6.4.08

Cómo odiar a un hombre.

Me lo presentaron hace tiempo. Lo llamaré Gruñón, como el enanito, aunque mida uno ochenta.

Hola, hola, qué tal, bien, y tú, bien... Todo normal. En una conversación tonta poco tiempo después acabamos discutiendo. Una broma mía -"aquí hay mucho hombre adulto independiente, pero seguro que la ropa interior se la sigue comprando mamá"- para que estallase la guerra de los cosmos. Se ofendió -a quien le pica..., comenté-. Desde entonces, es que pasaba de ignorarme, a atacarme con frases hirientes ante cualquier cosa que decía. Ya, si ya me había dado cuenta de que no era santo de su devoción, me dí cuenta enseguida, pero lo de este chico no tiene nombre. Se metía conmigo por cualquier cosa. Hasta llegó a decirme que soy demasiado inteligente para que alguien se interesara por mí. Bueno, por eso no me voy a ofender, es algo que se ve -a los hechos me remito-, pero prefería ignorarlo a estar discutiendo con él por cualquier cosa. Es de los que, con palabras normales, te quiere desarmar, dejarte sin palabras o sin argumentos. Intenta darle la vuelta a lo que dices. E irrita. No, no irrita: te pone de mala leche, diciéndolo en plan finolis. De ahí que prefiera mantener las distancias por si muerde.

Con los demás es súperagradable. Me intrigaba ese cambio de conducta con unos y conmigo. Supongo que desprenderé un olor repelente indetectable para todos, excepto para él, que haga que su pituitaria me detecte como organismo hostil o algo cuando digo algo que no le gusta -lo mismo le molesta las chicas que sepan hablar, porque es que no estaba de acuerdo en nada- y haga que se ponga de uñas conmigo a la mínima. Y la cosa es que me gusta. No que se meta conmigo, claro, pero tiene algo que me atrae. Es inteligente, divertido y tiene una sonrisa preciosa. Ah, y una nariz interesante. Muy interesante...

Hoy hemos ido de paella a un chalet. No hace tiempo para bañarnos, pero ha hecho un buen día para que nos diera el sol. Él ha venido también porque... yo qué sé. Se ve que lo han invitado, porque ha traído helado de postre. Ha venido y primero ha estado un poco seco conmigo -a lo mejor porque yo no le he saludado-, luego un poco amable -pero eso ha sido cuando nos hemos ido a dar una vuelta por la urbanización y se me ha pegado a rueda y le contestaba con monosílabos y movimientos de hombros, mientras él intentaba mantener una charla- y a la hora de la comida lo tenía sentado a mi vera, llenándome el vaso de vino mientras yo lo miraba con temor -¿por qué? ¿¿por qué??-. ¡Hasta me ha seguido a la cocina para fregar! Yo veía a los demás que se escabullían -y no sabía si era por dejarnos solos, pero juraría que era por no fregar-, dejándome a Gruñón enjuagando lo que yo fregaba. Y entonces... Me dice (textualmente) que si me apetecía quedar algún día para ir al cine o algo (me ha llegado al alma ese o algo) (porque ese o algo puede ser cualquier cosa) (escupir para arriba es un posible, o quemarse a lo bonzo es otro o algo jajajaja). A mí me ha entrado la risa. Lo explicaré:
1. La última vez que fui con alguien masculino al cine vimos Shrek III. Me imaginaba yendo esta vez a ver Papá por sorpresa o algo de eso...
2. El ya comentado o algo, que tenía muchas posibilidades... infinitas...
3. Es que pensaba que se iba a meter conmigo o algo...XD

...Y él se ha mosqueado, cómo no. Ha empezado a decirme que no me tenía que reír de las personas por querer conocerme mejor. No, si no me reía por eso. Pues no es agradable que se estén riendo cuando le dices a alguien que quieres quedar con ella. No, si te comprendo, pero... -a mí me había dado un ataque de risa tonta que hacía que se cabreara más-. Y entonces, él se ha enfadado de forma definitiva, porque se ha salido de la cocina sin decir ni mu. Y a mí me entraban más ganas de reír porque me imaginaba la escena: él todo monísimo de la muerte diciéndome ...o aaaalgoooo y yo apoyada en el armario descojoná. Toda una estampa. He salido después -no siguiéndole, claro-, intentando recomponerme, y parecía que nadie se había enterado de lo que había pasado, porque él estaba tomándose el café con los de la pandilla como si nada. Yo he notado que me miraba dolido, y me ha dado pena. Luego no, qué leches. No me había reído de él. Había sido un inoportuno ataque de risa, y no me había dejado explicarle que a veces, cuando me pongo nerviosa, me entra la risa floja por cualquier chorrada. Y el desencadenante ha sido de lo más absurdo, pero como no me iba a creer...

La tarde ha terminado con cervecitas, hemos jugado al escondite por el chalet -qué espaciosa la despensa, oiga, y qué lugar tan bueno para esconderse- y hemos terminado cenando en el comedor, porque ya no se estaba tan bien fuera. Unos se quedaban, y yo me quería ir porque mañana -hoy, más bien- tengo una comida familiar y nos vamos a comer por ahí. Total, que él ha estado ahí, aguantando el tipo como un campeón sin dirigirme la palabra durante el resto del día hasta que se ha ofrecido a llevarme. Y he dudado. Pros: lo mismo insiste. Contras: lo mismo me descuartiza.

Como al final otra gente se ha apuntado a bajar con él, no me ha importado ir en su coche. Yo no quería ir sola con él, pero no por miedo. Ha ido dejando a la gente en la puerta de su casa, dejándome a mí para el final. ¿Sabéis una cosa? Que estaba segura de que lo haría -jeje, qué creída- y ha parado el coche frente a mi casa. Ha querido hablar un ratillo, y yo he mantenido con él una conversación normal del todo. Al final ha sacado el temita de nuevo. Le he explicado lo que había pasado, pero que no le diera importancia. Le he comentado que era tarde y que me tenía que ir, que no iba a haber dios vivo que me despertara mañana. Y entonces... un ¿halago...?
-No sé si darte las buenas noches o un beso.
Jorl. La cosa se ponía interesante.
-De momento, las buenas noches.
-¿Es que ya te vas?
No quería irme porque estaba a gusto. Me gustaba estar en el coche con él, me gustaba lo que veía, y él se estaba poniendo cariñoso, pero... ¿ya? ¿Y si la cosa se ponía tontorrona? A pesar de mi supuesta demasiada inteligencia, me estaba tirando los trastos de forma muy poco disimulada.

Nota: Es que joer, vaya rachita llevo. Que ya van dos esta semana los que han demostrado que les gusto un poquito. Pero el otro no merece la pena comentarlo.

Al final me he despedido de lo más normal. Nos vemos y hablamos, venga vale, buenas noches y buenas noches. Ha esperado a que entrara en el portal para arrancar el coche e irse.

Y aquí me hallo. Por una parte, contenta. No le produzco arcadas ni nada que se le parezca. Por otra parte, no estoy contenta: ¿y ha estado metiéndose conmigo durante todo este tiempo porque... qué? ¿Por qué? ¡Argh!

Lo odio. Me gusta, pero lo odio. Porque no lo entiendo. Y si se ha portado así durante todo este tiempo gustándole, no quiero ni pensar cuando discutamos de verdad. Y no he quedado con él en nada. Se supone que me lo tengo que pensar. Y yo otra cosa no sabré hacer, pero darle a la bola, como yo sola (toma pareado!) Pero aunque pienso ¿y por qué no?, también pienso ¿y por qué si? ¿porque él quiera? Además, lo tengo que odiar mucho o algo, porque peazo post que le he dedicado. Creo que me lo estoy tomando todo demasiado en serio.

Y lo odio también porque... ays... me hace tener pensamientos impuros...

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Querida Eufrasia,
luego dicen que las mujeres no son complicadas.
A los hechos me remito y juro que he intentado entenderlos, pero como hombre que soy (o eso dicen) no he llegado a comprenderlo.
Nosotros solemos ser del tipo blanco/negro, sí/no, arriba/abajo y vosotras con una gama que no hay espacio suficiente para ponerlas aquí.
En mi pueblo decían que "quien se pelea se desea". ¿No será que se podría aplicar el dicho a este caso? Algunas veces esas relaciones son las más pasionales, aunque también pueden quedar en las peores tragedias.
Por supuesto que no soy nadie para aconsejar, pero quizás sería interesante aprovechar el "buen rollo (¿royo?)" y disfrutar los buenos momentos. ¿Que luego sale mal? Pues borrón y cuenta nueva. Eso que te has llevado. No sé. Algunas veces las cosas son complicadas porque nos gusta hacerlo así.
Y no te doy más la tabarra porque aún tengo que leer tu otra entrada.

Anónimo dijo...

¡Ah personaje orgullosito éste...!

La verdad llegué aquí por casualidad cuando tecleé en googlesearch la frase " yo le advertí que no se metiera conmigo " buscando un libro, y me salió esta entrada como en tercera línea...

No soy de España, por fortuna; pero me doy cuenta aquí de que la autora de este blog tiene una arrogancia sin límites.

Suerte si encuentra a alguien quien en realidad se la aguante.

Creo que debería aprender a valorar más el género masculino.

No me merece más palabras. Hasta nunca.