18.4.17

Lo importante fue participar.

Yo creo que el final de un sueño no es cumplirlo, sino despertarse.

Mientras dura el sueño has disfrutado, te has ilusionado, has vivido, has sufrido o te has emocionado. Yo, por circunstancias que no vienen al caso, decidí echarme la manta al cuello y pensé que lo que tuviera que pasar, pasaría y entrelacé las manos tras mi nuca y disfruté del paseo mientras me acercaba, casi sin proponérmelo, al final de un sueño del que pensaba que me iban a despertar mucho antes.

Y no fue así.

He disfrutado del paisaje, del camino, de la gente, del trayecto, del paisaje (huy, esto lo he repetido), de la comida, del café, de los rayos de sol, de los amaneceres y de los primeros cantos de los pájaros. He disfrutado al encontrarme con el anochecer sin darme cuenta o con el amanecer sin tampoco proponérmelo. 

Ha habido risas, muchas risas, sobre todo mías, y más de un llanto, casi ninguno mío (afortunadamente, y sorprendentemente). Nervios, discusiones, besos, abrazos, amistad, mucho cariño, confidencias, enfados y reconciliaciones. Aquí termina una etapa que no volverá a repetirse jamás porque ni seremos las mismas personas, ni seremos iguales ni será lo mismo.

Y aquí estamos, despertando del sueño.

Fue bonito. Fue intenso. Aprendí muchas cosas Y aprendí muchas cosas sobre mí, todas buenas, y encontré otras que creí olvidadas. Todas muy buenas y que he sacado a la luz para siempre.

Y aquí termina el sueño, porque ya está ahí el despertar, que es lo que hace que el sueño finalice, hayas reído, llorado, hayas sufrido o hayas estado completamente zen, como una que yo me sé. 

Empieza la realidad. Pues nada, a por ella, oiga.

Ahora toca elegir el siguiente sueño, que el mundo sigue girando.

Allá vamos.

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