19.12.07

Cuidadín con tantas felicitaciones (versión del director)

Esta noche me he encontrado con una felicitación de Navidad en el correo electrónico, enviada a las 22:24 de la noche, que no esperaba. Y me refiero a que esperas recibir alguna felicitación de gente que conoces, de familiares, de gente de la que ya no te acuerdas, de gente que trabajó contigo, de gente que trabaja contigo, de gente de la cual pensabas que se habían olvidado de que existías... pero jamás esperas recibir una felicitación de alguien, a quien no tengo el placer de haber sido presentada, teniendo en cuenta de que no conozco a nadie -repito: nadie- que se llame como el remitente de la tarjeta felicitadora que iba a mí como única destinataria.

Una, que a veces lee cosas de ingeniería social -hay que ver hasta dónde llega mi interés-, se encuentra con que estas tarjetas, por ejemplo, se utilizan para robar cuentas de correo pensando en nuestra buena fe, en nuestras ganas de ser felicitados o en nuestra curiosidad. Porque estas tarjetas tienen un enlace en el que, si tienes un mínimo aprecio por tu correo, no tienes que clicar, porque aparecerá una página idéntica a la de tu correo, como que te has salido. Te piden, cómo no, volver a poner tu cuenta y la contraseña... y ni se te ocurra poner nada porque ya la habrás cagado. Del todo. Te quedas sin cuenta y te pueden meter en un buen lío.

¿Y por qué a mí? Pienso. ¿Quién quiere mi cuenta? ¿Qué hay en ella de interesante para que quieran birlármela? ¿Tan importante me creen? Je je... Y más teniendo en cuenta que mi cuenta (valga la redundancia) es algo tan simple como mi nombre y mi apellido, y no creo que en el mundo hayan muchas que se llamen así, y puesto de cierta manera para diferenciar de otras posibles Eufrasias Glamoures. Lo que está claro es que si se recibe esa tarjeta es porque hay alguien interesado en tu cuenta. Ha sido intencionado, vamos. Alguien que sabe mi correo y quiere saber qué hay en él... y al que luego enviarían mi contraseña para que haga y deshaga a su gusto.

El que sabe birlar las cuentas, no cae en estas chorradas. Y las que tenemos que aprender sobre la marcha, desconfiamos hasta de nuestro padre. Así que he cambiado todo: contraseña, correo alternativo -que era una cuenta que cancelé, por cierto- y un largo etecé. Si mi ordenador está poseído, de poco servirá, pero si no lo está y quieren hackear esa cuenta... por lo menos, que se jodan y que se lo curren, que no lo he puesto nada fácil. Además, llevo un tiempo con la mosca detrás de la oreja, no sé porqué, pero ahora que me pase esto...

Y otra cosa: ¿quién puede haber sido? No he dado esa cuenta a nadie más que a los míos, es la de los asuntos serios -tengo otras cuatro más, cada una de un padre, pero para otros menesteres, una para amigotas, otra para cositas serias pero más informales, otras dos anónimas-. ¿Ahora qué hago? ¿Desconfiar de mis contactos?

Sea quien sea, lo tengo claro: hoy en día se pueden denunciar los robos de cuentas. E incluso está tipificado como delito. Que yo no me corto ya. No será la primera vez que denuncie algo que me ha llegado por correo electrónico. Es más: es MI cuenta. Son MIS correos. Son MIS correspondencias. Y está protegido por ley.

Desde luego, qué poco trabajo tiene la gente y cuántas ganas de fastidiar a los demás. Me van a tocar a mí un poco el algoritmo neperiano...

Abrigáos...

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