31.8.06

La tentación y cómo caer en ella.

Mi armario es... atemporal. Vamos, que puedo ponerme algo de hace trecientos años y tan contenta. Y yo no me gasto mucho en ropa, primero, porque no me gusta gastarme mucho dinero en eso (tacaña que es una para esas cosas) y segundo, porque a mí no me gusta toda la ropa. Cosas de que no hubiera tallas para mí no hace mucho... (reacción lógica después de comprobar durante años que mi talla no existe en esas tiendas de ropa juvenil) Así que ahora que entro dentro de la media nacional (y no, no es la 38) y sigue sin venirme la famosa talla única de millones de tiendas, he decidido empezar a renovar mi vestuario de otoño-invierno porque todo me viene así como un pelín grande.

La sorpresa ha sido el encontrarme en mogollón de tiendas liquidaciones, aprovechando las rebajas, de temporadas invernales pasadas. Que si pantalones. Que si camisas. Que si jerseys. No he podido evitarlo, he acabado cargando 2 pantalones, 2 camisas, un jersey y una chaqueta-impermeable que me ha encantado (y con sorpresa: la talla que marcaba no corresponde a la medida real, por lo que era la única de la tienda y me la he llevado yo por un precio ridículo). El total no ha sido descarado (y más en las tiendas en las que he estado, para mi sorpresa y mi alegría), y más que las liquidaciones son eso mismo: liquidaciones. Lo que no vendan, se lo comen con patatas, así que podéis imaginaros qué precios. Y a mí me gustan las liquidaciones más que las rebajas, qué queréis que os diga...

En cambio, tengo debilidad por una prenda de marca. En mi armario siempre tengo dos pares, y hablo de los vaqueros esos-tan-famosos-que-no-se-liquidan. Puedo gastarme sin pudor lo que me pidan por ellos (suelen durarme dos años como media). Lo malo es que ahora me vienen un pelín grandes je je je, por lo que, para que no se pudran en el armario hasta que me vengan bien, los combinaré con jerseys largos y camisas por fuera este invierno. Que si no lo digo, no se entera nadie. Así que ahora tendré que mataros a todos... (ah, ah, se siente...)

Pero ahora veo que no es que roce la pobreza, es que estoy sumergida en ella después de las compras de esta tarde. Pero es que no puedo estar este invierno dándole la brasa a mi madre para que me arregle la ropa. Además, que tocaba renovar vestuario, y ya he empezado poco a poco... Es más, si me pongo a comprar camisas cuando llegue el momento, me costarán cinco veces más de lo que me cuestan ahora y no, que la pela es la pela, y pa una que tengo, la tendré que amortizar. Así que viva las liquidaciones. Y como yo no tengo pensado salir en ningún catálogo con las nuevas tendencias de la temporada... qué más da.

Lo malo (que es bueno, pero es malo) es que a mí la ropa me dura mucho. Mi camisa preferida la tenía desde los 15 años. Era blanca, con florecitas lilas, monísima, y resistente la jodía... Pues murió hace dos años cuando mi madre la secuestró sin que yo me enterara y se deshiciera de ella. Fue un crimen, me creó un trauma impresionante, en serio... Había sido testigo de tantas cosas en mi vida... Salió ilesa de un accidente de moto que tuve y que, por llevar las mangas subidas, me quemé un brazo con la carretera. Uf, aún me acuerdo de ella... Seguro que este año también me la pondría (y mi madre me desheredaría, fijo)

Y como me dura mucho la ropa (la que es buena, no como ciertas prendas que, con o sin marca, duran un lavado -en serio-) tengo el armario lleno. Y de todas las tallas. Puedo reciclar algo de otros años (camisas de cuadritos monísimos a las que les tengo unas ganas... o algún jersey sin bolitas). Y ahora que pienso: es curioso cómo puedo estar pensando en ropa de invierno con el bochorno que está haciendo aún. Eeeeeeeeh, que mujer previsora vale por dos. Y yo ya dije que yo no tiro nada... El síndrome de Diógenes puro y duro, pero con la ropa.

...Y mañana... las empresas volverán a funcionar, y se pelarán por contratarme, y escribiré un post en el que os anuncie que tengo trabajo y de qué (eso ya es harina de otro costal...), y me felicitaréis, y me pondré para mi primer día mi camisa nueva con mis pantalones nuevos, y me encontraré que todas las de la empresa han cargado ropa en el mismo sitio que yo, e iremos todas igual, como si fuera un uniforme, y nos odiaremos (somos chicas, recordad) por llevar todas lo mismo, y entonces, para romper la tensión, diré algo así como:
-¡Pero qué buen gusto tenemos, leches!
Y me aplaudirán, y hablarán muy bien de mí, y mis halagos llegarán hasta el director, que me ascenderá porque le encantará mi camisa (es gay, todo hay que decirlo), y me convertiré en una pofesioná como la copa de un pino, conservaré la camisa hasta los restos, siempre y cuando mi madre no la tire antes, y la enmarcaré, la pondré en el salón de mi supermansión con ocho piscinas (ni el Roca ese, oiga) y les diré a mis nietos:
-Con esa camisa, vuestra abuela empezó a trabajar.
-¿Qué camisa, abuela?
Y miraré el marco vacío, y miraré cómo mi madre sale pitando en su silla de ruedas motorizada y yo, con mi andador, intentaré alcanzarla antes de que se deshaga de esa camisa también...

...Ays... Es bonito soñar, ¿no?

Pues buenas noches :D

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