29.8.17

Viva la novia.

La novia está a cientos de kilómetros de mí pero me hace partícipe de cada decisión que toma para su gran día.

Me falta tocar la tela del vestido, pero he visto antes que nadie cómo es. Me comenta cada detalle, me consulta cada idea que tiene, me pregunta como si yo fuese una especialista en eventos nupciales, pero me hace sentir especial.

Iré el día antes de la boda para echarle una mano en lo que haga falta, aunque sea para limpiar la casa, y también me he ofrecido a recibir invitados que vienen de fuera en Atocha.

La novia me ha pedido varias cosas. Una, que la ayudara a repartir los regalos. Pues claro, mujer, eso ni se pregunta. Boba.

Otra, que hablara en la boda. Yo. Salvo a los novios y a la madre de ella, no conozco a nadie, pero bueno, será por palabras... Algo se me ocurrirá para ese día, en el que una auténtica Eufrasia de boda y desconocida para todos salvo para los novios y la madre de la novia hablará ante el gran público. Lo bueno es que como no me conocen si hago el ridículo luego no me los cruzaré por la calle ni coincidiré a menudo con ellos. Haha.

Y la más bonita fue que la novia me pidiera que fuese la persona que la ayudara a vestirse.

Todas sabemos que eso se le pide a alguien muy especial. Y en un año dos personas me lo han pedido. Dos personas muy especiales para mí.

Ains, qué bonito es ver que a las personas le vayan bien las cosas y que quieran compartirlo conmigo.

Pues nada. Tocado comprado y vestido preparado.


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