9.3.08

Las tres tazas.

Los que recordamos la televisión en blanco y negro también recordamos míticos programas que, aunque fueran de fácil elección -ése o ninguno- ante la ausencia de otras cadenas, no dejaba de ser un jolgorio cuando lo emitían. Con la irrupción del color la cosa cambió. Podías ver los colores -oooh-, poniendo caras que serían la mofa de los que ahora se creen que el mp3 y el internet están desde la era cromagnon.

Uno de esos programas que tenían audiencias aplastantes -ya repito que no había otra cosa que ver- era el festival de Eurovisión, con un José Luis Uribarri como comentarista desde el principio de los tiempos. Se votaba la calidad de las canciones, y todos nos reíamos cuado se escuchaba el ruyuminí, chu puá o yunaitequindom, zri poin. Sea como sea, con el tiempo, el festival fue decayendo en el más triste de los olvidos en nuestro país, llegando a veces a ignorar por completo quién o qué se cantaba en tal evento. Cuando resurgió, fue con Rosa, la de OT, con una mega canción, con un gran seguimiento por parte del país, y con un resultado que todos calificamos de tongo y amiguismo por parte de la cúpula de la clasificación. Podíamos hacer otras cosas además de vivir cantando, lalalás y temas que tuvieron su época, pero nos apetecía ganar otra vez, qué leches. Al igual que los forofos de fútbol de un equipo de tercera regional sueñan con que su equipo gane, a los demás nos entró la vena friki de querer ganar un festival en el que siempre se puntúa más por afinidad o politiqueo que por calidad de la pieza cantada.

Y entonces empezó la degeneración. Austria llevó a un tío pelao con camiseta roja con una canción mu heavy que no ganó, pero quedó en posiciones similares a la de Rosa y, encima, se hizo popular. Creo que ganó una chica que llevaba un vestido rojo extensible. Luego ganó otra con muchas tiras en el vestido. Y otra vez ganó un grupo entre heavy metal y gore. Los españoles alucinábamos. Por primera vez en mucho tiempo queríamos calidad y no música pegadiza y veíamos cómo nuestro interés en el concurso se esfumaba con cada resultado.

Este año Eurovisión va a tener lo que quiere. Ignoro por completo quién representará a los demás países, pero desde luego, Rodolfo Chikilicuatre hará el papel que, por lo visto, el concurso pide para España. Ayer escuché por primera vez la canción y, si os soy sincera, eso es tener un par de narices. Hay que tener sentido del humor, y espero que los de Eurovisión lo tenga, como ha demostrado estos últimos años. Porque al igual que siempre nos quedamos en cuartos de final en los campeonatos europeos o en los mundiales en fútbol, en concursos de canciones vemos cómo gana el mejor efecto óptico. La música es de Pedro Guerra, y la letra es de Santiago Segura. Casi ná.

Si esto es lo que pide Eurovisión, esto es lo que tendrán. No apoyo al sector conservador que aún cree que podía ser serio el concurso. La misma organización europea se merece justo esto. ¿No dicen que todo el mundo tiene lo que se merece?

¿No querían arroz? Pues que tomen tres tazas.



Ahora que vayan y lo casquen.

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