16.1.09

De rebajas

Para mí, que las tiendas nos tienen como un poco por tontos en materia de rebajas.

Este año me propuse comprarme una sola cosa en rebajas: un abrigo. Mi abrigo soñado era el que tenéis muchos de vosotros: acolchadito, entallado, abrigadito, de tela que soporte un uso diario... Ví millones estas navidades, pero me esperé a las rebajas para comprármelo. Si decían que no se vendía ropa, para darles salida en rebajas iban a haber unos descuentos de la leche. Así que me esperé pacientemente a que empezaran.

Cuando llego a la tienda el primer día de rebajas, fuí literalmente arrastrada al interior por decenas ¡cientos! ¡miles! de personas a su interior, en donde a dos brazos apartaban ropa de los percheros, acumulaban ropa en uno de sus hombros y seguían escarbando entre los trapos, amontonados ya sin forma alguna reconocible, en estanterías y mesas. Como pude, me acerqué a la parte de los abrigos, pero... ¿y dónde están los que me gustaban? Ni uno, oiga. Pregunté, y alegaron que se habán agotado. ¿Ya? ¿Los doscientos millones de abrigos que teníais? Sip. Joer, pues nada. Y me propuse ir a otra tienda mientras me transportaba a la calle una marea humana: yo tumbada boca arriba, brazos extendidos, y decenas de brazos me sacabn sobre sus cabezas del local. Lo malo fue cuando me dejaron caer en la acera.

En otras tiendas no corrí mejor suerte. Cambié de pueblo, y lo mismo. Me fui a otros pueblos, y punto por punto, pasó exactamente lo mismito. La respuesta siempre era la misma: no tenemos, pero ahí tienes de otros modelos. Oyes, que de ésos no quiero. En una de las tiendas, me pareció atisbar a lo lejos un abrigo como el que yo quería, ¡con bolsillos y todo!, así que cuando lo tuve entre mis manos, lloré emocionada de la emoción, con sollozos que hacía que mi cuerpo tuviera espasmos. Miré la etiqueta: ¡mi talla! Lloré otro poco, embargada por la felicidad. Con pulso trémulo metí mi brazo en la manga, dispuesto a probármelo...

...o él había encogido, o yo había aumentado. No había manera de meter el otro brazo. El abrigo que yo llevaba era de la misma talla, y sí que me venía bien. Rota por el dolor, dejé caer el abrigo, mientras apesadubrada dejé que la marea humana me dirigiera de nuevo a la calle, en donde comprendí que mi vida no tenía sentido.

Así que paso de las rebajas. Todo son trapos, cosas de los años ochenta o cosas horribles, como esos vestidos premamás que se estilan tanto ahora, que si eres delgada te vienen estupendamente, pero como no lo seas te hace forma de mesa camilla.

Así que... nada. Ya tengo el post escrito.

*Este post es producto de la experiencia de la autora. La realidad puede haber sido exagerada para darle mayor énfasis a la historia. Las hordas de personas en las tiendas también pueden haber sido exageradas ligeramente -en una o dos personas-. Y desde aquí, se deja constancia que odiamos a las guarras que se llevaron todos los abrigos del modelo que le gustaba a la autora.

3 comentarios:

LA CALLE VACÍA dijo...

Yo consegui una camisa una talla más grande, pero como es de algodón la voy a meter en la lavadora a ver si me encoge ;)

Satrústegui dijo...

Yo también las odio a esas de las mareas. Mi madre se deprime por su culpa...

Ánimo, hay un abrigo para todos esperándonos en algún sitio.

Anónimo dijo...

Querida Eufrasia,
no te preocupes. Ya verás como cuando acaben las rebajas el abrigo que tanto añoras estará disponible. Eso sí, a un precio sensiblemente superior al del año pasado. No se puede tener todo, oye.