11.9.17

Ser y no parecer.

A lo largo de estos años se me han caído vendas de los ojos y otras me las he arrancado yo solita. Gente a la que tenía aprecio, cariño, admiración o estima, o todo ello, se ha esfumado de repente dejando en su lugar decepción, pero nada grave, todo superable y superado. Hay personas que es mejor dejarlas atrás, en un pasado que mejor que no vuelva, como ellas.

Sobre todo estos últimos años me he dado cuenta  de la clase de mierda a la que me habían acostumbrado para haber aguantado ciertas cosas. He flipado lo que he llegado a aguantar. Lo increíble no es sólo lo que yo haya soportado, sino que haya habido gente que se haya dado cuenta de ello, se haya aprovechado y se haya montado en el carro. Y, como ya he dicho varias veces, la culpa la tengo yo por gilipollas, así que no voy a refocilarme más en ello, sólo voy a recordarlo una vez más, que para eso el blog es mío y no sea que se os olvide.

Lo que sí tengo claro es cómo engañan esas personas. Una cosa es la imagen que dan, la pública, la que todos conocen, esa que los vecinos comentan que siempre saludaba. Esa parte amable, alegre, cariñosa, positiva, generosa...  Es gente con principios, con la cabeza bien amueblada, gente profunda, bromista, con sus aficiones, o gente seria, que tiene amigos, familia, su trabajo, o no lo tiene, da igual... Es gente aparentemente normal.

Aparentemente.

Pero la otra parte que tienen no es la imagen que muestran cuando tienen un mal día, o cuando se tuercen las cosas, no... Porque esta sería una parte considerada normal, a la que todos tenemos derecho.

La otra parte, la chunga, la auténtica, la real, es la que muestran cuando nadie los mira, cuando creen que no van a ser descubiertos, cuando piensan que hagan lo que hagan, o digan lo que digan, no van a tener consecuencias, aprovechándose de que no le vas a devolver la afrenta.

La que muestran cuando ya no les interesas.

Cuando saben que lo estás pasando mal y siguen haciéndote sufrir.

Cuando gozan de una superioridad respecto a ti y disfrutan haciendo cualquier cosa para que te sientas mal o sigas sintiéndote mal.

Cuando hablan mal de ti sin que te enteres.

Cuando te humillan en público inocentemente fingiendo que es una broma o que ha sido sin querer.

Cuando dirigen a ti su rabia, su odio, su frustración que les ha provocado otra persona.

Cuando fingen que te ignoran pero en realidad están pendientes de ti sabiendo que hacen daño y quieren disfrutarlo.

Cuando te ven en inferioridad y ponen a otra gente en tu contra...

Cuando te mienten sabiendo que confías en ellos.

Cuando te usan sabiendo que no sospechas de ellos.

Cuando cogen todo lo que les das y aún así no les parece ni suficiente, ni suficientemente bueno para ellos. Ni tú tampoco.

Ellos jamás reconocerán que se están portando mal contigo, todo lo contrario. Son imaginaciones tuyas, eres tú quien te lo has imaginado. Ni un remordimiento. Tras la diversión de ser crueles está la diversión de ver el desconcierto de la víctima. Pero nunca reconocerán que están haciendo algo malo porque para ellos no es malo. Saben que hacen daño pero nunca dirán que están actuando de forma malvada.

Desde entonces he cambiado mi opinión respecto a las personas. No las mido ya por el tiempo desde que las conozco, ni el parentesco, sino por cómo se comportan conmigo cuando ya no me necesitan, cuando nadie puede ver ni oir lo que me hacen o dicen, o cuando creen que sus actos no pueden tener consecuencias.

Porque ahí está la verdadera personalidad de la gente, y no como se definen, ni se describen, ni se muestran ante los demás o ni qué parecen.

Así son realmente.

Así somos.


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