden acceder a estudios que en la pública no están. Ya. También acceden si tienen dinero para pagar una carrera que sí está en la pública porque no han conseguido plaza o no tienen la nota suficiente para acceder a esos estudios. 

Que la gente prefiera votar a políticos a los que les regalan las titulaciones sin asistir a clase es para preguntarles: si se tratase de un título de medicina, de cirugía, sabiendo que le han regalado el título, ¿se dejarían operar o diagnosticar por él, sabiendo que no ha ido a clase siquiera, y mucho menos haber trabajado en esa titulación?

Y todos esos que apoyan a esos políticos que apoyan lo privado de forma que recortan en todo lo que sea público, menos en el tema de las pérdidas de los bancos, que entonces sí que pasan a ser públicas, o se matan por ocupar un cargo público y colocar a los suyos en entidades públicas para cobrar un sueldo público... ¿qué?

Y sus hijos estudian en colegios privados en los que se entra por dinero y por enchufe, colegios que tiene mucho caché, y no en esos colegios públicos en los que a saber quién está estudiando, aunque los profesores han accedido por oposición, por mérito y capacidad, y no por concoer a las personas adecuadas. ¿Qué niños saldrán mejor preparados? Los de la privada, porque sacarán las notas más altas, por supuesto. Lo estamos viendo. 

Pues eso, que lo privado siempre es mejor. 

Lo dicen ellos.

1.8.18

Canciones de amor.

Me he dado cuenta que las letras de las canciones de amor suelen ser una mierda. Tal cual.

Muy pocas hablan de felicidad, de agradecimiento... La mayoría de las canciones de amor, tal cual las conocemos, son historias chungas de dependencia, de infelicidad, de aguantar, de esperar, de que les faltaba para ser felices, cosas así. Pero eso no es amor.

El amor no duele.

Si duele, no es amor.

Qué narices nos están mostrando con la música sobre lo que es el amor y el romanticismo.

Pero algunas son tan bonitas...





26.7.18

...Let´s go exploring!

Espero que nunca hayáis conocido lo que es la desesperación, por el motivo que sea.

Si sois de los afortunados que no sabéis darle forma ni conocéis ese sentimiento, os doy mi más sincera enhorabuena. Qué dichosos sois. Afortunados. No sabéis lo que es pasar por ello.

En cambio, si conocéis lo que significa, sabéis perfectamente lo que se siente y de lo triste que es esa situación.

Pues voy a hablar de lo que ocurre cuando se deja la desesperación atrás, muy atrás, y todo ha cambiado. Y no significa que sea porque te haya tocado la lotería, ni tengas una pareja fabulosa, ni porque se hayan muerto todos los que te han hecho daño (la primera y la tercera opción son muy interesantes)

El cambio estuvo en ti.

¿Qué ocurre? Aunque ya haya hablado alguna vez sobre ello, vuelvo a insistir en que el cambio está en ti. En cómo dejas que te afecten las personas o la situación. Si tus males no tienen solución, para qué te agobias. Pero si la tienen, para qué te agobias. Algo así. También el apartar a toda esa gente, de la forma que sea, de tu vida. No le des importancia a quien no la tiene. No camines junto a quien no quiere dar un paso por ti. No sufras por alguien que no se preocupa por ti. Y sobre todo, preocúpate por ti, sólo por ti. Que por mucho que tengas, que ofrezcas, que hagas, el que no te quiere, no te va a querer tengas lo que tengas, hagas lo que hagas. Y siempre querrá más con la excusa de que no te importan lo suficiente, para ver hasta dónde eres capaz de aguantar por tenerlos a tu lado. Y encima, se divierten viéndote pasarlo mal. Porque lo hacen, y creen que no lo sabes.

Que busquen a otra persona que tenga más que tú, que les ofrezca más, a quien exijan más, porque eso es lo que quieren: que satisfagan sus intereses, no les interesa la persona en sí.

Y tú te encuentras con que estás libre de esas personas cuando ven que ya no tienen influencia sobre ti. Oh, yeah.

Y exploras. Exploras caminos a los que no habías dado importancia, u otros que no habías visitado antes. Te dedicas a explorar personas a las que no habías prestado atención y a otras que se te presentan por esos caminos.

Nuevas experiencias, cosas que nunca te atreviste a hacer, por el motivo que sea.

Porque no es que seas sólo libre, es que ahora además te sientes libre.

Disfrutar de la soledad como antes nunca habías hecho. Disfrutar de compañías que buscan estar a tu lado. Disfrutar de momentos inesperados, improvisados, que te encuentras, y que saboreas sin esperar ese algo más que antes tanto buscabas.

Que tener, tengo lo mismo que antes, pero prefiero compartir ese nada con la gente que se preocupa por mí, que me quiere por lo que soy, no por lo que tengo, y eso ya lo he dejado claro varias veces en el blog.

Y qué diferente es cuando los chakras y el chi se te han puesto en línea, disfrutando del paseo, a veces sola, otras acompañada, sin obsesionarte con la meta. Porque a veces el camino te lleva a lugares nuevos que no habías imaginado antes, y eso supone nuevas oportunidades.

Por esa gente que me hace sonreír, que tiene un momento para mí, o que se acuerda de mí sin más. Por esos besos y abrazos sinceros, por esas visitas, viajes y excursiones que compartimos. 

¿Y sabéis una cosa? Siempre guardo para mí un trozo que no comparto con nadie. El que busca ver anochecer en el mar. El que también busca ver el amanecer. Bañarme de noche en el mar. El que busca las estrellas fugaces. El que se encuentra con una sonrisa para mí sin esperarla, o una llamada, o un mensaje. Sonrío ante detalles que otrora pasaron sin darles la importancia que se merecen. Muchos detalles que no quiero compartir aquí tampoco porque son sólo míos y no pienso dejar que pierdan su emoción. Tal vez haya compartido algo con alguien, pero muy pocos han estado allí conmigo, y muchos menos los hicieron conmigo.

Y mientras sigo explorando este mundo mágico, a ver si vuelvo más a menudo al blog, que os tengo abandonados con mis cosas.

Así que volveré en breves.

Muahahaha.

21.6.18

A falta de placa (II)

Debería hacerme una placa para conmemorar el día de hoy cada día de mi vida desde el año pasado.

Qué día tan bonito es.

Y lo gracioso es que aún no me lo creo 💖

Pero es cierto.

11.6.18

Esplendor en la barba.

Tengo una amiga que me dice que sólo me fijaba en dos clases de hombres: en los gays y en los sinvergüenzas. Y la cabrona se chotea de mí de lo lindo, porque no fallaba.Yo, no ella. Bueno, yo sí que fallaba. que ya me entendéis.

Tengo un don para los gays. Y para los sinvergüenzas. Y tengo un ojo... ah, qué ojo tengo. Que no voy a contar las veces que no me he equivocado, pero ah, QUÉ OJO TENGO. Madre mía, eso tendría que ser un don, que me sirviera para ponerlo en el linkedin, en el currículum, que puntuara en oposiciones. QUE SIRVIERA PARA ALGO. Pero no, no sirve. Pero eso de que los hombres a veces se pasen de metrosexuales da para mucho despiste.

Os voy a hablar de Braulio. En realidad se llama Andreu, pero mejor le llamo Braulio y así nadie lo reconocerá si un día da con este nuestro blog. 

Braulio es una preciosidad de hombre hecha hombretón. Y qué hombre. Moreno, con una barba canosa e interesante que te destroza la cara, muy arregladita (y sospechosa). Va siempre muy bien vestido. Polos elegantes, camisas elegantes, vaqueros perfectos y que le sientan divinamente tanto por delante como por detrás, y lleva los zapatos más limpios que he visto yo jamás. Tanto si los lleva de piel como si son de lona y cordones, siempre los lleva impolutos, brillantes, perfectos. Y yo, que si no me piso un pie me estoy pisando el otro, me fijo en que yo, en cuanto salgo de casa, se me va el brillo del zapato, o toda la mugre de la calle se me deposita en mis bambas al asomar mi pie por la acera al salir.

Me fijo en sus manos. Si os digo la verdad, una cosa que me da cierto repelús son las manos pequeñas, no sé por qué. Si mido uno de mis palmos, son 23 cms, y que un hombre tenga las manos más pequeñas que yo, no sé, me da cosa. Bueno, pues él tiene las manos pequeñas. Y no me gusta. Pero tiene las uñas mejor que yo, el jodío. Mis padrastros y mis uñas rotas son históricas, y aquí el amigo está para salir en anuncios de cremas de manos.

Veo sus gafas. Hipermetropía, la justa para que los cristales no le haga los ojos demasiado grandes (la miopía los hace pequeños). Un modelo bonito, de pasta oscura, le hace interesante. cristales más que limpios, limpérrimos. No como yo, que por muy limpias que lleve las gafas necesito algún producto desincrustante porque no sé cómo me las apaño (o lo mismo son mis pestañas, que son muy largas) para tener las gafas que parece que estoy en pleno Londres y no veo un pijo porque me las tengo que limpiar cada hora. Si no, no veo.

Y se me arrugan las camisas, las camisetas, y hasta las bragas. Y ahí está el maromo, más bonito que un San Luís de plata, luciendo sus perfecciones, su estilo. Ya no es que te acerques y huela a limpio, es que es una persona que nada más verla ya sabes que es tan limpio que no meará ni cagará, ni se sonará los mocos siquiera, porque no tiene, de lo limpio que se le ve.

Pues Braulio resulta que es una belleza de hombre. Y tiene millones de amigas. Y es un encanto, y es perfecto, y es encantador, y es educado, y es guapérrimo, y es la exquisitez hecha hombre.

Y me dijeron: creo que es gay.

Y cuando lo vi pensé: coño, este tiene que ser gay. 

Pues Braulio no es gay, es metrosexual. Muy metrosexual. Más que echarse cremas, creo que se hace bocadillos con ellas.

Pero me tiene que explicar el jodío cómo puede ir por la vida con esa impolutez absoluta, con esa aureola de limpieza, que ya sólo con mirarle sabes que tiene que estar desinfectado por dentro, que tiene que tener limpia hasta la suela de los zapatos. 

Y lleva el pelo bien peinadito, que no se le mueve ni una greña, y yo, a los cinco minutos de peinarme parezco la Repu, el personaje de José Mota. Que hasta recién levantado tiene el pelo perfecto. PER FEC TO.

Es que ni se le arruga la ropa.

Me imagino que va caminando y, por donde pasa, las cosas se limpian solas y va dejando el camino limpio allí por donde sus pies han posado.

Cuando le digo estas cosas me dice que soy una exagerada.

Igual que cuando damos con alguien que nos da mal rollo, pues he dado con alguien que da sensación de limpieza, pero es que se ve lo limpio que es.

¿Os he dicho que es muy guapo? Muy muy guapo. Es prácticamente perfecto en su estilo. Pues aún es más limpio que guapo.

Así que imaginad qué sensación da.

27.5.18

Mis dieses

Unos de los cuadros más impactantes que he encontrado y de los que más me han sobrecogido es el de Iván el Terrible y su hijo, pintado por Iliá Repin.

Este señor, experto en cuadros históricos y retratos, pintó esta obra maestra en la que contrasta el oscuro del fondo con la claridad de las figuras que aparecen, y en especial, la cara inerte de un hijo que agoniza con la cara de horror de un padre que se acaba de dar cuenta que ha matado a su propio hijo de un golpe.




Yo no soy experta en arte, pero tengo que reconocer que hay obras que me gustan, que me emocionan, y a veces no encuentro el motivo. Es como tener el síndrome de Stendhal pero en pequeñito. Y esta obra tiene una fuerte carga emotiva que, queráis o no, le llega al público.

Bueno, pues resulta que este cuadro está en Moscú, en la Galería Tretiakov, y ayer, un hombre, con la excusa de que me ha sentado mal el vodka, ha rajado el cuadro, dañándolo muy seriamente.

En realidad, ha sido porque parece que hay grupos de ultrarreligiosos y nacionalistas que dicen que este cuadro es falso, y se indignan mucho por ello, además de que no es la primera vez que este cuadro ha sido atacado. ¿Motivo? Que este cuadro falsifica la historia. Bueno, en realidad el hijo de Iván el Terrible murió envenenado, porque hace unos cuantos decenios exhumaron su cadáver y le hicieron unas pruebas que así lo certifican. Pero que bueno, que no es excusa para que hagan esto.

Hay que estar muy zumbado para causar daños a algo sólo porque no estés de acuerdo con ello, y más cuando es simplemente una obra de arte que no vas a pintar tú algo así en tu vida

Cuántas historias y mentiras han contado las religiones, o los políticos, y la gente no se indigna hasta ese punto.

4.4.18

Déjame

Aunque no entiendas cuando te cuento lo que me ha pasado, déjame sentirme como me siento, como me sentía, como me sentí. Y déjame experimentar esas nuevas sensaciones.

La vida es un continuo aprendizaje del que aún me queda mucho por aprender, pero quiero saber, conocer, enterarme, interesarme, ilusionarme una y las veces que hagan falta por la más absoluta variedad de motivos y personas, por lo que, aunque no me entiendas, déjame que quiera conocer ese mundo que me rodea y del cual no tengo ni la más mínima idea a pesar de cada vez conocerlo mejor.

De una simple semilla puede brotar todo un árbol, así que si de mi curiosidad puede salir un brote, qué no saldrá si abono un poco más, si conozco, si sé, si indago, si se me presenta o busca mi encuentro. Hay cosas que simplemente aparecen y que aportan mucho a tu vida, y ahí se quedan contigo cuando la vida sigue y tú continúas por otros derroteros. Aprendí que hay cosas que despiertan eso oculto que tienes en ti y no lo sabías, y una vez despierto te sigue acompañando, porque como esa semilla, crece contigo, y nadie te lo puede quitar, acompañándote, como la primavera, que incluso en el más cerrado de los inviernos sabes que volverá a brotar.

Adoro, repito: adoro conocer a esa clase de gente que se te presenta delante y es capaz también de despertarte en ti eso que tenías dormido, oculto o silenciado, y que cuando sigue su camino tu brillo sigue luciendo. Es gente que te da su polvo de hada, gente mágica, que no te resta, sino que te hace brillar, que te hace creer aún más en ti, en que vieras que no eres lo que los demás te ven, o que no te ven, sino que tienes cosas buenas, y muchas, que otros se encargaron de apagar o de esconder sólo porque ellos no lo tienen o no te ven digna de tenerlo. Y ahí estás tú, maravillada por tu lucecita que no sabías que tenías, y te dedicas a hacerla cada vez más grande. Así que si no entiendes cómo puedo estar avivando algo en mi vida, déjame hacerlo, que tengo mis motivos.

Si ves que cosas que antes me interesaban o gente que crees que me conviene ya no me atraen, piensa que al igual que hay gente que se queda atrás en la vida, hemos encontrado caminos diferentes. Yo no necesito status, dinero o ningún motivo para haber querido estar, ser, sentir, son ellos los que lo buscaban Yo no.. Yo buscaba otra cosa que no me dieron, algo que no tenían y jamás hubiera encontrado a su lado.

Déjame abrir los ojos y darme cuenta de que sonrío sin motivo especial.

Hay cosas que simplemente suceden.

Sientes que hay cosas que ya no tienes. Sientes que hay cosas que has perdido. Y esas cosas dejan de ser una necesidad para notar que realmente eran unas cargas que no te dejaban respirar. Y sabes que no se puede perder nada que no hayas tenido antes, por lo que realmente no perdiste nada puesto que no eran tuyas. Sólo eran mentiras. Farsantes. Postureo. Apariencia. Humo. Nada.

Y cuando ya no esperas nada es cuando sucede todo.


27.2.18

Acéptalo.

Tienes que aceptar muchas cosas en la vida.

Pues aceptemos que ciertas personas nos dejen de lado para la toma de decisiones cuando nuestra opinión vale lo mismo que la de las demás. Aceptemos que no cuenten con nosotros para ciertas cosas que también nos afectan.

Aceptemos también, que no somos nadie para la gente que recurre a nosotros cuando nos necesita pero cuando somos nosotros los que necesitamos ayuda no están ni se les espera. Aceptemos que nos fallen una y otra vez, es lo que tiene darle demasiada importancia a gente que no la tiene.

Aceptemos que ante problemas, esa gente por la que diste la cara te deje sola cuando el problema lo tienes tú. Aceptemos que a toro pasado sepan mucho más que tú de lo que te has roto la boca de contar pero no te contaron lo que sabían antes de que te afectara.

Aceptemos que ayudamos a gente que luego no nos ayuda, y aceptemos que hay gente así, y no tenemos por qué cambiarla.

Todo es perfecto.

La aceptación hará que cuando sean ellos los que te necesiten, quieran saber nuestra opinión, que contemos con ellos, o quieren contar con nosotros para algo que les interesa, que les ayudemos, que demos la cara por ellos y que estemos a su lado... nosotros no estemos.

Ni estaremos.

Qué gustazo decir "no" y que ya no te afecte. Y ver la cara que se les queda.

Pues que lo acepten.

Haha.

25.2.18

Sentada en el parque.

Un día, ocurre.

Es un día normal, como tantos otros, no tiene nada de especial. Pero te notas diferente. Y te levantas de la cama como si nada, porque no pasa nada, y te aseas, desayunas y te quitas el pijama, dudando qué ponerte ese día y si hará frío o calor.

Ese día es tan normal que haces todo lo que tienes que hacer sin incidentes y, salvo que se estropee algo en casa, no tiene ninguna anécdota destacable qué contar. 

Pero de repente, te das cuenta. Ese pensamiento que te atormentaba, eso que te oprimía el pecho en cuanto pensabas en ello o en esa persona, ha desaparecido. Y te sorprendes.

Te sorprendes de haber estado dando tanta importancia a algo que te hacía sentir mal. Alimentándolo. Atormentándote. Pero ahora no, ahora se ha esfumado y no sabes cuándo ni cómo. 

Tal vez se lo llevó la última lluvia caída, la que limpia, refresca y riega. O tal vez se lo llevó el viento, con una brisa silenciosa. O tal vez simplemente se desgastó de tanto pensar en ello.

Sea como fuese, ya no está.

Y te sientas en el banco de un parque dejando que el sol te toque y el viento también. Y mientras estás sentada no haces nada más que cerrar los ojos y relajarte. Nada como hacer lo contrario a lo que tanto tiempo estabas sufriendo.

Ahora disfruta.

La realidad está ahí, pero la aceptación también. Y cuando tú cambias, todo cambia. Y has cambiado, hace tiempo que lo hiciste. Vendrán otras preocupaciones, sí, pero ahora disfruta de esa calma que te rodea, de quererte tú misma, de darte todos esos caprichos que siempre te negaste a saber por cuál de los motivos.

Mira a la gente pasar por tu lado, a los ciclistas, a las madres con carrito de bebé, a los jubilados que van a dar una vuelta. Mira cómo se mueven las hojas de los árboles, la amplia gama de verdes que puedes encontrar en ellas y el travieso rayo de sol que se cuela hasta llegar al suelo.

Ese es un día como otro, pero a la vez no lo es. Ese día es un bonito día. El día en el que por fin todo termina y sigue a la vez. En el que ya no duele, ya no piensas y ya no vas a hacer nada para que vuelva ese sentimiento.

Ese día llega. 

Te lo aseguro.

14.2.18

Sólo mías.


No pienso compartir canciones con nadie porque son sólo mías. Y esas canciones pueden tener miles de versiones, tantas como personas puedes conocer. Y cuando desaparecen esas personas de tu vida no se llevan esa canción.


Ni ninguna.









13.2.18

Te quiero

Te quiero libre, ilusionado, feliz al verme.

Te quiero impaciente por encontrarnos, contento por estar conmigo, imaginando cómo sorprenderme o pasar la tarde juntos.

Te quiero tranquilo al estar a mi lado, te quiero verme sorprendida al darme cuenta que me estás mirando con una sonrisa sin que me hubiera dado cuenta. Te quiero apartándome un mechón de pelo de la cara, preocupándote si me ves seria y notando tu respiración tranquila en mi nuca al dormir.

Te quiero viviendo el presente, recordándome que no necesito a nadie para ser feliz, compartiendo un café o una cena mientras me cuentas las cosas que te han pasado ese día.

Te quiero besándome, o discutiendo conmigo. Te quiero solucionando cualquier problema que tengamos. Te quiero con tus defectos, con tus virtudes, con todas las cualidades que hicieron que me fijara en ti. Te quiero serio, sonriente o en silencio. Te quiero acariciándome la cintura mientras me enseñas cualquier cosa.

Te quiero enseñándome lugares o dejando que yo te enseñe otros en los que ni te habías fijado.

Te quiero metiéndote en mi vida al igual que me introduces en la tuya.

Te quiero demostrando lo que te importo, a solas o en público. Te quiero escuchar decirlo.

Te quiero sincero, tanto para bien como para mal.

Te quiero así.

Es una pena que no te conozca, o te haya apreciado, todavía.

Bueno. Ya me buscarás tú.

31.1.18

De partitione autem gemens

A cada tonto le da por una cosa y a mí me ha dado por muchas. Y cuando se trata de algo que no perjudica a nadie y encima es entretenido, pues mejor aún.

Una de las cosas que me entretienen mucho es la historia de la Roma Antigua, tanto la historia de sus emperadores, la vida cotidiana de las ciudades y su ingeniería, toda una proeza para la época que hoy en día podemos seguir admirando. Gracias a divulgadores como Mary Beard y sus libros y documentales sobre esa época podemos enterarnos de detalles que antes nos hubieran pasado inadvertidos. Acercarte al día a día de los habitantes romanos hace que te interese más cómo eran, qué cosas utilizaban, de dónde procedían... La historia de Roma es algo más que emperadores y guerras. También lo son sus ciudadanos, por muy anónimos que fuesen, pero que algo ha llegado hasta nuestros días que los recuerda y cuentan su historia.

Siempre encuentro algo que me sorprende. Su capacidad para crear infraestructuras al servicio de la población, por ejemplo. Realmente era más un elemento propagandístico de decir "eh, que estamos aquí" que otra cosa, pero el favorecer a la gente la vida con servicios que no tenían en sus pueblos bárbaros hacía que muchos quieran ser más romanos que patriotas para beneficiarse de ellos.

Otra de las cosas que me ha gustado ha sido la capacidad de imitar y adaptar las cosas que les gustaban. Me explico: si daban con algo que mejoraba lo que ellos tenían, lo copiaban. Nada de desprestigiar al enemigo, se lo apropiaban. como es el caso de arco de medio punto o el cemento. Lo mismo valía para religiones, de forma que podían tener mil diferentes y todos contentos, así nadie se revolvería contra ellos por un dios.

Eso no significa que fuese un pueblo civilizado. Lo sería más que los demás en comparación, tenían leyes (que algunas se siguen utilizando hoy en día), tenían urbanismo, calzadas, ejércitos de soldados o de bomberos bien organizados... Pero también había corrupción, luchas internas, traición y magnicidios famosos que no tengo que recordar.

Pero les gustaba entretener al pueblo con sus teatros, anfiteatros o coliseos, en donde no sólo había lucha de gladiadores, sino también lucha con animales salvajes o batallas navales, dependiendo del sitio, debido a la construcción de sus instalaciones con entradas de agua, pasajes y trampillas para hacer aparecer o desaparecer personas y animales... 

Los gladiadores no tenían por qué morir. Eran como las estrellas de fútbol de ahora, podían ser famosos y adorados por la gente. Hasta el sudor de gladiador era codiciado por su supuesto poder afrodisíaco. Al tratarse muchas veces de esclavos que valían mucho dinero y en los que se había invertido mucho en su entrenamiento solían cuidarlos bastante mejor que a muchos esclavos de la época.

Y luego están sus obras de ingeniería, de muchas clases. Desde bombas de cobre para apagar fuego de los antiguos bomberos o vigili hasta el sistema de alcantarillado de la cloaca máxima, o el transporte de agua en sus acueductos. Cómo hacían estatuas, creando el cuerpo y cambiando las cabezas según fuese el que mandara en esa época.

De cómo les gustaba contar la vida de una persona en una lápida, no sólo poniendo el nombre de la persona fallecida. Podemos encontrar auténticas biografías, y no sólo de emperadores.

Así que cuando puedo, me escapo a algún sitio en donde contemplo en directo obras que dos mil años después siguen en pie, con más o menos ayuda. Las obras, no yo. Tarragona y Segovia son mis favoritas, que conste.

Y nada, y eso. Que a cada tonto le da por una cosa.

Eso sí: Calatrava tiene que aprender muuuuuuuucho de los romanos. 


30.1.18

Si me quieres...


Sí me quieres, quiéreme entera,
no por zonas de luz o sombra. 

Si me quieres, quiéreme negra.
Y blanca. Y gris, y verde, y rubia,
Y morena. 

Quiéreme día.

Quiéreme noche.
¡Y madrugada en la ventana abierta! 
Si me quieres, no me recortes:
¡Quiéreme toda… o no me quieras!

(Dulce María Loynaz)

29.1.18

Intro

¿Cuántas veces habéis escrito algo para acabar borrándolo?

¿Cuántas veces hemos puesto una frase, una palabra, una expresión con un teclado para acabar eliminándolos letra tras letra? Sabemos que si enviamos el mensaje ya no habrá vuelta atrás.

No habrá vuelta atrás porque el mensaje previo que ha originado tu respuesta tampoco lo tiene. Y con lo que mandaras todo podría solucionarse, o empeorar, o terminar algo. O tal vez aclarar una duda. O tal vez crearla. Pueden haber miles de posibilidades con sólo una frase. La frase que tienes escrita en el móvil, en un chat o en una nota.

Miramos el cursor parpadeando detrás de la frase, de la palabra o de la expresión que puede desencadenar algo, bueno o malo, y dudamos si mandarla. Y sopesamos los pros y los contras. ¿Es necesario? ¿Servirá de algo?  No se trata de una frase vacía como las que nos han escrito, frases que no han sentido, palabras huecas, que quedan muy bien escritas pero que en realidad han sido fingidas.  Ni son frases que se han dicho por el puro placer de humillar, herir o ser cruel de forma gratuita. Tampoco es algo que vaya a terminar con el hambre del mundo ni traiga la paz mundial, pero esa frase puede hacer que algo cambie en nuestras vidas.

Esa frase que deberíamos haber escrito antes a otras personas.

La frase quedó escrita, el cursor seguía parpadeando y al final pensé lo mismo que había escrito.


A tomar por culo.



Y pulsé el intro.

10.1.18

Pongámonos serios.

Hace años que me enganché, y os conté, a la serie Pasión de Gavilanes. Como telenovela cumplía todos los requisitos, como serie también, y además es que era graciosa. De hecho, ni cambiando canales ninguna otra telenovela ha conseguido mi más mínimo interés, por lo que supongo que sonó la flauta por casualidad y no creo que me aventure en esas lides de nuevo.

También he probado series que fueron abandonadas ya por ser tan repetitivas o previsibles que ya no me enganchaban. Siempre ocurre eso de la tensión sexual no resuelta de los protagonistas, que sí, que no, que huy, que tengo un drama personal que no te he contado, que siempre es una tragedia a lo bestia... O cambios brutales en el guión de una temporada a otra que te hacen dudar de si estás viendo la misma serie. Me pasó con Alias, que me aburrió en la tercera temporada, Héroes, que me decepcionó totalmente al principio de la segunda y la abandoné para siempre jamás, Bones, que la aborrecí a la cuarta temporada, Almacén, Nº13, El secreto de  Puente Viejo (con lo bien que empezó la serie y la han alargado hasta la náusea), Shameless,  Downtown Abbey... No sé, a lo mejor el cuerpo no me pilló con la necesidad de verlas en ese momento, porque todas tienen éxito, pero no conmigo. Rarita que es una.

En cambio, hay otras a las que les di una segunda oportunidad, aunque al principio no me llegaban a enganchar, como fue el caso de The Big Bang Theory. Tengo que reconocer que hay escenas que aún me hacen llorar de risa cuando las veo.

Y ahora vienen series que me dejaron encantada. Homeland es una. Breaking Bad es la segunda más mejor en mi ranking, y con diferencia respecto a las otras. Quién me iba a decir que el padre de Malcolm, otra de mis series favoritas, iba a cambiar tanto (guiño, guiño, codazo). Además, con un final apoteósico y dignísimo. Luego está también A dos metros bajo tierra, que es originalísima y, aunque se me hizo pesada en las temporadas centrales, pude terminar y no me decepcionó con el mejor final de serie que he visto en la vida.

¿Y qué pasa cuando ves una serie buena? Pues que luego te cuesta encontrar una que te enganche de esa manera. Sí, te entretienen, pero poco más. Hasta que das con LA SERIE. Perdón: LA SERIE.

Perdón:

LA SERIE


Pues eso. Que un día te hablan bien de la serie y sí, veo que sale mi adorado Rodolfo Sancho, pero bueno, ya la veré (es la excusa que decimos siempre para decir que no la vamos a ver).  Y sigue el bombardeo de la has visto? la has visto? la has visto?. Y entonces es cuando dices... Ea, pues podría verla a ver qué tal...

Y empiezas a ver El Ministerio del Tiempo.

Y cuando la empecé a ver me maravilló. Me encantó. He visto las tres temporadas de la serie, en donde hay muchos puntazos geniales que pueden pasar inadvertidos. Igual que yo he visto algunos se me habrán escapado miles, y he encontrado millones en internet que iluminan mi ignorancia.

El reparto, genial, con un Hugo Silva, el que hizo que todos los niños de España se llamen Hugo, espléndido, con un Nacho Fresneda y Aura Garrido perfectos, así como Cayetana Guillén Cuervo o Jaime Blanch. Te sacan la sonrisa viendo personajes como Spínola, el Papa Luna, el Cid, Alfonso XII, Buñuel, Velázquez, Lope de Vega, Cervantes, Simón Bolívar (que, por cierto, de adulto lo protagoniza el que hace de marido de Norma en... tachán, ¡Pasión de Gavilanes!) y muchos personajes más. Una serie de aventuras, de intrigas, que me maravilló por completo. Por completo.

Como curiosidad, parece ser que mientras rodaron  el episodio en el castillo de Peñíscola yo andaba por allí, porque estaba todo el montante en el patio. Pero bueno, sólo es una anécdota y una casualidad.

Y cuando llegaron los dos episodios finales, se salieron. Se superaron. Se vinieron arriba. Es una exhibición de maestría en dirección, guión, crítica, guiños, humor... Son completamente perfectos en donde cada vez que te das cuenta de algo abres la boca porque han tirado con bala, es pura intención, no es nada sutil, todo es evidente, pero de manera elegante, ingeniosa y sarcástica.

Parece ser que no se sabe aún si habrá una cuarta temporada, pero esta serie ha sido aclamada como la mejor serie española de todos los tiempos, y en mi opinión, con todos los motivos, razones y justificaciones del mundo.

Espero que ese alguien que se ha dedicado a machacar la serie en la tele se deje de manías. Ya sabemos que en este país el que tiene padrino, se casa, pero hay gente buena que hace cosas buenas y merecen su reconocimiento, que se le da, y a este alguien porque no le guste no lo ha podido impedir, aunque sí puede impedir que se renueve esa cuarta temporada. Porque vaya tela el maltrato que se le ha dado en la misma cadena a esta serie, que está siendo adaptada en otros países... ¡Si se supone que debería ser un orgullo poseer los derechos de emisión! Pues en este caso, no.

Así que desde aquí quiero dejar constancia que he regalado mis ratitos de vida a esta serie porque me ha hecho disfrutar tantísimo que he vuelto a empezar a verla desde el principio.

Y cada vez encuentro cosas nuevas.

Vaya lujazo de serie. Vaya gustazo verla.