27.10.15

Vuelves.

Vuelves,
tan inesperadamente siempre vuelves. 
Pero como había esperado vuelves
cuando te creí olvidado
siempre vuelves, 

vuelves siempre...

26.10.15

Cuánto te quiero, amiga

¿Habéis conocido alguna vez a gente que os quiere más que a su vida? Gente que dice haría por ti cosas que jamás haría, gente que repite hasta la náusea lo más muy mejor amiga que eres suya y lo cuantísimo que te quiere, lo pregona a los cuatro vientos, te lo dice mil veces en la cara... pero te encuentras de que sólo dice eso, dice palabras que se lleva el aire. Palabras que por mucho que repita no van a ser más verdad. Palabras que no tienen valor. Mentiras, vamos.

Y entonces se te queda la cara de gilipollas. Y no digáis que no, que se nos queda a todos.

Y puede ser que no te quisieras dejar llevar por esa vorágine de amistad supina y suprema por ese alguien que quiso arrastrarte a ese afecto incondicional y público. Que miraras todo con cierta incredulidad porque no puede ser que de repente que alguien te quiera tanto y tan de golpe. Vamos, no te quiere ni tu madre así, te va a querer un ajeno o una ajena. Que quiera cambiar su vida para acoplarse a la tuya, que te ofrezca y no quieras. Que a lo mejor es porque sabe que vas a adecir que no. Que tire de ti y des excusas para no dejarte llevar. Porque sabe que le vas a decir que no. Porque le falta tatuarse tu nombre en la frente y tu jeta en el pecho, a lo legionario.

Entonces piensas: a ver si de verdad le caigo tan bien. Porque aunque no seas tan efusivo/a puede que haya gente así, gente que te acopla a su estela, haciéndote uno de los elegidos para estar cerca suyo. Y a ti no te sabe mal hacerle un favor, porque no cuesta nada. O dos, porque total, qué más te da. O treinta, porque no te supone ninguna molestia.  Algunos de esos amigos te los hacen a ti, o se ofrecen. Algunos, pero menos, te los hacen sin más.

¿Y luego?

Y luego pasa el tiempo. Y ese tiempo tan sabio que pone a la gente en su sitio te demuestra que esa gente que dice que te quiere tanto, en realidad no te quiere. Ni una miajita. Por salirse con la suya te dejan de lado cuando encuentran alguien que les interese más. O son capaces de dejarte a la altura del betún para demostrar lo buenos que son ellos. Y aquí, amigos, da igual que se tratara de alguien que estuviera completamente sola o con muchos problemas, porque va a tener memoria selectiva y tú no vas a estar en sus recuerdos ni en sus gratitudes. Seguro que sus nuevas amistades le habrán ayudado mucho cuando estuvo mal. Ah, no, que quien estabas eras tú.

Por eso, cuando alguien me dice lo mucho que me quiere, digo que no necesito que la gente me quiera mucho, sino que me quiera mejor. Porque ese cariño del que hablo en este post es tan efímero y falso que es absolutamente prescindible e innecesrio.

Y resulta que la ingrata soy yo. Que no les comprendo.

Ya.

Claro.

20.10.15

Cómo pintar una habitación.

1. Compras pintura
2. Tapas y corres muebles
3. Recortas y pones cinta de carrocero.
4. Pintas las manos que hagan falta.
5. Limpias
6. Vuelves a poner todo en el sitio
7. Y, por favor, ventila si no quieres morir intoxicado.

Yo me quedé en el paso 1.

15.10.15

Esos minutos para mí (|)

Todos compartimos con los demás partes de nuestra vida, nuestros sentimientos, nuestros secretos, nuestros miedos, nuestras alegrías y nuestras penas. Sólo que no lo hacemos con la misma intensidad ni con la misma cantidad con todos. Con unos compartimos unas cosas, con otros compartimos otras, y no tienen por qué ser las mismas. Pero siempre hay una parte de mí es que completamente mía, que no comparto ni compartiré con nadie. Sencillamente, porque no quiero.

Y esos minutos en los que no hay nadie más en el mundo, en el que camino descalza porque no me puede pasar nada, suelo llenarlos de música de lo más variada. Porque me he dado cuenta de que la música es más importante para mí de lo que pensaba. Una canción me puede recordar a alguien, a una época, a un gran momento, a una escena en concreto, aunque también a malas épocas, o reflejarme en una letra. Me puede emocionar sin más, aunque no haya nada asociado a esa canción o a esa melodía. Aunque parezca una tontería hay un par de canciones con las que lloro a moco tendido cada vez que las escucho, y son canciones que tienen más años que yo, que me gustan desde pequeña. No sé, supongo que también os pasa. Canciones que recuerdo desde mi más tierna infancia, canciones con las que he crecido, y música que he ido descubriendo maravillada estos años. Musicales, bandas sonoras, música clásica, canciones rock, incluso me sorprendí gratamente al escuchar una dulzaina que tocaba una pieza que aún no he descubierto cuál era, pero quedé prendada.

La vida hay que llenarla de grandes personas y de grandes canciones.

Y esos minutos para mí, que nunca comparto con nadie, ni lo he hecho, ni lo haré, los acompaño con grandes canciones que, como las grandes personas, cuando aparecen en mi vida se quedan para siempre.

Os recomiendo subir el sonido.

Comparto con vosotros esta gran obra.

http://play.lso.co.uk/#/Ravels-Bolero/video

PS: Podéis cambiar las cámaras para ver desde otro ángulo. La sonrisa de complicidad de los dos violinistas jóvenes me encanta, en contraste con los dos más mayores, tan serios. A ver si los encontráis.

14.10.15

De visitas y otros seres.

Me gusta recibir visitas. Así de sencillo. Me gusta tener gente en casa, hablar, preparar, estar tirados en el sofá hasta las mil, las comidas y cenas eternas... Qué queréis que os diga, a cada uno le gusta una cosa. Pues esta es una de las que me gustan a mí. Yo ofrezco lo que tengo, que no es mucho, porque es lo que hay, y al que no le guste, que se vaya a un hotel. Pero a los que no les gusta no se van a un hotel.

Me fijo en qué desagradecida puede ser la gente. Empezando por el hecho de que yo suelo ser la anfitriona y hay quien no me da pie a ser la invitada. Hay quien ni saca el tema, porque pa qué, y hay quien alega que no tiene sitio, sillas o suficientes camas. Esa gente es la que va casi pasando el dedo por los muebles. Saca pegas: esto lo tienes roto, esto lo tienes mal, esto lo tienes sucio... Que no tengo la casa perfecta, pero no me dan la oportunidad de ver la perfección en sus hogares, la pulcritud y el orden absoluto. Ni que en mi casa se tuviera que entrar con machete.

Hay quien por llevar un simple vaso a la mesa ya piensa que ha hecho su parte de la tarea. A ver, que si uno cocina (yo), el otro tendrá que preparar. Pues hay quien no sabe cómo poner una simple mesa, y una de tres: o tiene un camarero en casa, o su mamma le pone la mesa, o tiene poderes para que, con un chasquido, se le aparezca un servicio de mesa completo. Pues mira, yo lo siento en el alma (pero por mí), pero no tengo ni magia, ni una madre aquí ni un camarero que me sirva, pero si vas a las casas ajenas, qué menos que colaborar un poquitillo.

¿Y las habitacines? Oh, eso es lo más genial. ¿Cuántos hacen la cama? Os puedo asegurar que hay quien ni coge las sábanas del suelo. ¿Cuántos dejan la habitación decente? Tal vez ponen pegas en casa porque no voy a hacérselas. Y no las haré mientras estén. Faltaría más. Manías.

Luego está el turno en el cuarto de baño. He llegado a esperar 45 minutos por la mañana a alguien que sólo iba a ducharse. 45 minutos por la mañana, ojito. Y era un santo varón, para que luego digáis. Y tras esos tres cuartos de hora de tardanza, cuando llega mi turno, luego se queja de lo que he tardado yo. Cosas veredes, amigo Sancho.

Es que esto no me gusta, es que yo no como de esto, es que a mí me gusta esto otro, es que la cama está dura, está blanda... Algunas visitas parecen sacadas del cuento "La princesa y el guisante" de lo delicaditas que son. Pues oiga, si no le gusta a su vuecencia el alojamiento y la comida en este vulgar y lúgubre piso, pues váyase al hotel y deje de dat la murga, que a mí no me aloja casi nadie. Pero los que me alojan, me tratan divinamente, de cederme su cama para dormir yo y darme llaves de su casa y esas cosas tan especiales. Eso sí, espero no ser una visita como las que a veces me han dado a mí.

¿Y los desayunos? Es una de mis marcas personales. Me gusta desayunar fuerte para no tener hambre hasta la hora de la merienda. Se ríen porque la gente está acostumbrada a un café o a un zumito, y yo parezco un bufet libre, porque tengo zumos, tostadas, galletas, nutella, magdalenas, queso de burgos y su respectivo café con leche condensada. De aquí salen rodando, os lo juro. Pero yo no obligo a que nadie coma, ojo, que eso lo hacen ellos solitos.

¿Y cuando soy yo la visita? Ya he dicho que hay gente que me ha tratado divinamente. De hecho, insiste en que vuelva, y se ríen porque dejo las camas  hechas cuando me voy. Pues he visto de todo. He visto que para una vez que me invitan ha parecido forzado, tras millones de excusas para no hacerlo. A escondidas, como si yo fuese un delincuente en búsqueda y captura, no fuera que alguien me viera. Mil excusas, mil quejas y una incomodidad brutal. ¿Para eso voy? También he visto que, en otra ocasión, me trataban con muy poca cortesía. Al igual que en mi casa, el que tiene hambre o sed sabe dónde está el frigorífico, yo me he encontrado como si fuese un ladrón, sin libertad para ir al baño, y tener que pedir permiso para hacerlo. Está el que ni se excusa, ni lo comenta, y viene de invitado porque él lo vale. Gente que se cree especial. Que se cree especial, ojo.

¿Y los móviles? Yo sé que dependemos demasiado de ellos, pero si estás con alguien (y esto es válido para cualquier relación interpersonal) queda como el culo que estés mirándolo cada dos por tres. Mira, siento mucho no ser la persona con la que te apetece hablar, pero estás de visita, y si has venido es porque quieres estar aquí, así que deja el puto móvil, o puedes llevártelo a la casa a la que no me invitas, o te vas a escribirle a quien te dé la gana a otro sitio, pero no me tengas delante observándote cómo te pasas el rato hablando con alguien por whatsapp. Que queda horrible y de muy mala educación. Eso sí, si luego yo recibo uno que a nadie se le ocurra decirme (que me lo han hecho) que deje el móvil, que no hago más que mirarlo. Amigo Sancho, te estás hartando de veredes cosas y vas a ver dónde le voy a meter el móvil.

Está claro que hay gente que sólo quiere ser visita y nunca anfitrión. ¿Por qué? No sé, pero no saben lo que se pierden. Yo espero poder seguir recibiendo visitas muchos años más, hasta en la residencia.

Ps: Vaya tostonaco jiji.


5.10.15

The Missing Piece.





La vida misma.