30.3.16

No huyas

Nada como enfrentarte a tus miedos, a tus problemas, para saber de qué material estás hecho.

Nada como dar la cara y saber que a veces el miedo está en tu imaginación.

Puede ser que no reacciones de la manera más elegante pero huír o evitar las cosas no es la solución. Las cosas se hablan, se cuentan, se afrontan.

Pobre del que sólo huya. Pobre del que sólo cause problemas.

Tomo aire, suspiro, y espero a que vengan mientras los veo llegar. A veces no son nada, una nimiedad sin importancia. Otras veces son tan grandes como mi imaginación. Otras veces me superan. Y otras, que son casi todas, soy yo la que corro hacia ellos para plantarles cara y terminar con ello de una vez por todas. Pero siempre, siempre, acabo saliendo de una manera u otra.

Y esta vez tengo entrada en primera fila en varios eventos, a mi pesar.

No huiré esta vez tampoco, aunque haya cosas que haya evitado durante un tiempo. Para qué.

Lo que tenga que ser, será.





29.3.16

Mensajes en una servilleta





 ¿Leéis los mensajes que ponen en los sobres de azúcar? Yo sí. Y algunos son geniales.

Pues ahora una servilleta me muestra un mensaje. No me ha hecho recordar nada en especial, ni a nadie. Sólo me ha hecho sonreír.

Pero como consejo, es bueno. Me ha recordado un tweet, que venía a decir algo como Que sea un buen recuerdo, o que sea una buena lección.

Me gusta ver la belleza en las pequeñas cosas. Y a veces, aprendes de ellas.

23.3.16

De la cobardía y de otras historias

Soy un imán para la gente con problemas de pareja. Yo creo que no hay nadie en este mundo que no haya confiado en mí para despotricar contra su pareja, o su expareja, contando desde las tonterías más superficiales hasta las intimidades más sonrojantes. Y todos, sin excepción, no se dan cuenta de que están conviviendo con una persona que no es como ellos quieren. Ninguno quiere adaptarse al otro, nadie cede, y todos dejan pasar el tiempo en una relación que es más apariencia que otra cosa. Postureo. La soledad no quema, ni escuece.

No me quiere, no me hace caso, no sale conmigo, no le gusta lo que hago, no quiere que haga esto, he dejado de hacer esto por él/ella.

Imbéciles.

No eches la culpa a otra persona de las cosas que ya no haces  porque no le gusten o le sienten mal. No culpes a tu pareja o expareja de tus fracasos, dejando de lado de cosas antes placenteras para ti. Todos hemos pasado por esa fase, así que sé de lo que hablo. Por delante de esa persona o discutes o acabas dejando que el tiempo pase. Por detrás la pones a parir delante de quien sea.

Imbéciles.

Y luego resulta que te comparan con ellos/as. Que tú eres diferente, que le hablo de ti, que tú tal y cual y más allá. Y no se dan cuenta de que yo fui la imbécil de alguien tiempo atrás. Y, como son mis amigos, les digo lo que no quieren escuchar.

Cobardes. El primer paso es el más difícil, sobretodo cuando hay convivencia. Pero el miedo a la soledad es tan fuerte que la gente acepta situaciones lamentables, indiferencias, renuncias y amenazas de enfado con tal de no perder a su churri.

La próxima vez invéntante otra excusa de por qué ya no haces lo que te gusta, porque a medida que avanza la conversación acaba saliendo. Imbécil.

Y no le eches la culpa a tu pareja.

Cobarde.

21.3.16

Capítulo 21.

–Buenos días –dijo el zorro.
–Buenos días –respondió cortésmente el Principito, que se dio vuelta, pero no vio nada.

Estoy acá, –dijo la voz –bajo el manzano...
–¿Quién eres? –dijo el Principito–. Eres muy lindo...

–Soy un zorro –dijo el zorro.

–Ven a jugar conmigo –le propuso el Principito–. ¡Estoy tan triste!...

–No puedo jugar contigo –dijo el zorro–. No estoy domesticado.

–¡Ah! Perdón – dijo el Principito.

Pero después de reflexionar agregó:

–¿Qué significa “domesticar”?

–No eres de aquí –dijo el zorro–. ¿qué buscas?

–Busco a los hombres –dijo el Principito–.
¿Qué significa “domesticar”? 
–Los hombres –dijo el zorro– tienen fusiles y cazan. Es muy molesto. También crían gallinas. Es su único interes. ¿Buscas gallinas?
–No –díjo el Principito–. Busco amigos. ¿Qué significa “domesticar”? –volvió a preguntar el Principito–.

–Es una cosa ya olvidada –dijo el zorro–, significa “crear lazos”.

–¿Crear lazos?
–Si –dijo el zorro–. Para mi no eres todavía más que un muchachito semejante a cien mil muchachitos. No te necesito. Y tú tampoco me necesitas. No soy para ti más que un zorro semejante a cien mil zorros. Pero, si me domesticas, tendremos necesidad el uno del otro. Serás para mí único en el mundo. Seré para ti único en el mundo.

–Empiezo a comprender –dijo el Principito–. Hay una flor... Creo que me ha domesticado...

–Es posible –dijo el zorro–. ¡En la tierra se ve toda clase de cosas...!

¡Oh! No es en la tierra –dijo el Principito–.
El zorro pareció intrigado: –¿En otro planeta?

–Sí.
–¿Hay cazadores en ese planeta?

–No –¡Es interesante eso! ¿Y gallinas?

–No

–No hay nada perfecto –suspiró el zorro.

Pero el zorro volvió a su idea:

–Mi vida es monótona. Cazo gallinas, los hombres me cazan. Todas las gallinas se parecen y todos los hombres se parecen. Me aburro, pues, un poco. Pero, si me domesticas, mi vida se llenará de sol. Conoceré un ruido de pasos que será diferente a todos los otros. Los otros pasos me hacen esconder bajo la tierra. El tuyo me llamará fuera de la madriguera, como una música. Y además, ¡mira! ¿Ves, allá, los campos de trigo? Yo no como pan. Para mí el trigo es inútil.

Los campos de trigo no me recuerdan nada. ¡Es bien triste! Pero tú tienes cabellos color de oro. Cuando me hayas domesticado, ¡será maravilloso! El trigo dorado será un recuerdo de ti. Y amaré el ruido del viento en el trigo.

El zorro calló y miró largo rato al Principito:

–¡Por favor... domestícame! –dijo.

–Bien lo quisiera –respondió el Principito–, pero no tengo mucho tiempo. Tengo que encontrar amigos y conocer muchas cosas.

–Sólo se conocen las cosas que se domestican –dijo el zorro–. Los hombres ya no tienen tiempo de conocer nada. Compran cosas hechas a los mercaderes. Pero como no existen mercaderes de amigos, los hombres ya no tienen amigos, ¡domestícame!

–¿Qué hay que hacer? –dijo el Principito–. Hay que ser muy paciente –respondió el zorro–. Te sentarás al principió un poco lejos de mí, así, en la hierba. Te miraré de reojo y no dirás nada. La palabra es fuente de malentendidos. Pero, cada día, podrás sentarte un poco más cerca.

–Hubiese sido mejor venir a la misma hora –dijo el zorro–. Si vienes, por ejemplo a las cuatro de la tarde, comenzaré a ser feliz desde las tres. Cuanto más avancé la hora, más feliz me sentiré. A las cuatro me sentiré agitado e inquieto; ¡descubriré el precio de la felicidad! Pero si vienes a cualquier hora, nunca sabré a qué horas preparar mi corazón... Los ritos son necesarios.

–¿Qué es un rito? –dijo el Principito–.

–Es también algo demasiado olvidado –dijo el zorro–. Es lo que hace que un día sea diferente a los otros días: una hora, de las otras horas. Entre los cazadores, por ejemplo, hay un rito. El jueves bailan con las muchachas del pueblo. El jueves es, pues, un día maravilloso. Voy a pasearme por la viña. Si los cazadores no bailaran en día fijo, todos los días se parecerían y yo no tendría vacaciones.


Así el Principito domesticó al zorro. Y cuando se acercó la hora de la partida: –¡Ah!... –dijo el zorro–. Voy a llorar.

–Tuya es la culpa –dijo el Principito–. No deseaba hacerte mal pero quisiste que te domesticara.

–Sí –dijo el zorro–.

–¡Pero vas a llorar! –dijo el Principito–. –Sí –dijo el zorro.

–Entonces, no ganas nada.

–Gano –dijo el zorro –, por el color del trigo.

Luego agregó:

–Ve y mira nuevamente a las rosas. Comprenderás que la tuya es única en el mundo. Volverás para decirme adiós y te regalaré un secreto.

El Principito se fue a ver nuevamente las rosas:

–No sois en absoluto parecidas a mi rosa: no sois nada aún –les dijo–. Nadie os ha domesticado y no habéis domesticado a nadie. Sois como era mi zorro. No era más que un zorro semejante a cien mil otros. Pero yo le hice mi amigo y ahora es único en el mundo.

Y las rosas se sintieron bien molestas.

–Sois bellas, pero estáis vacías –les dijo–. No se puede morir por vosotras. Sin duda que un transeúnte común creerá que mi rosa se os parece. Pero ella sola es más importante que todas vosotras, puesto que es ella la rosa a quien he regado. Puesto que es ella la rosa a quien puse bajo un globo. Puesto que es ella la rosa que abrigue con el biombo. Puesto que es ella la rosa cuyas orugas maté. Puesto que es ella la rosa a quien escuché quejarse, o alabarse, o aún, algunas veces callarse. Puesto que ella es mi rosa.

Y volvió hacia el zorro:
–Adiós –dijo.

–Adiós –dijo el zorro–. He aquí mi secreto. Es muy simple: no se ve bien sino con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos.

–Lo esencial es invisible a los ojos –repitió el Principito, a fin de acordarse.

–El tiempo que perdiste con tu rosa hace que tu rosa sea tan importante.

–El tiempo que perdí por mi rosa... –dijo el Principito, a fin de acordarse.

–Los hombres han olvidado esta verdad –dijo el zorro–. Pero tú no debes olvidarla. Eres responsable para siempre de lo que has domesticado. Eres responsable de tu rosa.

–Soy responsable de mi rosa... –repitió el Principito, a fin de acordarse.



(El Principito, Antoine de Saint-Exupéry)

17.3.16

A mi vera.

Llevo una temporada bastante mala. Mala no, lo siguiente. Y aunque por aquí descargue algo de mis penitas (no lo voy a hacer porque nunca sé quién está leyendo) en la vida real intento ponerme mi sonrisa y seguir adelante. Y bromeo, y juego, y me río, pero a veces me satura todo porque hay temporadas, y todos las tenemos, que son muy difíciles.

Y he recurrido a la gente que me importa. Y su comportamiento ha sido de lo más variado.

Unos han sido indiferentes. Otros han sido puntualmente atentos. Otros se han desbordado hacia mí. Y todos ellos me han hecho ver lo que les importo. Porque han hecho más los que han querido que los que han podido. Porque los he necesitado y algunos no han estado. Ni se han preocupado por mí, he tenido que ser yo la que he preguntado cómo estaban. Y otros, aunque también he preguntado yo, han estado más cerca de lo que han estado otros físicamente. Y algunos han estado ahí, siempre, y yo no me daba cuenta. Y, lo más gracioso, es que los que no han estado ni se han molestado por mí se ofenden si no acudo cuando son ellos los que llaman para, por ejemplo, tomar una puta cerveza.

Es una mierda estar mal y ves que todo va mal, y que la cosa puede empeorar hasta límites insospechados, y sabes que esto puede ir a peor -a mucho peor-, y sólo piensas en aguantar el chaparrón, que ya vendrán tiempos mejores y en que puedes confiar en cierta gente que está ahí, pase lo que pase. Espero haber estado a la altura de las circunstancias cuando me necesitaron. Porque otros me tuvieron cuando estaban mal y ahora no los he visto cerca. Y esos no son amigos, ni lo fueron.

Mientras los días pasan, unos tras otros, voy con mi sonrisilla para que vean que estoy bien, aunque por detrás recurra a algunas personas y pida algo de ayuda o atención. Porque nadie quiere personas tristes, pero tus verdaderos amigos son los que están a tu vera cuando lo pasas mal.

Volverán mejores tiempos. Porque la vida es una montaña rusa en la que por mucho que subas un día bajas de golpe. Y aunque estés bajando, sabes que acabarás subiendo, o parando.

Y yo he visto quién quiere estar conmigo en esa montaña rusa. Y me siento afortunada por tenerlos porque estos amigos no los tiene todo el mundo.

11.3.16

Mi regalo.

Todo gran viaje comienza con un solo paso.

Allá voy.




7.3.16

El diferente.

La vida está llena de personas. Algunas son fijas a lo largo del tiempo, están ahí. Otras son intermitentes, aparecen y desaparecen, como el Guadiana. Otras están de paso. Y todas, en algún momento, son nuevas para ti. Y unas cuantas, en un momento dado, pueden atraerte. Más, menos o un poco. A veces hay una tensión sexual no resuelta. Y otras son consumadas y piensas que no era pa´tanto. Y otras las saboreas mientras duren. Y otras terminan, afortunadamente.

Y esos besos que te dan, que te roban, que te regalan, hacen que una calle deje de ser sólo una calle para formar parte de un recuerdo. O un puente, o una ciudad, o un pueblo perdido en la provincia de Cuenca. Y mientras, hunden sus manos en tu pelo, besan tu cuello, saborean tu piel, buscan tu intimidad, te muestran el amanecer o te preparan el desayuno. Y todos forman parte de tus recuerdos porque todos hacen lo mismo. Susurrar tu nombre al oído, decirte lo maravillosa o lo preciosa que eres, lo bien que se está contigo, las ganas que tienen de verte...

¿Cuál es el que se diferencia?

Todos quieren entrar en tu intimidad, ser los receptores de tus caricias, reírse entre abrazos, notar tu piel y acabar despertando a tu lado para darte los buenos días. Enlazan sus dedos en tu mano y sus piernas con las tuyas, acarician tu rostro con su nariz y la hunden en cualquier parte de tu cuerpo. Te saborean, te lamen, te besan o te muerden. Pero todos hacen exactamente lo mismo.

¿Y quién es el que se distingue de los demás?

Abrazas sus cuerpos con tus piernas y humedeces su piel por el esfuerzo del momento. Ríes entre caricias y besos, mezclas tu saliva con la de él, y tu sudor con el suyo. Te irritan la piel por tanto beso y encuentras señales en tu cuerpo después del encuentro. Te hacen jadear, suspirar, sonreír. Usan los mensajes de móvil para decirte que piensan en ti o que quieren volverte a ver, pero todos escriben lo mismo.

¿Y cómo diferenciar a ese ser diferente?

La vida está llena de hombres y de oportunidades.

Y algunos son muy interesantes que sólo quieren conocerte, sin historias, ni cuentos, sin artificios, sin ostentaciones. Simplemente, surge, y todo termina sin dramas, sin lágrimas ni celos. Y los ves de nuevo por algún sitio y con alguno cruzas aún una sonrisa cómplice.

Pocos vuelven, pero todos son exactamente iguales aunque su físico varíe tanto.

¿Y quién es?

Esa persona se hace notar, se hace distinguir, no te trata como te tratan los demás que, al fin y al cabo, sólo son iguales al resto. Pueden besar mejor, o ser buenos amantes, pero esa persona te hará sentir especial y verás que él también lo es.

Y si termina, que te quite lo bailao, porque jamás te hará sentir que te ha utilizado.

Ese es el diferente a los demás. El que te trata como a una diosa, no como a otra persona más.

1.3.16

Tras la tempestad...

...llega la calma.

Y cómo me gusta saborearla...