29.1.09

La última resistencia.

Creo que soy la única persona de esta parte del planeta que no vive con una cuenta en una red social. Esta semana, como he recibido tres invitaciones seguidas, me da por pensar si de verdad puedo seguir viviendo sin formar parte de una comunidad virtual. Oh, sielos, soy una paria, una especie rara... Creo que me he perdido algo... En realidad, no sé ni cómo funcionan, pero he oido cosas muy malas de ellas. ¡Internet es un mundo de depravados!

Hay pervertidos y cosas de esas y, dicen por ahí, que todo el mundo cuelga afotos íntimas con los calzoncillos de leopardo que tiene todo el mundo para las ocasiones especiales -¿cómo que tú no tienes? Qué raro eres, jomío- Te unes y compartes todo. TODO. Hasta los contactos. Incluso -si, si, admítelo- a tu prima choni, a la que agregaste porque compartes genes con ella -y fiestas de guardar- pero que, en persona, serías capaz de negar mil veces en su cara que la conoces. También las afotos en las que apareces echando la pota por la boca y la nariz al mismo tiempo en la boca de un amigo que se estaba riendo. O la foto en la que apareces con toda tu familia en ocasión especial, foto familiar, y en el momento del clic de la cámara pones cara rara, y resulta que como no se hizo ninguna foto más, hay que quedarse con ella porque es la única imagen que queda del evento. O en un alarde de imaginación, pongas que estás ausente porque en esos momentos te has ido a hacer algo que nadie puede hacer por tí en el retrete. O que estás escuchando canciones de la tuna de cualquier universidad -que, por cierto, cantan mucho mejor que mucho de lo que se oye hoy en día-, pero que serías capaz de dejar que te cortaran la cabeza antes que admitirlo. Craso error, amigo.

Yo no digo que no sea divertido, que lo será. Si en un chat -con lo soso que es- puedes tener verdadera diversión -yo he vivido momentos hilarantes- no quiero ni pensar de lo que sería capaz poniendo mi vida en fotografías. Mi imagen quedaría bastante perjudicada, más que nada porque todo el mundo piensa que vivo en una fiesta contínua, de evento en evento, de inauguración en fiesta privada, pero la realidad es que de misa no salgo, y si salgo, de vuelta al convento. Bueno, más o menos. Tal vez he exagerado un poco.

Podría conocer a gente interesante, porque todos sabemos que los amigos de mis amigos son mis amigos, y así hasta el infinito. Y viceversa. Podría encontrar al amor de mi vida, o que Beckham pertenece a la red de contactos de Leocrícia, y ella sin saberlo, mientras que Maxibombón tiene agregado a una adorable ancianita, pero en realidad es Casillas, que muere vivo por conocerme. Aunque, yo sin saberlo, tendría agregado a un chaval de Murcia, pero en realidad sería mi madre, que se crea un perfil para ver qué estoy haciendo. Y yo le cuento chistes y no los pilla, pero luego cuando los cuento en casa mi madre me contesta un sospechoso "sigo sin pillarlo, no me lo cuentes más". Verá mis fotos en una playa nudista a la que podría ir -nunca se sabe- en donde sólo aparece mi cara porque me he encargado de taparme con todas las toallas que he podido recoger de la arena. Y eso no puede ser bueno, amigo.

Y podría pasármelo bien, porque mi prima la choni es una risa contínua, pero sus amigos son todo un espectáculo. Un tal Fernando es capaz de escribir su nombre con quince faltas de ortografía seguidas ¡en una sola sílaba!, y un tal Alfredo es el que tunea el coche todos los días de un color diferente, para hacer creer que se compra un coche nuevo todos los días, pero en realidad no tiene ni coche, y lo que hace es apañar una foto con potochó y pegarse él al lado. Pero resulta que mi prima la choni se da cuenta de que está Gruñón en mi cuenta y empieza a hablar con él, y él le contesta, y empiezan a hablar entre ellos, y quedan, y salen juntos, y ella se queda embarazada de cuatrillizos, y se casan, pero nacen nueve niños en vez de cuatro, y con tanto niño ya no se conectan y me quedo sin parte de la diversión.

O que aparezca un nombre conocido entre los millones de contactos y uno me diga: anda, tú y yo estudiábamos juntos, y se trate de un viejo compañero de clase que se hizo un cambio de sexo y se lo cambió de sitio, y ahora sólo puede ver las cosas cuando se alegra.

Pero miras el mundo real y pierde la gracia. Aburrida, harta, sigues buscando trabajo, y a lo mejor te llaman de alguna empresa, en donde pones todas tus ilusiones. Y vas a la empresa a hacer una entrevista y cuentas lo güenísima que eres y lo formal que eres... cuando te sacan la foto con las bragas de leopardo -es que tienes las mismas que yo O.o- y la foto de la pota en estéreo. Oh, lo siento, no eres lo que buscamos, pero si quieres te agrego en mi red, e intercambiamos fotos, y ya de paso me presentas a ese chico de Murcia, que tiene el perfil que nos interesa en la empresa, ya que eres la única persona del mundo de internet que no sabe que, en realidad, es tu madre.

Derrotada, humillada, sin trabajo y sin madre -se ha ido a vivir a la empresa- me entero encima de que alguien de esas redes se ha quedado mis afotos y las ha incluído en un libro que se convierte en best seller mundial. Porque para eso le he dado a aceptar a las normas que ellos imponen y que dicen que cedo todos los derechos de mis imágenes para lo que ellos quieran. Ellos, forraos, y yo sin trabajo, sin un duro, y sin mi madre.

Y con mi foto unos graciosos hacen un power point que da la vuelta al mundo (otra vez) en donde me fotoshopean la foto veinte veces diferentes y se convierte un clásico en el mundo de los powerpoints.

Así que para evitarme esto, casi que no participaré en una red social. Se agradece la invitación, pero no. No quiero que nadie sepa que, en realidad, soy mi madre.

Ps: Claro que a lo mejor formo parte de alguna red social. Pero podría dejarme arrancar los ojos antes de admitirlo y de, como comprenderéis, que dejarle ver al mundo que tengo una prima choni.

Ps: Mamá, vuelve.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Querida Eufrasia,
todo el mundo sabe que las pastillas que te hacen ver que de dragones y que de dragones no pueden producir los efectos que tú explicas aquí, así que algo nuevo te estás tomando que lo conoce poca gente. O eso o que lo del paro es más malo de lo que parece.
De todas formas, hoy el que no está apuntado en una red social es casi como no tener teléfono móvil. Y sí, nos encanta enseñar las fotos con los calzoncillos de leopardo porque somos unos egocéntricos y en la vida real somos unos falsos. Es lo que tiene la capacidad de mentir deliberadamente y a voluntad.

Eufrasia dijo...

Queridísimo Lynze:

Nah, si yo me lo dejo cuando quiero...

...mi parte absurda ha vuelto.