1.10.07

Gregorio y León

José María había crecido entre burlas. Por su aspecto simplón, había sufrido las bromas de unos y de otros. Trabajaba junto a Gregorio y León, que también se reían de él. Un día de verano, José María fue a vender unas ovejas, y... desapareció. Al principio, todo el pueblo lo buscó. Pensaron en un robo, por llevar el diner de la venta de las ovejas, pero el que no apareciera el cadáver, les hacía pensar lo peor. Pronto todos empezaron a mirar con sospecha a Gregorio y León porque se metían con él. No eran los únicos que lo hacían, pero sí los que más lo aparentaban. Las malas lenguas decían que tal vez... ellos... Un hermano del desaparecido se decidió a poner una denuncia contra estos hombres, pero se desestimó por falta de pruebas. Y los dos hombres siguieron su vida.

Un par de años más tarde apareció un juez que creía que la justicia divina estaba reencarnada en su persona. Quería llevar el peso de la ley tan a rajatabla, que con un caso así no se lo pensó dos veces: ante el conocimento del caso, se puso manos a la obra. Mandó llamar a los dos hombres y se les declaró sospechosos. Ni qué decir tiene la clase de interrogatorio que se les aplicó, cortesía de la Guardia Civil de entonces. Bajo torturas -cada una más atroz que la otra-, declararon que habían sido ellos dos, y sólo ellos, que se quedaron con el dinero y que despedazaron el cuerpo para dárselo de comer a los cerdos. Cinco años más tarde, fueron condenados por el asesinato de José María, y los mandaron a la cárcel, en donde estuvieron doce años y dos meses. Una vez cumplida la pena, fueron puestos en libertad. Creo que cambiaron de residencia tras su liberación y volvieron a una -qué ironía- vida normal.

Poco tiempo después, el cura del pueblo recibió una carta de otro párroco en la que se le solicitaba la partida de nacimiento de un tal José María para casarse. El cura supo que el "José María" que se iba a casar era el mismo "José María" que desapareció. Pero calló. El jodío calló porque cómo iba a decir que el muerto no estaba muerto, sino que estaba tomando cañas lerelerele... Tiempo más tarde, José María en persona, y harto de esperar por vivir en pecado con su doña, se tuvo que presentar en el pueblo para averiguar qué pasaba con su partida de bautismo... y cuando lo vieron aparecer, se armó la gorda.

Así que esta es la historia de dos hombres que fueron inculpados por un crimen que no cometieron. Vivieron todos esos años con la certeza de todos cuantos les rodeaban, de que habían sido ellos, y sólo ellos, los que habían cometido tan salvaje acto. Lo que jode, es que es una historia real, digna de recordar, pero para que no se vuelva a repetir. Lo que jode también, es que se repite. Dos padres, que no son perfectos, la desaparición de una niña, la opinión pública que ya lo sabe todo -cuántos genios incomprendidos- y una policía incompetente que necesita un culpable de donde sea. ¿Cuá, cuá? Pues tú mismo, decía el chiste.

Es mi opinión: cada vez que hablan sobre el asunto de la niña -pobre criaturita-, me recuerda cada vez más a este caso. Lo que estoy segura es que, el que haya sido, se estará partiendo de risa al ver que su pista se perdió hace tiempo, o no está siendo investigada.

Para saber más del caso de Gregorio y de León, hay que ir a Google, poner "El crimen de Cuenca" y...

En fin. Hay cosas que no deberían pasar jamás.

1 comentario:

ileniaz dijo...

Que historia mas triste... Lo peor de todo es la incertidumbre y el no saber que ocurre o ha ocurrido y peor aun q parece q la gente se olvide d q hay una niña perdida y se dediquen mas a señalar con el dedo quien ha sido...