4.7.06

Mejor lo dejamos para otro día.

En plena agonía de muerte mortal, mientras me refocilaba yo misma en mis dolores corporales y en mis secreciones nasales sin llegar a dormirme, voy, y recibo una visita. Mi prima Nerea, que la chica no tiene nada mejor que hacer en esta vida que venir a interrumpirme en mis intentos de desconexión de la vigilia. Y se ha traido al niño que, además de ser muy rico, traía un cubo de Rubick o como se llame. Por supuesto, no voy a contar aquí cosas de esas que se cuentan las primas. Y con esta calor... y yo con pijama de manga larga y arropadita con una manta... Bueno, pues eso, el cubo de Rubbick (¿cómo se escribe?).

En-la-vi-da he sido capaz de hacer uno. Mejor dicho: nunca he conseguido rehacer el cubo de manera que cada cara tuviera su color. Tampoco es que me haya puesto yo horas y horas a intentarlo, pero que cuando uno caía en mis redes, por lo menos lo intentaba, y nunca lo conseguí. Yo, que soy muy mañosa, siempre intento aprender de ello, pero el decir "¿me enseñas?" con el cubito en la mano, me parecía ridículo, por lo que siempre lo he dejado para otro día. Y en silencio, a escondidas, mataba mi tiempo y perdía los nervios con algo que, tal vez, ejercitara la mente, pero me hacía enfurecer hasta llegar a esconder el cubo en cualquier sitio para no volverlo a encontrarlo jamás. Cuando crecí, seguí sin saber arreglarlo. Ahora, ya casi en la vejez XD, lo miro con una especie de odio por no haberlo llegado a comprender.

Y cuando algo te gusta, le dedicas mucho tiempo. Algo así me pasó con el Crash Bandiccot, en el que me pasaba horas y horas con el zorrito de las narices pillando manzanas, acumulando vidas, rompiendo cajas, hasta llegar al final del juego. ¿Y ahora qué?, me decía cuando veía que mi diversión se había terminado. Pues nada, a por otra cosa, porque eso de saber que tu querido entretenimiento ya no tiene secretos para tí es un poco frustrante, y el final es un poco decepcionante, esperando desde el inicio a llegar hasta ahí, y cuando llegas, deseas no haber llegado.

Es como los libros, o una película. Cuando uno/a te gusta, deseas enterarte de todo, hasta el final. Cuando llegas al final, piensas que ha llegado muy pronto para tu gusto, que quieres más.

Y he mirado el cubo de Rubrick (¿?) pensando para mí que no, que ya preguntaré cómo se hace. Porque lo mismo, si me entero cuál es el truco del almendruco, el maravilloso dilema deja de serlo y se convierte en un ¿tanto pa ná?. Oyes, que en la vida tiene que haber un poquito de misterio, que no todo tiene que tener su explicación.

Y lo que tiene narices es que con lo mala que estoy me de por pensar en el cubo. No, si soy rara, apavá y estoy enferma.

Menos mal que nadie ha traído un libro de física y química, porque entonces, me entraban todas las neuras.

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