19.9.15

Ante todo, mucho glamour

Como si fuese maniática, cuando me compro unos zapatos, si me gustan, puedo llevarlos hasta en la ducha. Y este verano, y los cuatro anteriores, he llevado muy a gusto unas sandalias de cuña, la mar de divinas, comodísimas, negras, pero que tuvieron que romperse este año. Grrr. Y decidí comprarme otras aprovechando las rebajas. Así que elegí otras color maquillaje, con grabados, con un poquito de tacón... divinas.

Y llega el día en que decido estrenarlas. Me dispongo a salir toda hecha un pincel cuando doy un mal paso en la escalera y me voy escaleras abajo.

Eso de que ves pasar tu vida por delante es mentira, yo veía un escalón en el que me iba a dejar, por lo menos, los dientes.

Como pude, intenté agarrarme a la barandilla, creyendo que así mi integridad estaría a salvo. Craso error, porque la gravedad hace su trabajo y, aunque te sujetes, tu cuerpo sigue bajando. Vamos, que me dejé en el lomo y las espinillas todos los escalones de ese tramo de escalera. No puedo describir lo que duele, pero podéis haceros una ligera idea.

Agradeciendo que no hubiera testigos de mi caída, tras reponerme de los dolores, conseguí volver a casa quitándome las sandalias nuevas divinas que me había comprado y poniéndome otras al tiempo que veía señales de la caída.

Salí a la calle con todo el glamour que pude conseguir mientras cojeaba y se me veía el derrame en uno de los dedos del pie.

Por cierto, se me olvidaba. Vendo sandalias nuevas a estrenar. Razón, aquí.

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