8.6.08

Comparaciones.

Los que dependemos del transporte público, sabemos lo que cuesta desplazarnos hasta nuestro trabajo, y no sólo por el tiempo utilizado. Al ser usuarios diarios de un tren, por ejemplo, todos los días tenemos que comprar nuestro billetito de nuestro bolsillito para ir y para volver de nuestra choza a nuestro empleo, y viceversa. Supongamos que un billete cuesta 3.50 europios, y trabajamos 22 días al mes: 3.50x22=77 euros. Pero como existe un ser divino supremo, o una mente generosa y empática, se decidió que en vez de los 77 euros, al ser usuarios diarios de sus transportes, deberíamos pagar sólo 50. Ese derroche de generosidad hace que cualquiera que no pueda teletransportarse, pueda transportarse simplemente a módicos precios con un bono que, si no existiera, nos permitiría tener 27 euros menos de capital al mes. No parece mucho, pero con 27 euros se pueden hacer bastantes más cosas que si no los tuvieras.

Cuando llegamos a nuestro empleo, al que hemos tardado en llegar dos horas, nos encontramos con que tenemos que esperar a que nos dejen entrar. Cuando por fin nos reciben, nos miran el carnet, controlan lo que llevamos encima y nos dicen que, en plan símil, que tenemos que subir por la escalera hasta el vigésimo piso. Nos pica el tener que pagar para ir a trabajar, el tiempo que perdemos a diario en trenes y autobuses, para encontrarnos con que no nos permiten utilizar el ascensor. Cuando por fin llegas a tu destino, al jefe, por ejemplo, le apetece ordenar tareas que se extienden más allá de tu horario laboral, remuneradas o no. Que somos proletarios, pero no tontos. Nadie trabaja gratis y, por supuesto, nadie pone más dinero del que gana para seguir trabajando y no obtener beneficios.

Y cuando sales, bajas por esa larrrrrga escalera hasta la calle, caminas hasta el autobús o el metro, que utilizas con tu bono, pillas el tren -recuerda: tienes un bono- y llegas a tu casa a las tantas, derrengado/a. Y todo en el mismo día.

Un camionero no tiene bonos. Ni de gasóil, ni de peajes, ni de leches. Tras varias horas conduciendo, muchas veces son ellos los que tienen que descargar la mercancía que transportan, eso si tienen la suerte de poderlo hacer el mismo día que llegan a su destino. Y luego, es fácil que los manden a otro sitio a cargar otras cosas antes de volver a sus casas. Muchas veces, el precio del servicio no cubren los gastos que tienen. Y, lo que es peor, parece ser que quieren abaratar sus servicios y, por lo que he leído, repartir esos servicios entre unas pocas empresas potentes y solventes. Los transportistas son los que llevan cositas a esos sitios en donde compras comida y todas esas fruslerías que usas para comer. Son los que hacen que haya arroz en Galicia o aceite en Valencia, por ejemplo. Y muchos, muchos, son autónomos.

Si esos 27 euros que he puesto de ejemplo nos pica hasta el punto de preferir un bono a un billete diario, o si esos 27 euros en gasolina no duran mucho, pensemos qué puede hacer un transportista autónomo con 27 euros.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

qué razón tienes. muchas veces no sabemos apreciar las cosas.
besos.

Anónimo dijo...

Querida Eufrasia,
si es como decían por ahí: Dios le da pan a quien no tiene dientes. O de como cada uno mira su ombligo y no ve más allá de su hocico.
Estooo... ¿y qué estoy diciendo?... Bueno, es igual, déjalo. Solo echaba de menos leerte y no me he podido resistir.