29.8.06

Un minuto de silencio

Declaro un minuto de silencio por una persona a la que acabo de borrar de mi lista de personas queridas.

Con brazalete negro, la mano en el pecho, suena el himno mientras las plañideras hacen su papel a la perfección. Los soldados disparan las salvas, una por cada insulto. El público pide clemencia para sus oídos. El cura dice que tiene prisa y que en diez minutos tiene una boda en la otra punta del pueblo. Un murmullo por las últimas filas relatan lo sucedido. Su madre llora. Sus tíos mueven de un lado a otro la cabeza. Los soldados siguen disparando salvas, una por cada insulto. Mi madre está enfadada. Mi padre permanece callado. Las flores se marchitan. Bueno, las dos flores que habían, se han marchitado, y eso que eran de plástico.

En el centro de todos, un agujero en la tierra que contiene un ataúd con un trozo de papel en su interior, con su nombre escrito. Él está escondido, le da vergüenza siquiera personarse, siendo que es para él este evento. Los soldados siguen disparando salvas, una por cada insulto. Si siguen así, se quedarán sin balas.

Hace un sol radiante y los asistentes van de negro, con la que está cayendo. Todos miran a su alrededor, buscando entre las caras a alguno de los dos protagonistas. Él está escondido, viendo cómo los soldados no tienen bastantes balas para todos los insultos que se ha dicho. Su madre se levanta y se va. Mi madre se levanta y se va también. Los demás, se quedan hablando mientras el ataúd se tapa con tierra y el cura se marcha echando leches a la boda que tiene en cinco minutos. Alguien pide tabaco y fuman. Alguien no recuerda dónde ha dejado el coche y se va. Los demás lo imitan. Él ve cómo todos desaparecen de la ceremonia, quedándose solo. Sigue escondido porque no se atreve a dar la cara.

¿Y yo? ¿Dónde estoy yo? Me veréis viendo la tele, tumbada en el sofá, bebiendo cocacola y fumando. Comiendo pipas y chuches. Con los apuntes encima de la mesa. Y sabiendo que los soldados se iban a quedar sin balas. Una bala por cada insulto (y cada ofensa) que he recibido por parte de él.

Dicen que la sangre tira.

Joer, entonces yo tengo que ser adoptada. No le ha valido ser familia mía. Si quería desahogarse con alguien, que lo hubiera hecho cara a cara si hubiera tenido cojones. Pero no. No tienen cojones las personas así. Ahora ya no se atreve a un cara a cara conmigo. Ahora ya no.

Que le den morcilla malagueña! (es que si digo que le den por el culo, como que suena un poco mal) (y no es propio de una señorita) (hablo de mí) (...¿ya os estáis riendo?) (...canallas)

...A este paso me convierto en sociópata o en antisocial, o en algo de eso. Otro menos. Menos mal que hay seis mil millones de personas en el mundo...

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Eufrasia,
Que ha pasado???

Silvia

Anónimo dijo...

Hola Eufrasia ,
Demasiadas personas luchan por el derecho de decir lo que piensan, y entonces dicen mucho sin pensar lo que dicen
besos xxxxx

Anónimo dijo...

Hola Eufrasia:

Que dificil es tener que dejar de lado el cariño por alguien, y más triste si tienes que hacerlo aunque no te guste, porque una circunstancia hace ya imposible otra cosa.

Veo que vuelves a escribir (como tu dices, demasiado). Yo me alegro y leeré (y comentaré) siempre que pueda por aquí. Y como ya te dije en otro comentario, te dejé ya puesto un link en mi viejo blog, puesto que el nuevo se ha ido a tomar por saco (si te pasas leyendolo verás como es que pasó eso).

Un saludo!!!