2.8.06

Verano infantil

A los ocho años fui por primera vez de acampada.

Mis padres nos apuntaron a mis hermanos y a mí, junto a los hijos de unos amigos, a unos campamentos que se harían en Castellón, en un pueblo costero. El campamento estaba organizado de tal manera, que las tiendas de campaña, para 8 personas cada una, formaban un rectángulo al que apuntaban todas las puertas. Niños a un lado, niñas a otro, más mayores a otro, adolescentes más allá... Yo tuve la desgracia de compartir tienda con niñas a las que ni conocía.

Eran repijas, de capital al 100%, y todas hablaban de una manera muy rara. Ya hablaban de marcas cuando yo seguía con mis bambas azules, todas tenían chándal de marca cuando yo iba con un simple pantalón corto de una tienda de al lado de mi casa. No estuve muy a gusto con ellas y, en cuanto podía, volaba a reunirme con los míos, cosa que me aisló aún más de lo que ya estaba.

En la tienda de al lado pusieron a unos niños de nueve a diez años... y ahí empezó el jaleo.

Resulta que en la tienda habían varios niños con los que yo solía jugar. César, víctor, y otros más que no recuerdo sus nombres ya. Pero había un chico, monísimo, con ojos azules, moreno, que era las delicias de las chicas de mi tienda. Era un niño bien también, pero que tuvo un error fatal. Bueno, el error fue... para mí. Es que al niño tan tierno, no se le ocurrió otra cosa que fijar sus azules ojos en mí.

Siempre jugábamos juntos, y él quería que yo le diera un beso, pero yo me negaba. A él le daba igual que yo le rechazara, seguía buscándome, seguía contándome sus cosas, seguíamos sentándonos juntos en el autobús cuando nos íbamos de excursión. Lo malo fue que las chicas de mi tienda lo tomaron como un ataque frontal, por lo que me robaron toda la ropa interior y las toallas que tenía tirándolas por ahí. Alguien las encontró, días después, así que podéis imaginar lo que tuve que hacer para estar limpia (préstamos, vamos)

Este chico, cuyo nombre será Braulio también -casualidades de la vida- me dijo que me quería. Pero una tarde en la que yo había salido de la tienda, las niñas intentaron llamar su atención. Él y los otros entraron en su juego, que si besitos y que si tal, de una sitio a otro, carreras y tal. Cuando yo regresaba, ví a las niñas que lo llamaban para que entrara en la tienda, pero él, desde la suya, me miró, se rió, me enseñó el culo (¿?) y se metió para dentro. Yo, a cuadros. En cuanto llegué a entrar en mi tienda, todas las lobas se tiraron encima de mí para saber a qué santo Braulio me había enseñado a mí el culo y no a ellas.

Ese misterio aún continúa.

Junto a él participé en una ginkana bastante improvisada y salió bien. Él me escribía notas de amor y las dejaba en un árbol que había en el centro del campamento -en donde todos podían dejar cuantas notas quisieran-, y todos se enteraron de nuestra historia. Por él, me apunté al mismo grupo en una competición que se hizo. Yo, como para corresponderle, tuve que ser la única fémina en lanzamiento de martillo. No, para los curiosos, no quedé la última.

El último día nos intercambiamos la dirección para escribirnos. Me dijo que le gustaría volverme a ver, pero teníamos ocho años y una capacidad de olvido impresionante, puesto que yo me dejé la nota con su calle en la cafetería del campamento, y él nunca me escribió.

Años después, otro santo varón me enseñó el culo, pero era porque pensaba que yo era otra persona (vamos, que no sabía que yo era YO). Aún se avegüenza de ello (y ES para avergonzarse) (cuánto pelo)

Ahora pienso qué será de él. Sólo recuerdo que era muy guapo, que tenía los ojos azules y que era moreno, con la piel muy blanca y llena de pecas. Y recuerdo su nombre.

Y pienso qué será de las niñas tontas que me tocaron en la tienda (siliconadas, fijo)

Y me pregunto quién fue el que rescató mis toallas y mi ropa interior: me lo encontré todo lavado y tendido para que se secara. Fuera quien fuese, hace que me acuerde también de él/ella porque no le dí las gracias.

Y pienso en cómo me puedo acordar de gente que me habrá olvidado hace años.

Fue un bonito verano. Ahora, espero que éste me resulte inolvidable, porque YO seré a la que le toque los 15 millones de euros en la ONCE, así que no compréis, que no tenéis nada que hacer...

Y dicho esto, me voy a dormir, que mañana me tendré que despegar de la cama con espátula.

Pd: Un chiste que me ha gustado (mu malo): ¿Qué se ve desde la torre más alta de Toronto? Torontontero (a una, que le mola Canadá...)

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